Tú y yo somos tres

La crítica de Monegal: tres votos en Waterloo, pitorreo en 'Polònia'

Monegal

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Ferran Monegal

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Advertí la semana pasada que el Premi Nacional de Comunicació que le han otorgado a ‘Polònia’ (TV-3), por «practicar la sátira política con pluralidad democrática» era merecido y justo. A las pruebas me remito. En su última entrega han escenificado, por ejemplo, punzantes dentelladas, en formato musical, a los constantes casos de corrupción que le van brotando al PP («Serán más de un millar de casos, pero eso sí, la mar de aislados»), también a las artísticas piruetas de Pedro Sánchez, que satisfecho de su extraordinaria habilidad exclama: «Y colorín colorado otra vez se la he colado». Y finalmente los ‘polacos’ han rematado con la delirante estampa del día de la gloriosa votación en Waterloo para elegir el ‘consell de la república’.

¡Ahh! Ha sido un ‘sketch’ de un patetismo desternillante. Yo creo que hasta Albert Boadella, si lo ha visto, habrá disfrutado. Nos han dibujado a Puigdemont, Comín y Ponsatí votando en Waterloo, introduciendo sus papeletas en una urna colocada junto a la mesa en la que se acababan de zampar la ‘costellada’. Se excitaban entre ellos, simulando que había cola de feligreses para votar. «¡Quins nervis!» decía Comín alborotado, y añadía: «He venido temprano para evitar el gentío de votantes». Y todo era una pamema, una comedia, un simulacro. No había nadie. Solo ellos tres, haciendo posturas delirantes, yendo de un lado a otro del comedor de Waterloo para dar sensación de gentío, de tráfico humano.

Acabaron votando, con gran rimbombancia. Y en el fondo de la urna, flotando en la nada, quedaron los tres sobres huérfanos y solitarios. Procedieron al recuento. Resulta que cada uno se votó a sí mismo, menos Comín, que por devoción y disciplina votó a Puigdemont. De modo que la proclamación del ganador fue inapelable: dos votos para mí y uno para Ponsatí, o sea, «con el 100x100 del voto escrutado puedo decir que ¡he ganado!» advirtió un Puigdemont exultante que añadió, resaltando el mérito de su victoria: «Ha sido una noche de infarto, ¡no sabíamos lo que podía pasar hasta el último momento!». Y en ese instante nuestro canario flauta Papitu abrió la ventana y la tuvimos que cerrar porque el cachondeo que llegaba del exterior era bárbaro.

  ¡Ah! Este es el estricto sentido de la sátira. Una buena manera de radiografiar la verdad de lo que pasa, esa verdad que otros pretenden tapar desde trincheras sectarias.

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