Tú y yo somos tres

La crítica de Monegal: Una dama bajo el volcán

Ferran Monegal:  TV3, El volcán y la anciana palmera

Ferran Monegal: TV3, El volcán y la anciana palmera

Ferran Monegal

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Con una serenidad extraordinaria, sin un aspaviento ni una lágrima, solo con un profundo sentimiento ante lo trágico, la señora Argensola Pérez, vecina de Todoque, decía levantando las manos: «Hay dos palabras sagradas. La madre, y la casa. Solo tenemos una madre, y solo tenemos una casa».

Ella acaba de perder también la casa y vive ahora refugiada con sus hijos y sus nietos en algún lugar que un alma caritativa le ha brindado. Ha salido esta dama en el ‘30 minuts’ que acaba de emitir TV-3 titulado ‘Sota el volcà’. Un buen reportaje producido por la Radio Televisión Canaria, dirigido por Beatriz Rodríguez.

Celebro que TV-3 nos haya aproximado este trabajo y que haya hecho caso omiso a las invectivas que gente del entorno de Waterloo (Lluís Puig, Josep Lluís Alay) han expresado en redes –el portal e-Notícies ha publicado sus tuits airados– protestando y avergonzándose de que TV-3 esté dando tanta información sobre un suceso que, a su juicio, solo es de ámbito ‘español y africano’. ¡Ah! A mí lo que me avergüenza de verdad es ver que hay gente que ha sustituido su alma por el caparazón de una cucaracha.

En el documental de la Televisión Canaria también ha salido un vecino de los Llanos de Aridane que decía: «No miren ustedes al volcán, miren el daño que está causando». O sea, un aviso a los cientos de turistas que están llegando. Cuentan los informativos de la tele que este fin de semana largo en La Palma están al cien por cien de ocupación hotelera. Hay un frenesí irrefrenable por hacerse fotos y selfis con un fondo de lava y llamas. Yo les daría a todos estos visitantes, al llegar, la fotocopia de aquella página de la novela ‘Bajo el volcán’ en la que Malcolm Lowry escribe: «No hay paz que deje de pagar pleno tributo al infierno». Y les añadiría aquel otro pasaje, cuando Hugh le dice a Yvonne: «Si nuestra civilización abrazase, solo por un par de días, la sobriedad, al tercero moriría de remordimiento».

O sea, si se acercan a La Palma a hacerle fotos al ‘espectáculo’, que sea al menos una visita sobria, con prudencia y respeto a los que todo lo han perdido de golpe y porrazo. Una habitante de un pueblo que ya no existe, decía con un hilo de voz bajo el trueno sonoro y continuo del volcán: «Este barrio, que ya no está, lo hicimos nosotros, los vecinos, con nuestras manos». Como esas manos de Argensola, vacías, dibujadas en el cielo de ceniza de La Palma.

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