TÚ Y YO SOMOS TRES
Los Alcántara nonagenarios, y nadie se lo cree
Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
Ha regresado 'Cuéntame...' Veinte años seguidos les contemplan. Han arrancado ejecutando una elipsis en el tiempo, una de estas piruetas sobre el curso natural de los años, y nos han colocado a Antonio Alcántara en pleno 2020, o sea hace un mes, en la UCI de un hospital, infectado por el virus Ha sido una incrustación breve, al principio, metida en calzador, seguramente improvisada, porque el capítulo de verdad, la trama de verdad, discurre en 1992. En TVE-1 son muy aficionados a estos juegos malabares con el túnel del tiempo. Recuerden la serie 'El ministerio del tiempo', en donde los actores pasan continuamente de un siglo a otro, y siguen con el mismo aspecto y hasta se llevan el teléfono móvil a la corte de Felipe II. Hay que ir con cuidado con estos saltitos tan ingeniosos. Este primer capítulo de la nueva temporada de 'Cuéntame...' –que discurre como ya les he dicho en 1992– concluye con un coche embistiendo a Antonio Alcántara. Queda tendido en la calle. Han pretendido dejarnos con la insoportable duda, el doloroso 'suspense' de no saber si Antonio ha muerto o no ha muerto. Pero claro, como que ya nos han contado que está ingresado en un hospital en pleno 2020, el suspense queda sin efecto: no puede haber muerto en 1992. La longevidad de los Alcántara también es otro glorioso misterio. A veces un poco desternillante francamente. Según la propia serie Antonio nació en el pueblo de Sagrillas en febrero de 1926. O sea que el Antonio de 2020 tiene 95 años exactamente. A pesar de los ímprobos esfuerzos de los servicios de maquillaje y caracterización, no lo parece.
Con este salto mortal al 2020, más efectista que efectivo, la serie ha conseguido que se hable mucho del tema. A mí me interesa más lo que está ocurriendo en el curso natural de este culebrón, que repito está ahora en 1992. Se ha conformado un tremendo triángulo amoroso entre Antonio, Merche y el buenazo de Max, que está colado por ella. Y Antonio, que no lo puede soportar, le suelta una noche: «Llevo 40 años regando ese huerto. ¡Y ese huerto es mío, es mi huerto!». ¡Ah! No sé cómo le habrá sentado al feminismo esta asimilación de la mujer como huerto del hombre. Decía el estudioso Elías de Tejada acerca de cómo dibuja Lope de Vega a la mujer en sus poemas: «Jardines donde besan y apuñalan / olorosas rosas cuajadas de alfileres que desgarran». Es todavía más tremendo.
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