TÚ Y YO SOMOS TRES
Me quitan de la tele y no quiero irme así
Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
Ha reaparecido María Teresa Campos en Canal Sur. Toñi Moreno le ha hecho una larga y cariñosa entrevista. Ha dejado algunas perlas cultivadas que deberían escucharlas y tomar nota los que se dedican al arte del 'show bussiness' televisivo. Hablaba la señora Campos de su situación actual, que laboralmente hablando no está en ningún sitio. Decía: «Los que nos dedicamos a hacer cosas para el público, es el público quien nos retira. En mi caso no es eso lo que ha ocurrido. Me han quitado de la tele. La gente me para por la calle y me dice ‘¿Cuándo vuelves? ¿Cuándo vuelves?’ O sea que me gustaría cerrar mi carrera profesional como yo quiero, y no como quieren otros». ¡Ah! Lo que plantea María Teresa Campos es tan meditable como ilustrativo. A pesar de sus muchos años de experiencia trabajando en los engranajes televisivos, hay un punto de deliciosa ingenuidad en ella. Sostiene que es el público quien decide qué criatura se va y qué criatura se queda en las parrillas. Coincido en que en las cadenas privadas ocurre en algunas ocasiones, sí. Pero en las cadenas públicas, casi nunca. Hay rostros, figuras, estrellitas, que añaden un plus de audiencia a los imperios y mientras dura su popularidad la cadena les mantiene, a la vez que les exprime. Pero ya hace años que las privadas decidieron que la maquinaria ha de estar por encima del tornillo. En términos gastronómicos, lo importante es la barbacoa, y no tanto el cocinero de turno. Nadie se pregunta nunca, cuando entra en un McDonald’s, quien es el chef que está en la cocina. Aún así, coincido en que todavía quedan casos de 'star system' entre los presentadores televisivos. En las cadenas públicas se sigue un 'modus operandi' distinto. Mantenerse vivo en pantalla no depende de lo bien que cante el artista. Puede desafinar como una almeja pero seguirá mientras la letra de su cante se ajuste al ideario político de turno.
Comprendo a la señora Campos cuando reclama «cerrar mi carrera profesional como yo quiero y no como quieren otros». O sea, morir a su gusto –desde un punto de vista escénico– y con las botas puestas. Lo tremendo es que las botas no son suyas. Los propietarios de la zapatería te pueden dejar descalzo en cuanto gusten. ¡Ah! Solía aconsejar Alfonso Guerra que lo mejor en estos casos es «Pasar página antes de que te la pasen». Siempre que llegues a tiempo y no te hayan cerrado la librería.
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