Vida en el interior de una escafandra

Quizá lo mejor que tienen las aventuritas que nos cuentan en la serie El ministerio del tiempo (TVE-1) es que nos ayudan a aprender historia. Sus viajes constantes por el tiempo, jugando a lo que pudo haber sido y no fue,  nos descubren personajes injustamente olvidados que merecen reconocimiento. Esta semana los ignorantes como yo hemos conocido la historia del granadino Emilio Herrera Linares. Fue un ingeniero singular. Apasionado de la aeronaútica investigó a fondo y aportó ideas fundamentales para la navegación en globos aerostáticos y en los llamados zeppelin. Pero su gran invento, en 1933, fue la escafandra estratonaútica. Años despues la NASA tomó los diseños de Herrera como base para evolucionarlos y construir las escafandras y trajes espaciales que permitieron que el hombre llegase a la Luna en 1969. A su regreso a la Tierra Neil Armstrong lo primero que hizo fue dedicar una piedra lunar  en memoria y tributo a Herrera.

En la serie hay una escena muy emotiva, cuando Herrera, republicano convencido, ya se encontraba exiliado en Paris. Tiempo despues llegaria a ser Presidente de la República en el Exilio. Precedió a Claudio Sánchez-Albornoz. En este encuentro parisino, televisivamente muy intenso y bien escenificado, los espectadores comprendemos la tragedia de este hombre. Inventó la escafandra, sí, pero otra escafandra que se instaló en España a partir de 1936, la del franquismo, le transformó en un exiliado ignorado y maldíto. ¡Ah! En esta serie les ha salido una metáfora perfecta. La terrible metafísica de la escafandra entendida como máscara de hierro que encierra a todo un país. Herrera la inventó para viajar al espacio. O sea, para volar. A Franco la idea le sirvió para encapsular la vida. Para transformarla en calabozo colectivo.

En diciembre del 2019 se estrenó en circuitos reducidos de Granada y de Madrid un documental sobre Emilio Herrera realizado por Alberto Flechoso. Me consta que TVE ha comprado los derechos y lo emitirá próximamente en su espacio Imprescindibles. Herrera acabó sus días en la pobreza más absoluta, refugiado en la casa de Ginebra de su hijo, el poeta Petere, otro olvidado, que escribió estos versos sobre la entrada de Franco en Madrid: «Entra faccioso que has vendido al pueblo que hace siglos te alimenta. Su vista daña, tu soberbia humilla. Entra traidor».