TÚ Y YO SOMOS TRES
'Gran Hermano', 20 años, otro tipo de virus
Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
Ferran Monegal
El programa Gran Hermano ha cumplido esta semana 20 años. Comenzó exactamente el 23 de abril del 2000. Tiene bemoles la fecha: inauguraron en pleno Dia del Libro, y el primer mandamiento de la jaula de Guadalix es expulsar a quien tenga un libro. Prohibido leer. Tiene bemoles, sí. La cadena Tele 5 no ha celebrado estos 20 años de su programa insignia. Está callada. Disimula. Lo que le hicieron a la concursante Carlota les está pasando factura. Acosada, supuestamente violada, destrozada psicologicamente tras una noche de alcohol que les suministró el propio programa, a esta muchacha, de 24 años de edad, la obligaron a asistir, a visionar, el acoso, la violación o intento de violación –el tema está en los tribunales– que había sufrido estando en situación de aturdimiento etílico. Gracias al diario El Confidencial estas imágenes han salido a la luz. Y Tele 5 y la productora del programa se han asustado ante la retirada de anunciantes. Por eso callan y no celebran los 20 años de su fabuloso negocio. ¡Ah! El negocio. Eso es lo que ha sido Gran Hermano y sus variantes GH Vip, GH Dúo, GH Revolution... Un colosal negocio sin escrúpulos que alimenta toda la cadena. Muchísimo dinero. Y cuando hay tanto dinero, da para engrasar a voceros de la comunicación que lo van jaleando, hablando de excelente formato, maravillosa puesta en escena, gran hito televisivo... Y no es otra cosa que una máquina de triturar carne humana y hacerla picadillo.
El caso Carlota no es el único. Veinte años de carnicerías dan para mucho. María José Galera, Mónica Ruiz, Ana Toro, Bea, Dani, Desirée... Y sus familias. Busquen esos nombres y verán lo que ha sido de sus vidas tras pasar por la ratomaquia. Miles de aspirantes se presentan a los castings cada año. Esa es la fórmula T-5: cuanta más miseria, más candidatos a rustirse en la parrilla. El salario del miedo. Pues sí, un 23 de abril, el día de Sant Jordi de hace 20 años, Merceditas Milá aceptó el colosal contrato para hacer de Flautista de Hamelín. Camuflaba la letalidad del programa hablando de experimento sociológico. ¡Ah! Equivocó la nomenclatura. Nunca fue sociología. Era psiquiatría. Virus de incidencia frenopática pura y dura. Tras 18 años, la Flautista lo dejó. O la dejaron. Al parecer se creía imprescindible. Ahora se pasea por la tele haciendo posturas por los barrios finos con un perrito. Quizá intenta redimirse.
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