TÚ Y YO SOMOS TRES

Cada arruga es una herida

Merceditas Milá se ha llevado a Roma a sus compañeras del colegio Sagrado Corazón de Jesús

Cada arruga es una herida

Cada arruga es una herida / periodico

Ferran Monegal

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Dice Marcel Proust en su segundo libro de En busca del tiempo perdido que «reflexionar sobre el pasado es la única manera de preservar los riesgos del futuro». Yo creo que un sentimiento parecido es el que le ha sobrevenido a Merceditas Milá porque ha arrancado su segunda temporada de Scott y Milá (#0, Movistar+) conovocando a cuatro amigas, cuatro compañeras de cuando estudiaban juntas en el colegio del Sagrado Corazón de Jesús,  años 60, muchachas en flor de la Barcelona fina. ¡Ahhh! Al margen de que llevárselas a Italia ha sido una idea inoportuna, porque nada más llegar a Roma se decretó el confinamiento por coronavirus, al margen de esta fatalidad, este nostálgico reencuentro ha tenido momentos de una inquietante intensidad.

De las cuatro amigas de Merceditas, una recordó entre sollozos cómo le ha ido en su vida de casada. Decía: «La noche de bodas él se la pasó roncando. Yo, despierta con una botella de Trinaranjus. Mi marido no me dio un beso en la boca nunca. Me pasé años y años enclaustrada en casa. Una noche ya no pude más y tuve que llamar a los Mossos» o sea, además del rompimiento, malos tratos y agresiones. Hoy sigue herida: tiene nietos y no se los dejan ver, no los conoce todavía. Otra amiga, ésta sin sollozos pero con ira, le contó que su primer marido era tan maligno que tuvo que pedir ayuda a un sacerdote que vivía en la calle Teodora Lamadrid, y en lugar de socorrerla la acorraló contra una pared y no la dejaba salir. Y Merceditas exclamaba: «O sea que le vas a pedir consejo al cura ¡y él lo que quería es empotrarte!» y se horrorizaba mucho.

La tercera amiga le contó que ha tenido una vida llena de desdichas: «A mí se me han quemado dos casas. Reducidas a cenizas. Eso no le pasa a nadie. Lo entendí como un mensaje. Comprendí que no debía apegarme a las cosas materiales. Ahora trabajo e una Fundación que ayuda a los Menas». Y los servicios de postproducción pusieron entonces aquel bolero tan triste, Veinte años, que cantaban Omara Portuondo y Compay Segundo«Si las cosas que uno quiere se pudieran alcanzar (..) Son un pedazo del alma que se arranca sin piedad». ¡Ahh! Que tremendo programa le ha salido a Merceditas. Aquellas niñas en flor del Sagrado Corazón de Jesús, alegres colegialas de aquella Barcelona fina, hoy, 50 años después, cada arruga es una herida.