TÚ Y YO SOMOS TRES
Un grito aterrador en el festival cornúpeta
Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
Ferran Monegal
El festival cornúpeta de la República Dominicana (La isla de las tentaciones) está rompiendo los audímetros. Tiene una audiencia estratosférica. El imperio Mediaset lo va emitiendo, alternativamente, por Cuatro y por Tele 5. No sé si las normas de concesión estatal de una cadena permiten usarlas así, como si fuesen cazuelas que se llenan con el mismo engrudo. En cualquier caso, el fenómeno cornúpeta-televisivo está ahí, floreciendo con colosal potencia. ¡Ah! La condición humana es tremenda: ver cómo nacen cuernos ajenos parece que divierte mucho. Ahora mismo está causando furor y comentarios infinitos ese grito desesperado que lanzó Christofer cuando Mónica Naranjo, la madame de esta especie de maison del cuerno, le dijo: «¡Mira, Christofer; mira lo que hace Fani, tu amada Estefanía!». Y le pasó el vídeo de su esposa, o pareja, amartelada con el pollastre Rubén, un hercúleo elemento subcontratado y repescado de otro programa de este imperio, Mujeres y Hombres y Viceversa.
¡Ah! Las escenas eran muy bonitas. Primero fileteándose la boca en la piscina, luego restregándose los cuerpos mientras él le iba diciendo, señalándose el paquete: «¡Se me está poniendoooo!», y ella, maravillada, contestando: «¡Ya lo noto, yaaa!». Y luego finalmente, más recalentados que los babuinos del Serengueti, que son los micos más salidos del mundo, luego, les decía, le enseñaron con cámara oculta a su amada machihembrada con Rubén metidos en la camita.
¡Ah! Temimos que a Christofer lo tuvieran que ingresar en un hospital de Santo Domingo. Pero no. Christofer, dentro de su tormento, tuvo un punto de dignidad cornúpeta. Se levantó, dejó de mirar la pantalla en la que veía reflejado el doloroso nacimiento de sus cuernos, tiró la petaca del sonido, salió corriendo, llegó a una playa, y allí, frente al Caribe, se puso a gritar, con una desesperación infinita: «¡Estefaníaaaaaa!». ¡Ahh! Y ese es el grito que retumba ahora por toda la España invertebrada y cotilla.
Hombre, por mucho teatro que haya en este show, hay un punto de tragedia indiscutible. No hay cheque bancario que atenúe la contemplación de la propia cornamenta. Los derechos humanos consagran este principio: ‘odo cornudo tiene derecho a no saberlo, aunque lo sepa todo el mundo’ Claro que hablar de derechos humanos en la tele es cuando menos surrealista.
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