CRÓNICA

El esplendor de Ani DiFranco

La cantautora estadounidense ofreció una exhibición de madurez en Apolo

Ani DiFranco, durante su concierto del domingo en la sala Apolo.

Ani DiFranco, durante su concierto del domingo en la sala Apolo.

JORDI BIANCIOTTO
BARCELONA

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Aquella Ani DiFranco revoltosa, justiciera, que hace cerca de dos décadas comenzó a visitarnos repetidamente, con pases recordados como el del segundo Doctor Music Festival, Bikini o Zeleste, en aquellos tiempos en que venía a actuar cada año, ha templado los ánimos y, sin dejar de ser ella misma, ha adoptado unas formas más serenas. Ya no necesita parecer enfadada con el mundo para resultar creíble, ya no hace falta que sus canciones sean listados de agravios sociales o de género, porque el hilo conductor es su arte y su sensibilidad para componer canciones como las que integran su nuevo disco, Allergic to water, que saldrá el 14 de octubre y que picoteó en su recital del domingo en Apolo.

Hacía seis años que no pasaba por Barcelona, y vimos a una DiFranco cuarentañera que ha aprendido que los momentos de vigor son más arrolladores cuando contrastan con expresiones de sutileza, como las que abundan en su nueva obra. Canciones que, más allá de sus formas pausadas, apelan a la vitalidad, como Harder than it needs to be y See see see see. O ese llamamiento a la celebración existencial que es Happy all the time, donde, a través de acordes diáfanos y una entonación resabiada, acude a Buda, Jesucristo e Isis para concluir que, aun valorando el sufrimiento de quienes nos precedieron, el martirio no está hecho para ella: «Siento una gran admiración / por quienes levantaron la humanidad / pero temo que su gran don / no tiene que ver conmigo». 

PODER DE COMUNICACIÓN / Fue una DiFranco sencilla, sensual, incisiva, con sus dotes comunicativas de siempre, que tuvo suficiente con dos cómplices, bajo y batería, para llevar a buen término un recital que recorrió estados de ánimo y en el que lució sus aptitudes con la guitarra, valiéndose de su repertorio de púas con las que golpea las seis cuerdas con nitidez. Hora y media que se hizo corta y que en su tramo final recorrió clásicos como Untouchable face, Shameless y, en los bises, un Gravel tan refrescante como en los tiempos del disco en directo Living in clip. Aún más poderosa que entonces.