Incendio en Valencia

"Mi hijo ya no quiere dormir en su cuarto porque está traumatizado"

Cientos de familias que viven a escasos metros del edificio calcinado cuentan el horror de vivir en la zona cero: "Parece que vivamos en la guerra"

"El problema no es ver un edificio quemado. Es saber lo que ha pasado en el interior"

Vistas desde la habitación del hijo de Raquel desde las que se ven los restos del edificio calcinado.

Vistas desde la habitación del hijo de Raquel desde las que se ven los restos del edificio calcinado. / / FRANCISCO CALABUIG

Abraham Pérez Coronado

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Va a tener que pasar tiempo hasta que la ciudad de València se recupere de las secuelas del terrible incendio que arrasó con uno de los edificios más emblemáticos de Campanar. Sin embargo, cuando las miradas apunten hacia otro lado y el terrible suceso pase a la memoria colectiva de la ciudad, cientos de personas tendrán que vivir anclados en una tragedia que de manera indirecta también ha cambiado sus vidas para siempre.

Son los cientos de vecinos cuyas viviendas están ubicadas a escasos metros de la zona cero. Familias que un día se trasladaron a alguno de los residenciales que hace dos décadas se levantaron en esta zona de la ciudad y que desde el pasado jueves cada vez que se asoman a la ventana el paisaje que se encuentran es la devastación, con la incertidumbre además de no saber hasta cuándo se va a dar esta situación. Ellos también son afectados, aunque saben que han corrido mayor suerte que las 137 familias que lo han perdido todo. Con todo, sus vidas también han cambiado para siempre, o al menos, hasta que se decida qué se va a hacer con el esqueleto del que un día fue uno de los edificios más populares del vecindario.

Temor a que colapse el edificio

Uno de ellos es Sergio, un hombre que vive a escasos 15 metros del inmueble calcinado. Su vivienda, toda exterior y con un balcón de unos 6 metros de ancho, se encuentra justo enfrente del edificio. «Impresiona mucho. Es que abres la ventana y parece que estás viviendo en un sitio de guerra. Y lo peor de todo es la incertidumbre de saber cuanto tiempo vamos a tener que ver esto», expresa, al tiempo que lamenta la falta de información sobre cuál será el futuro de lo que un día fue un edificio vanguardista y ahora solo son cenizas y escombros: "¿Se va a tirar? ¿Cuándo? ¿En 6 meses? ¿En un año? ¿Cómo lo van a tirar?".

Vistas desde el salón de casa de Sergio, que vive a escasos 15 metros del edificio calcinado.

Vistas desde el salón de casa de Sergio, que vive a escasos 15 metros del edificio calcinado. / / LEVANTE-EMV

Preguntas que habrá que esperar para tener respuesta, pues sabe que es pronto y que apenas han pasado unos días desde el incendio. Con todo, subraya las secuelas que está provocando en su día a día, especialmente en la de sus hijos. "El primer día nos dijeron que podía haber riesgo de colapso. Ahora parece que está descartado pero el miedo sigue ahí. Yo tengo dos hijos pequeños que pasean a diario cerca de la zona y quieras que no, el miedo está. Además, es que estos días están cayendo constantemente trozos de fachada"

Asimismo, señala las secuelas que ha dejado este horrible suceso en toda la familia, especialmente en sus hijos. "Cuando pasó el incendio mi hijo mayor estaba en casa. Pudimos ver a vecinos saltando de los balcones. Tuvimos que quitar las mosquiteras por miedo a que el fuego se pasara a nuestra casa. El pequeño por suerte no vio nada, pero desde que pasó todo esto no se separa de nuestro lado. Duerme incluso con nosotros"."El problema no es ver un edificio quemado. Es saber lo que ha pasado en el interior", subraya.

Pedirán ayuda psicológica

Sergio celebra que por suerte su hijo mayor está gestionando mejor esta situación. "Recuerdo que me decía ‘se está quemando muy rápido, papá’. Al ver la evolución le entró un ataque de nervios pero ahora está mejor. Es que las imágenes que ha visto son muy duras. Y lo peor es que tenemos que seguir viendo esta estampa todos los días", cuenta mientras señala que "estos días estamos dando una vuelta enorme para evitar ver la finca, pero es que es imposible".

Una situación similar es la que atraviesan Raquel Lacasa y Alejandra Leonard, dos vecinas del barrio que, como Sergio, viven muy próximos a la zona cero. El testimonio de Raquel es desolador, pues cuenta como desde que las llamas devoraran el edificio su hijo de nueve años "ya no quiere dormir en su habitación. Está traumatizado. Es que no quiere ni entrar". La mujer cuenta que la primera noche decidieron irse a dormir a casa de unos amigos, pero desde entonces están durmiendo en el comedor. "Tenemos un sofá cama y dormimos ahí porque da al interior del residencial y desde ahí no se ve nada. De momento lo vamos a hacer unos días más a ver si se le pasa".

Raquel, Alejandra y sus hijos de nueve años se enfrentan todos los días a esta estampa.

Raquel, Alejandra y sus hijos de nueve años se enfrentan todos los días a esta estampa. / / FRANCISCO CALABUIG

En sus palabras, lo peor de todo es no saber cómo ayudarle a gestionar este miedo. "Le digo que cuente lo que siente. Que lo exprese. Estoy intentando que no vea las noticias para que no reviva lo que pasó, porque es que lo vieron todo, estaban en el patio del complejo cuando pasó todo. El problema es que cuando llegan al colegio otros niños lo hablan".

A este respecto, la mujer cuenta como el viernes (el primer día tras el suceso) llamó al centro escolar para avisarles de la situación. "Llamé a la profesora y se lo conté. A la salida su tutora me dijo que durante la oración que hicieron por los fallecidos (estudia en un centro católico) el niño se puso a llorar y le dio un ataque de ansiedad". Es por ello que la mujer está estudiando recurrir a profesionales "para que le ayuden a asimilar lo que ha pasado y a convivir con ello. Yo intento taparlo, pero viviendo aquí es imposible". Asimismo, señala las secuelas que arrastra ella mismo por lo impactante de lo vivido. "Me estoy planteando irme fuera estas fallas. ¿Tú crees que voy a ser capaz de ver una cremà? Es que es imposible".

"Hay que darles tiempo"

Por su parte, Alejandra Leonard, también madre de una niña de nueve años, cuenta que su hija lo está digiriendo mejor "aunque lleva unos días que llora por tonterías. Llora porque no se puede atar el cordón, porque se cierra la puerta demasiado fuerte... Son tonterías pero estamos intentando no dar importancia y tener más paciencia. Hay que darles tiempo para que suelten todo lo que llevan dentro", dice.

En su caso, su hija ya ha comenzado a recibir asesoramiento psicológico en el colegio, algo que la mujer cree que le está ayudando a lidiar con todo lo vivido. "Le dijo la psicóloga que tenía que contar lo que sentía y ahora no para de decir todo. Es curioso escucharla hablar con tanta naturalidad y aconsejar a sus amigos a que lo hagan también. La verdad es que creo que está ayundándole mucho", explica.

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