Investigación

"La muerte de su asesino no nos devuelve a Erika", dice el entorno de la familia Yunga

Los padres de la niña mantienen silencio tras el suicidio del autor del crimen y sus allegados esperan que sea "el capítulo final de su calvario"

Compañeros y amigos de Erika Yunga salen de su funeral en la capilla de la residencia María Inmaculada, el 7 de abril de 2022, cargados de ramos y coronas de flores.

Compañeros y amigos de Erika Yunga salen de su funeral en la capilla de la residencia María Inmaculada, el 7 de abril de 2022, cargados de ramos y coronas de flores. / Luisma Murias

Amor Domínguez / Elena Fernández-Pello

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Igor Postolache, el

asesino

de la niña Erika Yunga, fue encontrado muerto el pasado miércoles por la mañana en su celda de la prisión de Mansilla de las Mulas, en

León

, la víspera de su traslado al penal de Teixeiro, en La Coruña. La noticia ha reavivado el dolor de la familia de la niña, que tenía 14 años cuando fue asaltada por su asesino en el portal de su casa cuando regresaba del colegio. Postolache la retuvo en su vivienda, en el mismo edificio, en el barrio de Vallobín, la violó y la asesinó. El entorno de los padres y los hermanos de Erika confía en que la muerte de su asesino "sea el capítulo final del calvario" por el que están pasando y desean que, a partir de ahora, "puedan llevar su dolor en privado".

Cuentan quienes les conocen bien que los padres de Erika Yunga buscan refugio a su dolor en su profunda fe. Emigraron a

Asturias

desde Ecuador hace más de 20 años, con su hijo mayor, se establecieron en Oviedo y aquí nacieron los dos pequeños. Erika era la menor. El suicidio del asesino de su pequeña no es un consuelo para ellos. Una persona de su círculo próximo comentaba ayer que esa muerte "no les devuelve a su hija" y añadía que "son tan buenas personas y tan religiosas que no se van a alegrar de ello". "Queremos pensar que al final le pudo la culpabilidad, que asomó la humanidad a través de lo maravillosa que es Erika", manifestó.

"No podemos perder la esperanza ni dejar de creer en la bondad de las personas", afirma Sor Alicia, la madrina de la víctima

Los que aman a Erika, sus parientes y sus amigos, continúan hablando de ella como si estuviera viva. "Ella sigue siendo, y en presente", recalcan. El sufrimiento de la familia Yunga es intenso y ahora espera poder vivirlo con absoluta privacidad. Según refieren sus allegados, estos están siendo "momentos de sentimientos encontrados". Revivir una y otra vez lo sucedido el 5 de abril de 2022, el día en que su hija fue asesinada, ha sido una pesadilla. "Cuando salieron todos los hechos publicados, con todo tipo de detalles, fue atroz para ellos", afirman. Para evitar más dolor declinaron asistir al juicio. Ahora confían en que el suicidio de Igor Postolache sea el último episodio de esta inmensa tragedia que se encuentren en la prensa. "Dicen que, cada vez que tienen que leer cómo murió su hija, mueren ellos", declaró ayer una fuente cercana a la familia.

La madre de Erika Yunga trabaja desde hace años en el Centro Concertado de Formación Profesional "María Inmaculada", en el casco histórico de Oviedo. La comunidad religiosa que lo gestiona ha arropado a la familia Yunga durante todos estos meses y ha sido uno de sus grandes soportes. Su superiora, Sor Alicia, Alicia Fernández, que era la madrina bautismal de Erika, pidió ayer que se respete el deseo de la familia de llevar su duelo calladamente. "Tenemos que pedir al Señor que nos dé fortaleza y esperanza, no podemos perder la esperanza ni dejar de creer en la bondad que hay en las personas", dijo.

Cuando acabó con la vida de Erika, Igor Postolache tenía 32 años. Había nacido en Moldavia y había vivido con su madre en Trubia. Tras su detención se negó a declarar. En febrero de este año reconoció que el crimen había sido premeditado y aceptó la prisión permanente revisable. El de Erika fue el último y más grave episodio de una serie de incidentes que había protagonizado entre 2018 y 2019, acosando a varias chicas por las calles de Oviedo.

En la cárcel de León donde fue recluido Igor Postolache no dio problemas por su comportamiento ni protagonizó ningún incidente. No mantenía relación ninguna con otros presos ni apenas con los funcionarios. Solo recibía las visitas de su madre, con mucha frecuencia y a veces más de un par de veces por semana.

El pasado martes los funcionarios le comunicaron que iba a ser trasladado a otra prisión, la de Teixeiro, en La Coruña, y esa tarde, después de comer, fue trasladado a una celda del módulo de ingresos, donde permaneció solo. Esa misma noche Postolache se ahorcó con un cordón atado a un travesaño de la celda.

Fuentes del penal leonés indicaron que Igor Postolache no dejó ninguna nota de

suicidio

.

La cárcel de Teixeiro, en la provincia de La Coruña, donde iba a ser trasladado a la mañana siguiente de suicidarse, está a 249 kilómetros de Oviedo, casi una hora más de distancia respecto a la de León, lo que haría más difíciles y menos frecuentes las visitas de su madre. La decisión de trasladar a Postolache no respondía a ninguna sanción disciplinaria, sino a "cuestiones organizativas", según fuentes penitenciarias.

Instituciones Penitenciarias

ha abierto una investigación sobre el suicidio. Los primeros datos apuntan a que Postolache, que ya no estaba sometido a ningún protocolo antisuicidio, entró libre y tranquilamente en la celda donde iba a pasar su última noche en León. No fue, por tanto, registrado ni cacheado. Se despidió con educación de dos funcionarios, dándoles las buenas noches. Cuando se quedó solo en la celda se ahorcó.

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