Celebración en pandemia

17.000 desalojados en botellones y más vecinos quejosos por las fiestas privadas

Botellón en el Born, el sábado 15

Botellón en el Born, el sábado 15 / REUTERS / NACHO DOCE

Guillem Sánchez

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“No ha habido una desescalada. Se ha pasado de vivir en un estado de Alarma con toque de queda a que apenas haya limitaciones. De golpe. Se ha dado el mensaje de que el covid se había terminado. Y no se ha terminado”, reflexiona un mando de la Guardia Urbana de Barcelona para tratar de explicar el fenómeno de los botellones multitudinarios que ha vuelto a reproducirse en la ciudad por segundo fin de semana consecutivo. La pandemia ha matado a más de 22.000 personas solo en Catalunya, 61 de los cuales han fallecido en la última semana, y el miedo nulo que se aprecia en estas aglomeraciones festivas a reanimar un contagio que finalmente cae resulta inquietante para las autoridades sanitarias.

Entre el viernes y el domingo pasados, el dispositivo conjunto de la policía municipal y los Mossos d’Esquadra ha desalojado a un total de 17.000 personas que bebían alcohol en la vía pública. Los agentes han interpuesto asimismo más de 600 sanciones a infractores de las medidas de prevención que siguen vigentes para detener el avance de la pandemia. Son multas que incluyen a personas que no respetaban las distancias de seguridad o que no utilizaban mascarillas, por ejemplo.

El viernes por la noche de desalojó a 7.000 jóvenes –y no tan jóvenes– por consumir alcohol en la vía pública. El sábado fueron 9.000 las personas evacuadas por ese motivo. Y el domingo, unas 1.000. Las zonas más conflictivas son las playas –la de Sant Miquel y el tramo del Hotel Vela, ambos espacios aglutinaron el sábado a unas 2.500 personas– y el paseo del Born y el paseo de Lluís Companys. En el segundo la concentración alcanzó las 500 personas y el tercero rozó las 1.000. Este último espacio es el lugar en el que se acumulan individuos obligados a salir del recinto de la Ciutadella cuando se cierra el parque.

Los botellones más modestos, sin embargo, se repitieron en casi cada plaza pública de la ciudad. El dispositivo conjunto había desplazado patrullas de paisano desde las 20.00 horas pero de madrugada la sala de control tuvo que enviar dotaciones de antidisturbios de ambos cuerpos policiales para disolver las aglomeraciones más importantes. “Hubo pocos bebedores que se encararan con los policías pero alguno había. El caso más grave se produjo el primer fin de semana en la plaza de la Virreina, con lanzamientos de botellas contra los agentes”, explica un mando del cuerpo municipal, que confía en que la reapertura del ocio nocturno sirva para diluir el entusiasmo juvenil por el renacido botellón. Aunque existen dudas razonables de que con las discotecas en marcha desaparezcan los botellones, un fenómeno que se daba por extinguido en la ciudad. Preocupa que se le coja "el gusto" a beber en la vía pública porque es "más económico". Pero esa forma de divertirse, con o sin pandemia, está prohibida por la ordenanza municipal que trata de conjugar el ocio con el descanso de los vecinos.

Vecinos molestos

Los vecinos no solo tienen dificultades para descansar debido a los botellones. El final del toque de queda también ha dado luz verde a las fiestas privadas en los domicilios. Durante la noche del sábado, la Urbana recibió 140 llamadas de personas que protestaban por el exceso de ruido procedente de un guateque en casa del vecino. La media habitual es de 90 llamadas. Es solo un dato más que indica que la ciudad tiene ganas de fiesta y todo sigue cerrado de madrugada.

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