Silenciadas

En 8 de cada 10 casos de violencia sexual en la infancia la víctima es una niña o una adolescente.

En 8 de cada 10 casos de violencia sexual en la infancia la víctima es una niña o una adolescente. / Save the Children/Pablo Blázquez

Catalina Perazzo. Directora de Incidencia Social y Políticas de Infancia de Save the Children

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Con motivo del 8 de marzo, día internacional de la mujer, toca hablar de violencia sexual. Porque ser mujer es un factor de riesgo para sufrirla. Y lo hacemos desde Save the Children porque en el 44,5% de las denuncias por delitos sexuales, la víctima es una persona menor de 18 años. La infancia y la adolescencia, que no llega al 18% de la población, se encuentra sobrerrepresentada como víctima en este caso. Además, en 8 de cada 10 casos de violencia sexual en la infancia la víctima es una niña o una adolescente.

Y hablamos de ello en el marco de este día porque la desigualdad, los estereotipos y los roles de género son el caldo de cultivo en el que se produce esta violencia. Los niños y niñas crecen y construyen su sexualidad en un contexto marcado por la hipersexualización, la cosificación de las chicas, la obligación de los chicos de ser demandantes y la pornografía como instructora.

Con este tipo de análisis queremos ser altavoz de la realidad y contribuir a que lleguen las voces de quienes muchas veces están silenciadas. La normalización de ciertas formas de violencia hace que muchas chicas no identifiquen comportamientos como lo que son, pero también la respuesta que perciben que se da tanto desde el sistema como desde la sociedad las desanima a denunciar. Las chicas nos dicen incluso que podría ser más duro enfrentarse a la etiqueta de «puta» que a la de «víctima», que temen las acompañaría siempre. Preferirían que se perpetúen las creencias de que las chicas tienen la culpa por cómo se visten, dónde van o lo que dicen, creencias que junto a las de que si no hay violencia no hay agresión o que si no hay resistencia hay consentimiento, conducen a la culpabilización de la víctima a la vez que justifican la actuación del agresor.

Tenemos que ser conscientes de que los niños y las niñas reciben mensajes desiguales y que es necesario educarles teniendo en cuenta esas diferencias. Tenemos que poder explicarle a nuestros hijos e hijas por qué la gente se sorprende si ella quiere jugar al fútbol, el disfraz de astronauta está en la sección de niños o por qué él tiene que ser duro y no llorar. A pesar de que se han producido avances, hay cambios que no se conseguirán sin unas acciones deliberadas por cada uno y cada una. Tenemos que cuestionarnos aquellos esquemas que conducen a estereotipos, roles y cualquier prejuicio.

También es responsabilidad de cada persona aprender para tener una actitud crítica ante los contenidos o información que vemos u oímos, pero para ello, se necesita el apoyo de las familias, la comunidad y de las instituciones. El silencio no es la respuesta.