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El tocador de la Edad del Hielo

Conchas, huesos, dientes y piedras forman el mayor catálogo de joyas de la Edad del Hielo, acabado de publicar

Los estilos de ornamentos de las poblaciones europeas guardan escasa relación con su genética, lo que confirma que la humanidad lleva mezclándose desde siempre

Joyas de la edad del hielo

Joyas de la edad del hielo / Jack Baker

Michele Catanzaro

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Conchas del Mediterráneo y del Atlántico; dientes de oso, caballo, zorro o ciervo; ámbar; huesos; piedras en formas de ubres o de búhos… y así hasta 134 tipos distintos de joyas prehistóricas. Es lo que conforma el mayor catálogo de ornamentos corporales de la Edad del Hielo, que se acaba de publicar en la revista 'Nature Human Behaviour'.

La recopilación revela algo sugerente. Primero, que ya hace 30.000 años había una gran diversidad cultural en Europa. Segundo, que esta diversidad guarda escasa relación con la genética: gentes con ancestros comunes llevaban joyas distintas y gentes con ancestros apartados compartían estilo. En otras palabras, la mezcla de poblaciones es muy antigua.

El estudio se ha presentado por algunos expertos como una reivindicación de la arqueología de toda la vida frente a los estudios con ADN antiguo, que han alborotado el sector, avanzando audaces hipótesis sobre acontecimientos y culturas en base a la genética de poblaciones. 

La edad de las venus paleolóticas

El trabajo se ha centrado en los 10.000 años que transcurrieron entre hace 34.000 y 24.000 años. Se trata del periodo gravetiense una época del paleolítico superior, mejor conocida por la eclosión de las venus paleolíticas. Ese periodo se emplaza hacia el final de la Edad del Hielo, una época en la cual Europa era extremadamente fría. 

“En este periodo, existe la mayor cantidad de sepulturas paleolíticas conocidas en Europa”, explica Jack Baker, investigador de la Universidad de Burdeos (Francia) y coautor del trabajo. Eso le ha permitido recopilar una muestra de joyas encontradas encima de 32 esqueletos en el continente y sumarlas a las halladas en viviendas de la época. 

Tradicionalmente, el gravetiense se ha considerado como el último periodo en el cual había una cultura única en toda Europa. Estudios recientes habían detectado que existían al menos dos grandes grupos genéticos. 

Catálogo minucioso

Baker dedicó buena parte de su tesis doctoral a rebuscar entre revistas arqueológicas en diez idiomas distintos, para encontrar cuantas más joyas se habían hallado en las excavaciones de esa época. El paleoantropólogo escribió a decenas de investigadores para tener descripciones detalladas de cada una de ellas. “Es un esfuerzo de recopilación que merece un gran reconocimiento. Es difícil manejar datos de un territorio tan amplio”, observa Inés Domingo, prehistoriadora de la Universitat de Barcelona, no implicada en el trabajo.

Joyas de la edad del hielo

Joyas de la edad del hielo / Jack Baker

Baker y colaboradores identificaron 134 tipos de ornamentos. A cada excavación, se le puede asignar un código numérico, que encapsula la presencia o ausencia de cada categoría de joya – una especie de “ADN” del estilo de ese lugar. “Con estos códigos, se puede calcular la distancia cultural entre las tipología de joyas usadas en cada sitio”, explica el investigador. 

Aplicando métodos estadísticos, el equipo ha identificado nueve grandes grupos en Europa, que usaban joyas parecidas en su interior y distintas a las de los otros grupos. Los autores tildan los nueve grupos de culturas distintas. “La decoración corporal es un motivo de identidad personal y de grupo de excepcional interés”, afirma Enrique Baquedano, director del Museo Arquológico Regional de la Comunidad de Madrid, no implicado en el trabajo.

Cultura y genética

Lo interesante es que esos grupos guardan escasa correlación con la genética. Por ejemplo,en los restos humanos de las excavaciones catalanas de Mollet y Reclau Viver, en las cuales abundan las conchas mediterráneas, tienen genética muy parecida a los de La Rochette y Fournel, en el Sur de Francia, donde el estilo era totalmente distinto, con abundancia de dientes de mamíferos y marfil. Este estilo, a su vez, se parece al que se halla en yacimientos mucho más alejados tanto por distancia (en el Norte de Europa) como por genética.

En este caso, están los Pirineos de por medio, pero hay ejemplos donde no hay barreras geográficas obvias y sin embargo se encuentran diferencias de estilo en las joyas de poblaciones genéticamente parecidas y físicamente cercanas. 

Tampoco se puede explicar todo con la disponibilidad de recursos. “En el este de Europa prevalecen las joyas de dientes de zorro, en el Oeste de reno. Pero había zorros y renos en ambos sitios”, observa Baker. En otras palabras, hay de por medio una elección cultural de un estilo frente a otro. 

Joyas de la edad del hielo

Joyas de la edad del hielo / Jack Baker

El cuadro hallado por el estudio es mucho más matizado que el de las dos grandes poblaciones identificadas en los estudios genéticos. “La genética es extremadamente útil, cómo un punto de partida y para entender los movimientos de poblaciones. Sin embargo, sólo con la genética no tendremos mucha información sobre la cultura”, explica el investigador. 

“A nivel cultural hay mucha más diversidad que a nivel biológico. Afirmar que la diversidad genética y la cultural son distintas debería ser obvio”, afirma Domingo. “Estos estudios demuestran que los grupos humanos nos hemos mezclado desde siempre”, añade Baquedano.

No obstante, ambos expertos llaman a no tomarse literalmente las nueve culturas identificadas por el trabajo. Las decenas de yacimientos del gravetiense no dejan de ser una muestra pequeña de 10.000 años de prehistoria.

"Quienes estudiamos el pasado vivimos siempre en un castillo de naipes, donde las conclusiones actuales se pueden venir abajo a medida que se hagan nuevos descubrimientos”, concluye el experto. 

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