Ático de Gijón

Mensaje desde el pasado: esto contenía una cápsula del tiempo escondida tras la pared

Un constructor halla al reformar un inmueble una botella con una carta "para las generaciones posteriores" de los obreros que levantaron el edificio

Alfredo Barro sostiene la botella en la que encontró la carta en el ático que está reformando en Gijón.

Alfredo Barro sostiene la botella en la que encontró la carta en el ático que está reformando en Gijón. / MARCOS LEÓN

Pablo Palomo

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Como el mensaje de un náufrago solo que, en vez de al mar, a la inmensidad del tiempo, esperando quien lo encuentre. Ese alguien fue Alfredo Barro, un constructor gijonés, que nunca en sus años de oficio descubrió algo tan curioso: una cápsula del tiempo detrás de la pared del ático que está reformando en Gijón. La cápsula contiene una carta manuscrita fechada en 1964 y que lleva la firma de los trabajadores que levantaron el bloque de once plantas que hace esquina en la calle Cabrales con Covadonga. La carta estaba dentro de una vieja de botella de coñac, que empleaban los obreros para el vino del bocadillo, y su objetivo es el más humano posible: "Dejar constancia de nuestro nombre a las generaciones venideras".

Alfredo Barro se encontró la botella la pasada semana. El mensaje estaba en el anverso de una nómina de la empresa Construcciones Faustino Cadavieco, la que hace 60 años inició la construcción del edificio. La botella se hallaba detrás de una pared, colgada de un alambre oxidado. Dentro de ella estaba la carta y una tarjeta de un albañil llamado Joaquín Cueto Cifuentes, de Cabueñes, con el nombre de todos los firmantes en el dorso. Son Severino Cadavieco, Luis López Gameniel, José Ramón Morán Díaz, Joaquín Cueto Cifuentes, Juan Carlos Paraje Manso Juan Manuel Gómez. Son los constructores, encargados, oficiales, peones y ayudantes de obra.

El mensaje que contenía la botella hallada por Alfredo Barro.

El mensaje que contenía la botella hallada por Alfredo Barro. / MARCOS LEÓN

"Llevo muchos años haciendo obras y nunca había encontrado nada tan singular", confiesa Barro, que guarda como oro en paño la vieja botella de coñac donde estaba la cápsula del tiempo. "Sería bonito poder dar ahora con alguno de los firmantes", añade el constructor, consciente de que el tiempo, esta vez, juega en su contra. "Es complicado, lo sé, porque si el albañil tuviera unos 40 años cuando dejó el mensaje sería ahora muy mayor, pero quizás alguno de los peones pudiera tener unos 20", relata. "Sería precioso que pudieran venir a ver la obra y poder hablar con ellos, que nos contaran anécdotas de su tiempo", explica Alfredo Barro.

La carta no se anda por las ramas. El texto hace referencia a la fecha en la que se escribió y detalla que los firmantes de la misiva acuerdan introducir un mensaje, a modo de "cápsula del tiempo", dentro de la botella de coñac, "que posteriormente contuvo vino común", para que de "su nombre quede constancia a las generaciones venideras". En la parte baja del folio, todos ellos estampan su firma. Y ahí se les pierde la pista. Nadie, por ahora, solo ellos, sabe qué les depararon los años. Ni tampoco cuándo esperaban que el mensaje fuera encontrado, ni siquiera si tenían esperanzas de que algún día fuera hallado. "Alguna vez, envolviendo tuberías, encontramos periódicos viejos, que tienen su gracia porque ves los anuncios de la época, pero nunca habíamos encontrado algo así", insiste Barro, que lleva poco más de un mes con la obra con su empresa Innova y Mejora.

Alfredo Barro sostiene la botella en la que encontró la carta en el ático que está reformando en Gijón.

Alfredo Barro sostiene la botella en la que encontró la carta en el ático que está reformando en Gijón. / MARCOS LEÓN

El mensaje de estos trabajadores sirve, no obstante, para viajar a su tiempo. A seis décadas en el pasado, a un mundo en el que el hombre aún no había llegado a la Luna, John Lennon aún lideraba "The Beatles" y a Asturias estaba aún llegando la televisión. La primera emisión regular, con permiso de la que hubo en Gijón en la tienda Mercurio en 1958, fue precisamente en el año en el que se firmaba la carta de estos obreros. Era un tiempo en el que a Franco aún le quedaban once años de vida, a Kennedy lo habían matado hacía pocos meses y en España aún coleaba el éxito de una de las películas del año: "La verbena de la Paloma".

Lo que no ha cambiado tanto es la vocación del ser humano de que se conozca su nombre. Dejar algún legado de su existencia. Hacia la década de los setenta, la NASA lanzó al espacio varias sondas, las "Voyager" y "Pioneers", con información sobre la Tierra por si alguien en los confines del Universo se las topa. El científico Carl Sagan las describió como "botellas lanzadas al océano cósmico". Nadie ha encontrado por ahora esos mensajes. El de los obreros del edificio de la calle Cabrales, sí.

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