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Aprender a abrazar la vida

Entre junio del 2014 y junio de este año se notificaron en Catalunya más de 39.000 episodios de conducta suicida, si bien es cierto que durante el primer semestre del 2023 la cifra se redujo en un 2,9% respecto al mismo periodo del año anterior

Mesa redonda sobre la prevención del suicidio por la Generalitat.

Mesa redonda sobre la prevención del suicidio por la Generalitat. / Zowy Voeten

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El suicidio de una persona es un alud que arrasa con todo lo que encuentra por el camino. Es un tsunami de dolor, de culpa, de confusión y silencio. Es de todo menos un número. Sin embargo, para analizar el fenómeno de una forma global, es necesario echar mano de la estadística. Según datos de la Conselleria de Salut, durante el año 2022 fueron 607 las personas que decidieron quitarse la vida (una media de 50 al mes). Una cifra que ha aumentado en un 20% en la última década y que, por ejemplo, cuadriplica las muertes por accidentes de tráfico.

A la luz de estos datos, el suicidio se ha convertido en un asunto prioritario en las agendas de las administraciones públicas, de los servicios sanitarios y el resto de agentes que velan por la salud mental y el bienestar emocional. Y la clave para tratar el problema es hacer que deje de ser un tabú. 

Por eso, el pasado 20 de diciembre EL PERIÓDICO organizó una mesa redonda para abordar el tema y reflexionar sobre posibles vías de mejora. En ella participaron Manel Balcells, conseller de Salut; Montse Dolz, directora de Salut Mental Infanto-Juvenil del Hospital de Sant Joan de Déu; Diego Palao, director de Salut Mental de la Corporació Sanitària Parc Taulí y coordinador del Pla de Prevenció del Suïcidi de Catalunya (PLAPRESC); y, finalmente, Cecília Borràs, presidenta de Després del Suïcidi-Associació de Supervivents (DSAS).

Abrió el diálogo el conseller, quien expresó su preocupación por los datos antes mencionados: “Cuando alguien llega a provocarse voluntariamente la muerte es porque han fracasado muchas cosas antes. De hecho, ha fracasado todo. Estamos ante un problema grave, del que nos estamos ocupando. Y para ello, es necesario conocer bien las causas para hallar soluciones”.

Manel Balcells

Manel Balcells / Zowy Voeten

“El número telefónico 061 se ha convertido en clave para la estrategia de prevención del suicidio”

Manel Balcells

— Conseller de Salut de la Generalitat de Catalunya

Entre esos factores, Montse Dolz citó “las enfermedades mentales severas; el malestar emocional, que puede conducirnos a una crisis; y un contexto social y cultural específico”. Sin querer quitar yerro al asunto, Dolz precisó que el comportamiento suicida no se ha mantenido estable en el tiempo: La estadística muestra un “comportamiento en sierra”, con subidas y bajadas. Pero si echamos la vista atrás comprobaríamos que, “en el 2013, el número absoluto de muertes por suicidio era el mismo que el actual”. Lo que a su parecer sí ha aumentado claramente es “la tendencia de verbalización de la conducta suicida y los comportamientos autolíticos”.

Y ahí es cuando se puso sobre la mesa un hecho indiscutible: Que la pandemia por covid marcó un antes y un después en la conducta suicida. “Veníamos de unos años de reducción sistemática del suicidio. Pero en el periodo 2020-2022 ha habido un incremento muy significativo de los casos, así como también se incrementaron en un 25% los diagnósticos de depresión y ansiedad”, confirmó Diego Palao. “Se juntó el impacto económico de la pandemia con la dificultad para acceder a los servicios sanitarios y, por supuesto, el aislamiento social”, añadió el también director de Salut Mental de la Corporació Sanitària Parc Taulí.

Motse Dolz

Motse Dolz / Zowy Voeten

“Hay mayor tendencia a la verbalización de la conducta suicida y los comportamientos autolíticos”

Montse Dolz

— Directora de Salut Mental Infanto-Juvenil del Hospital de Sant Joan de Déu

“Las personas estamos diseñadas para actuar colectivamente, tener relaciones de pertenencia, afectividad, tener objetivos y dar un sentido a nuestra vida. Y con el covid todo eso quedó muy tocado”, dijo Dolz. “Los adultos tenían más herramientas para afrontarlo, pero los jóvenes no. Les faltaba nutrición emocional; y solo tenían una nutrición digital, que quizás no era la mejor”. En este “contexto de privación de lo que era esencial” es donde apareció, según la doctora, toda esa vulnerabilidad de los jóvenes en su máxima expresión.

NO AL SILENCIO

Los ponentes estuvieron de acuerdo en que no existe una única vía de intervención para mitigar el problema del suicidio, sino que se debe actuar desde todos los frentes. El primero de ellos, favoreciendo que las personas con ideas suicidas puedan expresarlo: “La principal herramienta es hablar, gritar, porque al otro lado hay personas que, nos conozcan o no, podrán ayudarnos”, dijo Cecília Borràs. Y apostilló el conseller Manel Balcells: “Pedir ayuda cuesta; pero hablar es un elemento terapéutico en sí mismo. Por eso, hemos de centrar los esfuerzos en que las personas con ideas suicidas lo puedan manifestar”.

Diego Palao

Diego Palao / Zowy Voeten

“El suicidio es un problema de salud, lo que contribuye a la lucha contra el estigma”

Diego Palao

— Director de Salut Mental de la Corporació Sanitària Parc Taulí

Y ya se percibe cierto cambio de mentalidad al respecto. Por ejemplo, hoy día parece que “los jóvenes tienen una actitud mucho más abierta con relación a la terapia”, opina Montse Dolz. “Las nuevas generaciones están compartiendo también lo que les pasa en las redes”. Aunque, para la especialista, este último punto tiene también su contrapartida: “A día de hoy, hablar de estos temas en internet obtiene muchos likes. Y esto puede llegar a generar una especie de apoyo de las ideas suicidas. Es un arma de doble filo”, considera la doctora.

La necesidad de compartir el malestar emocional también es importante en el caso de las personas que sobreviven a un suicidio. “Para ellos, muchas veces es duro seguir viviendo. Y es importante poder verbalizarlo, aliviar la idea de ser una carga para los demás. En una sociedad en la que todo debe ser fácil, en la que no hay tiempo para casi nada, es difícil compartir sentimientos tan profundos como esa oscuridad que te crece dentro”, explica la presidenta de Després del Suïcidi - Associació de Supervivents. Desde esta entidad han atendido este año a más de 250 personas, para hacer que el hogar (donde muchas veces sucede el suicidio o la tentativa) no se convierta en un entorno traumático; para superar el estigma; y para aprender a enfrentarnos a una sociedad que nos cuestiona como cuidadores de quien quiso (o logró) quitarse la vida.

POLÍTICAS PÚBLICAS

Para la reducción de las cifras de suicidio, el Govern de la Generalitat de Catalunya ha puesto en marcha el Pla de Prevenció del Suicïdi de Catalunya, que desde el 2021 y hasta el 2025 incluye medidas que “van más allá del sistema sanitario y de los dispositivos especializados”, puntualizó Balcells. “Hemos de ir allí donde pasan las cosas. Por eso hay que dar apoyo en las escuelas, dar herramientas a los docentes, para una detección temprana. También en la universidad. Y en las prisiones, donde ha habido un incremento importante de los suicidios”. 

Cabe destacar también la importancia del Codi Risc Suïcidi, un protocolo específico de actuación urgente, común para todos los agentes sanitarios implicados, especialmente los equipos de emergencias, y que el Parc Taulí fue pionero en implementar en el 2008.

Cecília Borràs

Cecília Borràs / Zowy Voeten

“Es curioso cuán infelices nos hace este mundo, estando como estamos en una sociedad del bienestar”

Cecília Borràs

— Presidenta de Després del Suïcidi-Associació de Supervivents (DSAS)

Por último, destacó Palao, “es necesario trabajar de forma sinérgica y simultánea entre todos los ámbitos y agentes” para “no llegar a casos tan severos y lograr una sociedad más resiliente, con más capacidades, propósitos y esperanza”, completó Dolz.

Para acabar, la presidenta de DSAS lanzó una interesante reflexión: “Es curioso cuán infelices nos hace este mundo, estando como estamos en una sociedad del bienestar”. Así, Cecília Borràs aludió a un artículo publicado en el New York Times en el año 2012. En aquella publicación –explicó Borràs– se hablaba de cómo el suicidio se había relacionado históricamente con personas sin vínculos familiares, proscritos desde el punto de vista social. Sin embargo –aseguraba aquel escrito– “se estaba produciendo un cambio en el modo en el que los jóvenes veían el suicidio, como una decisión que cualquiera podría tomar en un momento determinado, especialmente en un contexto en el que la clase media estaba desapareciendo, lo que provocaba una visión desesperanzada y sin perspectivas de futuro”.

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