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Gatos callejeros: ¿cómo evitar que se lo coman todo?

Un estudio aumenta hasta 2.000 el número de especies afectadas por los gatos que viven fuera de las casas

Crear zonas libres de felinos alrededor de parques o zonas silvestres reduciría su impacto en la biodiversidad

Gato callejero capturando un lagarto endémico de Canarias, en Tenerife.

Gato callejero capturando un lagarto endémico de Canarias, en Tenerife. / Dailos Hernández Brito

Michele Catanzaro

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En 1895 el último chochín ('Traversia lyalli') de la isla de Stephens, un pájaro que solo quedaba en ese trozo de tierra en Nueva Zelanda, fue extinguido por los gatos que habían sido introducidos en la isla.

Esta historia, aún con sus matices (había humanos de por medio que comerciaban con las pieles de los chochines), es el paradigma de un problema macroscópico que pocos quieren encarar: el gran impacto de los gatos callejeros sobre la biodiversidad.

“Al considerarlos mascotas adorables, no es popular investigar los impactos negativos de los gatos”, constata Mario Díaz Esteban, biólogo del Museo Nacional de Ciencias Naturales, que convive con gatos en su casa y se ha atrevido a meterse en este tema espinoso.

Por encantadora que sea, 'Felis catus' no deja de ser una especie depredadora que come casi exclusivamente carne. Ya Darwin, en 'El origen de las especies,' advertía sobre el impacto de los gatos asilvestrados en las especies nativas.

Ahora, un estudio publicado en 'Nature Communications' se ha sumado a la serie de investigaciones que en los últimos años han detallado al problema. El nuevo resultado sube a 2.036 el número de especies diferentes depredadas por los gatos que viven fuera de las casas. Ratas y ratones se llevan la peor parte, pero se documenta que los gatos también atacan al 9% del total de especies de pájaros conocidas, el 6% de los mamíferos y el 4% de los reptiles.

El parte incluye ocho especies que están ahora extintas (seis pájaros, una lagartija y un roedor) y 347 amenazadas. “Nadie había reunido en un único sitio todo lo que se comen. Lo que más me sorprende es que incluso comen insectos e invertebrados”, afirma Chris Lepczyk, investigador de la Universidad de Auburn (EEUU).

Restos en heces e imágenes de cámaras

El científico ha recopilado una miríada de datos distribuidos en estudios que analizan restos de animales en heces de gatos, o en sus estómagos tras autopsias, imágenes de cámaras-trampa y sondeos a propietarios de gatos. “Son depredadores oportunistas. Hemos descubierto que hay muy pocos animales que no comerían. Es un problema importante para la biodiversidad”, afirma Lepczyk.

Ya en 2013, un chocante estudio puso el problema en la mesa al revelar que los gatos se tragaban 4.000 millones de pájaros y 22.000 millones de mamíferos cada año en EEUU. La magnitud global del problema solo se puede deducir, porque no existe una estimación fiable del número de gatos callejeros en el mundo. “Estan en todos los continentes menos la Antártida”, observa el científico.

“Aparte de la caza, la mortalidad por gatos de aves y mamíferos es cien veces mayor de las otras causas, como atropellos, colisiones con aerogeneradores, tendidos, etcétera”, afirma Díaz.

El científico ha analizado el estado de la biodiversidad alrededor de las colonias felinas de Madrid, Toledo y Los Ángeles. “Donde hay colonias los animales mantienen distancias de huida más largas y se sitúan más alto y no comen en el suelo”, apunta. Los animales dedican más tiempo a huir que a comer o reproducirse y eso tiene efecto en su supervivencia.

El problema de las colonias

“El problema son los gatos silvestres. Por ejemplo, las colonias que mantiene gente bienintencionada que les da comida en la calle. Cazan todo lo que se mueve”, afirma. Díaz explica que no se trata de hambre, sino de un comportamiento innato de caza.

El problema se da también en las islas y en entornos rurales. “Cada gato mata más que un carnívoro autóctono”, afirma Daniel Joseph Herrera, investigador de la Universidad de Maryland que ha medido el impacto de las colonias en la vida silvestre.

Los expertos alertan contra cualquier cruzada contra los gatos callejeros. “Cuidar gatos es bueno para las personas que viven en las ciudades y viven solas, pero hay efectos negativos que existen”, observa Díaz.

Los intentos de atajar el problema a base de capturar y castrar gatos no lo han resuelto. “La gente sigue soltando gatos y las colonias no se reducen”, observa Díaz.

El mensaje clave de los expertos es tratar a los gatos como una mascota y no como un animal salvaje, o sea, mantenerlos en casa o en entornos abiertos cercados. “Aunque no te interese la biodiversidad, de esta forma tus gatos vivirán más tiempo y estarán más sanos”, observa Lepczyk. El científico cita propuestas como la de poner microchips en los gatos como en los perros, que ayudaría a devolverlos a su hogar si se pierden.

Herrera ha comprobado en sus estudios que cuanto más cercanas están las colonias a entornos naturales, tanto mayor es el número de especies nativas afectadas. Por ello, propone que se creen zonas libres de gatos cerca de los espacios verdes y los parques. Una manera de evitar que los gatos se acerquen a estas zonas biodiversas sería prohibir que se les deje comida allí, sugiere.

Zonas libres

“Hay que medir el radio de acción de las colonias y definir zonas donde se les pueda dar de comer y zonas libres de gatos, de manera que en la ciudad se pueda disfrutar de la diversidad salvaje y de los gatos a la vez”, coincide Díaz.

“Es un problema de biodiversidad mucho más tratable que otros más complejos, como la desforestación. No es ni mucho menos la mayor causa de pérdida de la biodiversidad, pero es una para la cual hay soluciones fáciles, así que resolvámosla”, concluye Lepczyk.

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