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Venecia le gana por ahora la batalla al mar

Venecia, inundadad por la peor 'acqua alta' desde 1966

Robert Rodríguez

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El veneciano Marco Zennaro ha perdido el miedo al ‘acqua alta’, pero conserva todavía la tablilla de madera de 80x80 cm en la puerta de su residencia en la Calle de l’Arco, a dos pasos del maravilloso museo naval, que solía colocar cuando las inundaciones llegaban a esta zona situada en el este de Venecia. “Era útil para prevenir que la casa quedara inundada cuando había 'acqua alta' de hasta 80 centímetros. Pero gracias al Mose ya no sirve. La conservo como recuerdo”, dice a ENTENDER MÁS, mientras aprieta el paso por las estrechas callejuelas.

 El Mose, acrónimo de Módulo Sperimentale Elettromeccanico, es una ingente obra de ingeniería formada por 78 módulos mecánicos instalados en el lecho de la laguna, específicamente en las tres aperturas de la lengua de tierra, donde confluyen la laguna veneciana y el mar Adriático. Con 60 metros de longitud en total, esta infraestructura, que puede ser alzada o bajada en función del nivel del agua mediante el uso de aire comprimido, fue ideada para aislar la laguna de Venecia del Adriático y de sus crecidas causadas por motivos meteorológicos y, cada vez más frecuentemente, también climáticos. Es un proyecto pionero a nivel mundial que recibió la aprobación técnica del Instituto de Tecnología de Massachusetts (el puntero MIT, por las iniciales de su nombre en inglés) y que ha sido evocado como posible referente a la hora de proteger zonas como el Delta del Ebro de las eventuales consecuencias de futuros temporales como el devastador Gloria de 2020.

Las barreras de Mose emergen en Venecia

Las barreras de Mose emergen en Venecia / EFE / ANDREA MEOLA

El Mose todavía no ha sido totalmente completado, aunque lleva más de dos décadas de trabajos y unos 6.200 millones de euros invertidos, pero los datos científicos demuestran que, a pocos meses de su inauguración oficial, funciona. Un estudio reciente publicado en la revista Climate and Atmospheric Science, del mismo grupo que la prestigiosa Nature, asegura que el Mose “ya proporciona protección contra eventos extremos”. Fundamenta sus conclusiones en un estudio realizado con simulaciones para las que se han usado datos recopilados durante las cuatro históricas inundaciones de Venecia: la de noviembre de 1966, la mayor de todos los tiempos, con un nivel del agua 194 cm superior a la media y que aisló la ciudad durante días, además de dañar su extraordinario patrimonio artístico y cultural; la de diciembre de 2008, menos devastadora pero que alertó de la urgencia de acelerar la construcción del Mose cuando ya se habían iniciado los trabajos de éste pero eran ralentizados por la burocracia y por las sospechas de corrupción; y las de octubre de 2018 y noviembre de 2019, que costaron a la ciudad más de 1.000 millones de euros en pérdidas.

Según el estudio, el alzamiento de las barreras móviles del Mose a partir de octubre 2020, cuando entró parcialmente en funcionamiento, ha prevenido que en estos tres años se produjeran nuevas inundaciones, lo que convierte esta obra, muy criticada por organizaciones medioambientales por el impacto en el lecho marino, como uno de los ejemplos pioneros de resiliencia climática.

Catorce veces

 En las últimas tres semanas el Mose ha sido activado nada menos que 14 veces, un récord, y los primeros estudios de sus impactos socio-económicos apuntan a una revalorización inmobiliaria de las plantas bajas de cerca 150 euros por metro cuadrado como consecuencia de la drástica reducción del riesgo de inundaciones, que no solo causaban daños a los inmuebles sino que también amenazaban la vida de sus habitantes, pues no pocos han fallecido electrocutados al entrar el agua en contacto con los sistemas eléctricos. Lo mismo vale para los comerciantes y para los hoteles, que en las inundaciones de hace un lustro perdieron 40 millones de euros en apenas unas horas por la cancelación de las reservas a causa del pánico de los visitantes ante el advenimiento del ‘acqua alta’.

 La historia de Venecia, desde su construcción hasta su bonanza, está intrínsicamente vinculada a las oportunidades y a los desafíos que presenta su geografía única. Durante siglos, los venecianos perfeccionaron sus técnicas de construcción sobre los palafitos y la ingeniería de sus canales hidráulicos con el objetivo de hacer posible la vida y la prosperidad en el archipiélago de más de 100 islas e islotes.

 Ahora deben hacer frente al cambio climático y a los eventos extremos conexos que amenazan la sostenibilidad de la ciudad a largo plazo. En el último siglo, los niveles del agua en Venecia han aumentado 26 centímetros, y las autoridades trabajan actualmente para responder al crecimiento ulterior del nivel del mar, que sería de entre 40 y 80 centímetros hasta 2100, según los diferentes escenarios. Ante tamaño desafío, el Mose es un poderoso aliado, pero no la respuesta definitiva al aumento del nivel del mar, recordaba hace unos días el célebre hidrólogo veneciano Andrea Rinaldo, galardonado este año con el Premio del Agua de Estocolmo 2023 también conocido como el Nobel del agua por sus revolucionarias investigaciones sobre las redes fluviales.

 “Si todo sigue igual, en 100 años el Mose tendría que ser activado 260 veces al año, lo que es obviamente inviable, porque significaría reducir Venecia a un estanque putrefacto y abolir el uso marítimo que se hace hoy de la laguna”, explicaba hace unos días Rinaldo, que urgía a las autoridades a actuar cuanto antes para salvaguardar el futuro de Venecia.

 El alcalde de la ciudad, el polémico Luigi Brugnaro, se congratulaba la semana pasada de la efectividad del Mose y anunciaba que seguirá acometiendo obras que, aunque polémicas y caras, prepararán Venecia para el futuro. “El Mose conviene a Venecia, pero también a Italia, pues evita daños incalculables”, decía en una entrevista radiofónica. Al evocar las más de dos décadas que han sido necesarias para acometer la obra tras su diseño, sobre todo por las interminables revisiones burocráticas del proyecto y los intentos de las organizaciones medioambientales de frenarlo por vía judicial, Brugnaro explicó que ha llegado la hora de acabar con la inacción. “Hemos dado un puñetazo en la mesa, nos hemos cansado de tantas dudas y hemos dicho: ahora se actúa”.

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