Crisis migratoria

Del rescate en Canarias al atasco burocrático en Barcelona: "¿Qué futuro me espera? Es imposible pedir asilo"

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Samba es uno de los 2.000 migrantes rescatados en las islas Canarias que ha llegado a Catalunya por el colapso que se vive en la isla.

Samba es uno de los 2.000 migrantes rescatados en las islas Canarias que ha llegado a Catalunya por el colapso que se vive en la isla. / Ana Puit

Elisenda Colell

Elisenda Colell

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Tiene 20 años, la piel oscura y unos ojos marrones que se clavan en el horizonte. Samba no se llama Samba, pero su voz entona el lamento de los miles de migrantes rescatados en Canarias y que, una vez en la Península, se preguntan por su devenir. No entiende a los políticos que sacan rédito relacionándolos con la inseguridad y menos aún el sistema burocrático y legal que lo dejará en la calle el 4 de noviembre. Asegura haber visto los infiernos, y la muerte, al hablar de la guerra en su país, de la travesía por el desierto del Sahel y de sus dos noches en patera hasta llegar a Las Palmas. "Estoy muy feliz por haber llegado vivo, pero a la vez estoy triste: aquí es imposible pedir asilo y en un mes me echarán a la calle. ¿Qué voy a hacer?", se pregunta el joven.

Accede a hablar con este diario con la condición de no revelar su identidad. "¿Me puede pasar algo malo? Me da miedo que lo que explique tenga represalias", asegura el joven. Su historia empieza en Uagadugú, capital de Burkina Faso. A los 6 años dejó los estudios para trabajar con su padre en la construcción. En 2015 su progenitor falleció, y su vida, y la de todo el país, dio un vuelco. "Estalló una guerra que aún está lejos de terminar. Ya no puedes vivir sin el miedo a morir en cualquier momento. Han fallecido muchos de familiares por los ataques terroristas".

Samba, un joven burkinés de 20 años que ha sido rescatado de una patera en Las Canarias, este viernes en una ciudad metropolitana.

Samba, un joven burkinés de 20 años que ha sido rescatado de una patera en Las Canarias, este viernes en una ciudad metropolitana. / Ana Puit

Este es el motivo que le llevó a irse de casa. "Los que dicen que nosotros generamos inseguridad no saben qué es la inseguridad. Yo no vengo aquí para ganar dinero. Yo me he ido de casa y he venido a Europa para vivir en paz y sin miedo", insiste. Tardó varios años para ahorrar un millón de francos CFA (1.500 euros), la moneda de su país y otros más de la región. "No temía a irme solo porque el miedo real lo vivía cada día en mi país". Finalmente, el 16 de septiembre se despidió de su madre y sus cuatro hermanos, con los billetes de francos escondidos por el cuerpo. "Me imaginé que no sería fácil, pero no sabía que me iba al infierno", cuenta el joven.

Dos noches en patera

El chico ha tardado una semana en cruzar el desierto del Sahel en coche hasta llegar a las costas atlánticas. "El desierto es lo más duro que hay: no tienes suficiente agua, ni comida, hay gente armada que te lo quiere robar todo y te pueden hacer cualquier cosa. Yo me salvé porque llevaba dinero y conseguí montarme en los coches que iban avanzando", explica. Luego se subió a una patera. Era el 1 de octubre. "Salimos a las cuatro de la madrugada, de noche. Y nos rescataron en el mar dos días después a las seis de la mañana". En el barco iban 30 personas, tres de ellas mujeres. Reconoce que vivió 24 horas de auténtico terror. "No sabes dónde estás, ni dónde vas ni qué hay que hacer... solo rezas para llegar vivo". Tras los ruegos llegó un buque de Salvamento Marítimo que los rescató hasta Las Palmas.

Samba fue de los primeros en llegar en esta crisis humanitaria que ya supera los 10.000 rescates en menos de un mes. "La policía nos preguntó por qué habíamos venido, nos tomó las huellas dactilares y nos llevó a un lugar de la Cruz Roja para dormir y comer". Dos días después, el 4 de octubre, llegó a una ciudad del Área Metropolitana de Barcelona, a una vivienda de la misma oenegé repleta de literas. "Cruz Roja nos trata muy bien: nos dan ropa, comida, una cama... el problema son los papeles", explica el joven, vestido con un polo azul del Barça.

Cuenta atrás de los papeles

Al llegar a Catalunya, le dieron un papel con un número de teléfono para pedir cita con Extranjería e iniciar los trámites para ser refugiado en España. Guarda esa nota como un tesoro escondido en la cartera. En ella se indica que las horas de atención para pedir cita son de 8:30h a 11 horas de la mañana. "Les llamo cada día pero siempre comunican", lamenta. Si logra esa cita, podrá incorporarse al programa estatal de refugiados, un permiso para residir y trabajar legalmente en España, y recibirá acompañamiento social durante dos años.

Ahora vive las horas como una cuenta atrás. Deberá abandonar el albergue de la Cruz Roja el 4 de noviembre. "¿Qué haré si no consigo una ayuda como refugiado? Yo no tengo familiares aquí ni conozco a nadie". Para superar las horas y no hundirse, se conforma con pegarse al teléfono y lograr la tan ansiada cita. "Si pienso en el futuro, me gustaría trabajar aquí, de lo que haga falta, y poder traer a mi familia". Lo que tiene muy claro es que ellos no pueden seguir el mismo recorrido que él. "Mi madre y mis hermanos pequeños no lo podrían aguantar".

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