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Trabajar durante el cambio de hora: ¿Se cobra un extra?

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Ona Sindreu

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A poca gente le gusta cambiar la hora dos veces al año, y aún menos salir de trabajar y que sea de noche. A pesar de esto, el BOE ya tiene programados los cambios horarios hasta 2026, una medida que en España se remonta de manera interrumpida hasta hace más de un siglo. En Europa es oficial desde 1981, cuando la Comunidad Económica Europea lo implementó para toda la unión con el objetivo de adaptarnos al horario solar para ahorrar energía. 

Pero, ¿realmente el cambio horario contribuye a ahorrar electricidad? Hay poca evidencia que afirme que adelantar una hora el reloj durante el verano tenga un gran efecto sobre el consumo energético. Un análisis de 162 estimaciones científicas publicado en The Energy Journal en 2018 encontró que el ahorro en electricidad durante los días del horario veraniego es del 0,34%. Aunque los 44 estudios académicos analizados se han hecho en zonas distintas y difieren en sus metodologías, la disparidad de resultados indica que no hay un claro consenso científico al respecto

No difiere mucho de esta estimación una revisión bibliográfica del Consejo Nacional de Investigación de Canadá, que en 2008 cifró en un 0,5% el ahorro energético producido gracias al cambio horario. Eso sí, avisó que lo que se ahorra por la tarde en verano se podría gastar por la mañana y que, en todo caso, era necesario investigarlo más.

Y es que el principal argumento a favor del cambio horario, que tiene que ver con reducir la iluminación de los hogares y los lugares de trabajo, cada vez tiene menos peso: las bombillas cada vez gastan menos electricidad. “Hemos pasado de las incandescentes a las LED, que son mucho más eficientes”, ejemplifica Teodor Pulido, profesor de Ingeniería mecánica e industrial de la Universitat de Girona (UdG).

Pulido destaca que la iluminación representa una proporción “irrisoria” del gasto eléctrico. Los datos del Instituto para la Diversificación y el Ahorro de la Energía (IDAE) de 2021 apuntan a que la luz es responsable del 11,7% del consumo eléctrico doméstico, y del 5% de la energía usada en los hogares españoles.

En España, hay muy pocos estudios académicos sobre el tema, pese a la abundancia de datos publicados por la Red Eléctrica Española. El cálculo realizado por Verificat con estos datos apunta a que la semana posterior al cambio de hora de verano la demanda de electricidad de la red española cae un 4,9% respecto a la anterior. Concretamente, los siete días antes de atrasar los relojes a finales de marzo, la demanda media diaria es de 709,84 GWh, frente a los 675,10 de la semana siguiente. 

Por lo que se refiere a retrasar los relojes en octubre, el beneficio sería más moderado: la demanda baja un 1,4% respecto a la semana anterior. En todo caso, se trata de una estimación basada en datos brutos de energía inyectada en la red eléctrica nacional, que de ninguna manera se puede generalizar.

Un efecto indiscutible sobre el sueño

El cambio horario tiene un efecto indiscutible sobre el sueño. Y no hablamos del pequeño jet lag que podemos sufrir durante los próximos dos o tres días, sino del impacto negativo de levantarse cuando todavía no ha salido el sol e irse a dormir cuando aún hay luz solar.

“Para dormir bien, el cuerpo necesita melatonina, que se segrega en ausencia de luz”, recuerda Francisco Segarra, codirector de la Clínica del Sueño Dr. Estivill, en Barcelona. Es decir, que el hecho que todavía haya luz solar a las 22 horas una noche de verano “no ayuda a conciliar el sueño”. Del mismo modo, Segarra argumenta lo negativo que es levantarse sin luz solar: “lo que nos interesa por la mañana es que haya luz, para activar el cortisol y desactivar la melatonina”.  Es por eso que defiende, sin ninguna duda, que el horario de invierno es el más saludable para el sueño y un buen ritmo de vida.

Pero el tópico tiene cierta base empírica: la española es una de las sociedades europeas que más tarde se levanta y más tarde se va a la cama. Lo cuantificó un estudio sobre patrones nocturnos de la Escuela de Medicina de la Universidad Nacional de Singapur, que analizó 226.000 usuarios de una tecnología finlandesa de seguimiento del sueño de todo el mundo. No obstante, su muestra sesgada —gente preocupada por la calidad del sueño— no nos permite sacar datos fiables de cuánto duermen los españoles, aunque sí podemos ver cómo nuestros horarios sociales son más nocturnos.

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