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Rishi Sunak: ¿Oveja negra del mundo occidental en la lucha contra el cambio climático?

Rishi Sunak: ¿Oveja negra del mundo occidental en la lucha contra el cambio climático? / Agencias

Robert Rodríguez

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A partir de este otoño, la lucha contra el cambio climático enfrenta doce meses cruciales. Es el marco temporal en el que se celebrarán una serie de elecciones a ambos lados del Atlántico que definirán cuál será el camino que Occidente —mayor emisor histórico y región con uno de los mayores índices de emisiones por cápita— enfile para afrontar una crisis cuyas consecuencias no cesan de aumentar. Los tres actores involucrados en este cruce de caminos son Reino Unido, la Unión Europea y Estados Unidos, y las señales que llegan desde Londres, Bruselas y Washington no son alentadores.

Los indicios más preocupantes proceden de Downing Street. Allí el primer ministro conservador, Rishi Sunak, que ya llegó debilitado al cargo y ahora tiene las encuestas en contra, pues su partido está 15 puntos por detrás de los laboristas, acaba de anunciar una batería de medidas que contradicen los compromisos adquiridos por Reino Unido en el marco del Acuerdo de París. El país era hasta hace algunos años un paladín de la transición energética, y al Parlamento no le había temblado la mano a la hora de aprobar legislaciones innovadoras que empujaran al sector privado, en particular al automotriz, hacia un escenario de reducción drástica de emisiones. Así lo exigía el compromiso del país de alcanzar el cero neto de emisiones para 2050. Pero Sunak, que llegó al poder sin ganar unas elecciones nacionales, cree que dar marcha atrás puede darle réditos políticos y hacerle ganar los comicios legislativos que deben celebrarse antes de enero de 2025.

Hace unas semanas declaró a bombo y platillo que, aunque el mundo haya vivido su verano más cálido jamás, no puede ser el contribuyente británico el que costee la transición energética. Anunció que aplaza cinco años el fin de los coches de gasolina y diésel, reduce los estándares medioambientales de las bombas de calor domésticas y frena cualquier nueva restricción a los viajes en avión. Su ministra del Interior, Suella Braveman, lo justificó así ante la BBC: “No vamos a salvar el planeta arruinando a los británicos” . Sunak fue más allá y, haciendo caso omiso de las emisiones históricas que Reino Unido acumula desde su Revolución Industrial, tomó prestado los argumentos de los negacionistas climáticos: “Si nuestro porcentaje de emisiones globales es menos del 1 %, ¿cómo va a ser correcto que los ciudadanos británicos tengan que sacrificarse más que otros? ” Días después, aprobó la apertura de un nuevo yacimiento de petróleo en el Mar del Norte del que se extraerán 300 millones de barriles de petróleo a partir de 2026-2027 , cuando entre en fase operativa el yacimiento Rosebank.

Protestas por el paso atrás de Europa y las dudas en EEUU

También Europa se repliega. El Consejo Europeo (que representa a los gobiernos de la UE) ha retrasado la entrada en vigor los nuevos estándares medioambientales del reglamento de vehículos Euro 7 . Ha sido una victoria del Gobierno ultraconservador italiano de Giorgia Meloni, quien ha logrado movilizar a varios países del Este y a Francia para que prosperara esta medida que beneficia a los productores de vehículos de combustión. El argumento es el mismo que el de Sunak en Reino Unido: no se puede apretar demasiado a las clases bajas y medias. Queda la esperanza de que el Parlamento europeo vote contra el retraso, aunque parece poco probable, teniendo en cuenta que es una medida impopular y que las elecciones a la Eurocámara son en junio.

El último de los retrocesos anticlimáticos puede acometerse en Estados Unidos. El presidente Joe Biden, que se había erigido como una especie de héroe climático tras lograr aprobar la Ley Reducción de la Inflación ('Inflation Reduction Act') , el mayor impulso financiero a la industria verde de la historia del país, está en la encrucijada. A poco más de un año para las elecciones a la Casa Blanca, no es seguro que su propio partido le apoye para la reelección. Ahora la inaudita destitución del presidente de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, quien pese a ser republicano se había aliado en algunos temas estratégicos con Biden contra el ala más ultra, pro-trumpista y anticlimática de su formación , puede comprometer la agenda ecológica del presidente.

Gas licuado

Una prueba de fuego será la decisión de la Casa Blanca de aprobar o denegar el Calcasieu Pass 2, un megaterminal de gas natural licuado (LNG) cuya construcción ha sido propuesta en las costas de Luisiana. Se trata de un proyecto que afianzaría el auge sin precedentes de Estados Unidos como suministrador de LNG: en 2016 apenas lo exportaba y ahora es el mayor exportador mundial, por delante de Rusia y Qatar. La UE, que le compró 56.000 millones de metros cúbicos el año pasado, es corresponsable de ello.

Estados Unidos, de hecho, se está convirtiendo en un quebradero de cabeza para la transición energética, según datos publicados hace unos días por la organización ecologista Oil Change International. El informe apunta a que casi un tercio de las prospecciones de petróleo y gas previstas en el mundo de aquí a 2050 corresponden a intereses estadounidenses . Todo ello pese a que la Agencia Internacional de la Energía ya dijo en 2021 que para lograr el objetivo de un calentamiento global de 1.5 grados centígrados era urgente detener la apertura de nuevos yacimientos de hidrocarburos.

Estas nefastas señales han alentado a los activistas climáticos a volver a salir a las calles. En vísperas de la Semana del Clima de Nueva York, unas 70.000 personas ocuparon el centro de Manhattan en la Marcha para Acabar con los Combustibles Fósiles. Las protestas están aún lejos de las históricas de 2019, previas a la pandemia y en pleno auge de popularidad de Greta Thunberg, pero son relevantes y pueden ser fundamentales para movilizar al electorado progresista ante la serie de cruciales comicios a la vuelta de la esquina.

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