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Joan-Francesc Pont Clemente

Joan-Francesc Pont Clemente

Presidente de la Time Use Initiative y profesor de Derecho Fiscal

El derecho al tiempo y el tiempo del Derecho

¿Cambiará España sus irracionales horarios? La ley de usos del tiempo sienta sus bases

'Ley de usos del tiempo, una oportunidad para la infancia y las familias', por Elisa Stinus Bru de Sala

Excursión en bicicleta por Montgarrí

Excursión en bicicleta por Montgarrí / Oriol Clavera

La capacidad de disponer del tiempo libremente ha sido siempre una fuente de desigualdad. Unos tenían tiempo. Otros no lo tenían. Recuerdo que un buen amigo me decía hace muchísimos años que deseaba "comprar tiempo" para escribir la gran novela de su vida. Lo consiguió. El tiempo no está al alcance de todos, por eso las becas de estudio o de investigación, por poner dos ejemplos, son mecanismos de redistribución del tiempo. En realidad, la vida consiste muy a menudo en la búsqueda del tiempo para desarrollar nuestro proyecto vital, el de cada uno, sea cual sea este.

"La conciencia social demanda una ordenación que garantice el ejercicio del derecho al tiempo. Debe ser una regulación suave, que abra puertas"

Una forma de restringir nuestras opciones de búsqueda del tiempo personal deriva de la irracional distribución de los horarios, particularmente desordenada en España desde que el mundo urbano prevalece sobre el rural. A recuperar la racionalidad le hemos llamado durante décadas, infructuosas, reforma horaria. En la estela de este combate, ahora hemos empezado a concebir que los seres humanos tienen derecho al tiempo, a un tiempo de calidad, a un tiempo polifacético, que incluya el trabajo, la formación, los afectos familiares, la dimensión asociativa, el ocio y el descanso. 

La convicción anterior pone sobre la mesa que ha llegado el tiempo del Derecho, es decir, el momento en el que la conciencia social demanda una ordenación que garantice el ejercicio del derecho al tiempo. Obviamente, no se trata de una regulación dura, a base de prohibiciones, sino una regulación suave, orientada a abrir puertas y no a cerrarlas. Desde el Derecho hemos de generar opciones de libertad, porque la realización personal es un ejercicio individual e intransferible. Nadie debe decirnos qué debemos hacer, pero sí que la convivencia requiere la formulación de unos límites de entre los que nazcan verdaderos espacios de libertad.

El Derecho, al ocuparse del tiempo, ha de incentivar más que imponer, ha de seducir y no prohibir, ha de convencer y no tratar de ganar. Que el Gobierno quiera liderar un proceso de cambio de los usos del tiempo, con una Ley de Usos del Tiempo y Racionalización Horaria para buscar una ordenación del tiempo más equilibrada que nos permita vivir mejor individualmente y como sociedad, es una buena noticia. La mera inercia no es reformista y seguiríamos desayunando poco y mal, rompiendo la mañana para volver a desayunar lo que no hemos desayunado en su momento, retrasando la hora del almuerzo y cenando un rato antes de acostarnos. Es solo un ejemplo, pero suficientemente descriptivo, de las malas prácticas en este tema, que justifican el alejamiento de las horas de entrada y salida del lugar de trabajo y la postergación de las demás dimensiones de una vida buena.

En el pasado, no tan lejano, cambiamos muchos de nuestros hábitos, como escupir en el suelo, fumar en lugares públicos, usar un mondadientes o ir a la playa en albornoz. Ahora, crearemos nuevas opciones: sin obligar a nadie, el marco jurídico y también el mental harán factible que cenemos a las diez o que lo hagamos a las siete, que almorcemos, ligeramente entre 12 y una del mediodía, o que lo hagamos más tarde, que el bocadillo de las diez pase a mejor vida porque habremos desayunado bien en casa. Con los espacios nuevos de tiempo, podremos hacer muchas cosas, distintas y creativas, y ser, eventualmente, más felices.