Aristocracia

Esta es la familia española de Corinna que reniega de ella

El segundo exmarido de la alemana ha estado emparentado con la familia del conde de Romanones

Corinna Larsen con las gemas pertenecieron a la mismísima Condesa de Romanones

Corinna Larsen con las gemas pertenecieron a la mismísima Condesa de Romanones

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El nombre de Corinna Larsen, la exentrañable amiga del rey emérito, provoca el rechazo fulminante de Juan Figueroa Sayn-Wittgenstein-Sayn, nieto de la condesa y espía Aline Griffith e hijo de la princesa Theresia zu Sayn-Wittgenstein, tía a su vez de Casimir, exesposo de la lenguaraz Corinna.

Juan Figueroa, dedicado en cuerpo y alma al cuidado y mimo de la finca de 4.000 hectáreas de la familia Romanones en Cáceres, cría con esmero al aire libre miles de ovejas que proporcionan la exquisita leche con la que elabora los quesos tipo casar Pascualete que adora la reina Letizia.

Doña Letizia en este caso comparte gusto con su suegro Juan Carlos I, otro admirador de estos quesos de Trujillo cuya elaboración impulsó con entusiasmo Aline Griffith, la espía de la CIA que llegó a España durante la II Guerra Mundial, se casó con Luis de Figueroa y Pérez de Guzmán el Bueno, conde de Romanones, y se convirtió en la mejor embajadora de Extremadura en el mundo.

"Nosotros no tenemos nada que ver con esa señora", se revuelve enérgico Juan Figueroa para zanjar de una vez por todas cualquier posibilidad de seguir hablando de la intrincada y glamurosa trayectoria vital de Corinna Larsen, quien se casó en segundas nupcias en 2000 con el aristócrata alemán Casimir, integrante de una de las sagas dinásticas más antiguas de Europa. Cinco años después, y tras el nacimiento de su único hijo en común, Alexander, el matrimonio se divorció. 

Fue de hecho el príncipe Alexander, exsuegro de Corinna, y jefe de la casa, quien desvinculó en 2017 mediante un comunicado a su exnuera, que seguía usando el apellido aristocrático, de la familia.

Casimir es el tercer hijo del príncipe Alexander y de la condesa Gabriella. Ninguno de los dos asistió a la boda de su hijo con Corinna, celebrada en Londres en el año 2000.

Tampoco la princesa Theresia, hermana de Alexander y madre de Juan Figueroa, primogénito de Luis Figueroa Griffith.

Corinna se presentó en 2015 con un juego de collar y pendientes espectaculares. Las gemas que lucía habían pertenecido precisamente a la condesa de Romanones y se habían subastado tres años antes en el Sotheby's de Ginebra. Allí un comprador desconocido las adquirió - se rumorea que por un valor aproximado de 257.000 euros- y desde entonces se les había perdido la pista hasta que apereció con ellas Corinna en una fiesta en el Palacio de Invierno de San Petersburgo, Rusia. 

La propia Aline Griffith aseguraba dos años antes de fallecer, en 2017, que estaba "encantada" de que la examiga del rey emérito luciese esas joyas que la condesa se había puesto en una fiesta de Dior en 2005. Antes de llegar a sus manos pertenecieron al maharajá, Ajit Sing.

Juan Figueroa vive ajeno a los tejemanejes de negocios y amoríos de alto standing de Corinna en la finca Pascualete, un paraje natural por el que pasó lo más granado de la sociedad del momento de la mano de la condesa de Romanones, quien puso a este rincón de conquistadores en el mapa internacional. Políticos, embajadores, estrellas de Hollywood y España, aristócratas e intelectuales se iban siempre del palacete familiar con el obsequio de uno de los sabrosos quesos que por entonces la familia compraba a los pastores de la zona.

“Tenemos 1.600 cabezas de ovejas merinas para la venta de carne y lana y 3.500 laconas para la producción de leche”, explica Juan Figueroa mientras recorre la finca que pertenece a su familia, por la vía de los condes de Torre Arias, desde 1232 y que redescubrió en 1947 la norteamericana Griffith. “Fue de visita a esas tierras con un historiador y se enamoró del paraje que nadie de la familia había visitado en los 150 años anteriores”, rememora su nieto. “Ni tan siquiera mi abuelo conocía esta dehesa”, añade mientras observa con orgullo el palacete escenario de tantas fiestas de la alta sociedad que ahora alquila a grupos de extranjeros, sobre todo americanos.