Consumo ético

Los animalistas se asoman a la inhumanidad de las piscifactorías

Una campaña hace hincapié en el cruel modo en que se se sacrifica a los peces en las granjas: muerte por hipotermia

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Carles Cols

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¿Cómo se sacrifican lo peces en las piscifactorías? Por hipotermia. Morir de frío, vaya esto por delante, es una dolorosa agonía. Una lubina, una dorada o una trucha, por poner tres ejemplos de especies en el que la mayor parte del consumo doméstico y de restauración es de piscifactoría, tarda una hora o más en fallecer bañada en hielo. A esa pregunta que en realidad nadie se formula ha decidido dar respuesta, con drones y cámaras ocultas, la Fundación Franz Weber, que no denuncia con ello ninguna ilegalidad (el vacío normativo sobre esta materia está aún por rellenar), pero sí una tremenda, desde su punto de vista, inhumanidad. Por añadirle solo dos palabras a una frase hecha, somos como matamos lo que comemos.

Las denuncias de cuanto ocurre en mataderos y en granjas de engorde de ganado en tierra han sido frecuentes e impactantes estos últimos años. También han sido eficaces. Las grandes cadenas de supermercados han comenzado a adquirir compromisos, e incluso a ejecutarlos ya, para no ofrecer a sus clientes, por ejemplo huevos de gallinas criadas en jaula o carne de pollo de crecimiento ultrarrápido. Las piscifactorías no es que hubieran quedado al margen de esas investigaciones y denuncias por desinterés, sino simplemente por las dificultades de acceder a ellas. Los drones, y su precio cada vez más asequible, han facilitado sobremanera, por decirlo de algún modo, el ecologismo ‘paparazzi’.

A la producción en esas granjas del mar, o de tierra, si se trata de especies de agua dulce, no le viene grande el calificativo de industrial. Las cifras impresionan. La fundación ecologistas ha recabado datos y ha grabado imágenes en 12 piscifactorías de Andalucía, Galicia, Asturias, Navarra, Castilla y León y Castilla-La Mancha. En una de ellas, valenciana, lubinas y doradas se apelotonan en unas 20 jaulas. Hay ahí alrededor de un millón de peces. Otra granja, esta de Albacete, calcula que su población en unos tres millones y medio de ejemplares. La mortalidad no inducida es, en estas condiciones, muy alta. Una trabajadora de una piscifactoría de truchas explicó a cámara que aquella jornada en la que la entrevistaron había sido poco letal: habían muerto solo 1.823 peces.

Los animalistas, igual que antes han dejado claro con las granjas de mamíferos y aves, no se oponen radicalmente al consumo humano de esas carnes. Solo reclaman una reflexión. Producir seres vivos solo para ser sacrificados y comidos no debe conllevar que su existencia sea tan dolorosa que sea mejor no mostrarla en público por no herir sensibilidades. En este caso, lo que se censura con esta campaña son tres prácticas cuestionables.

Una piscifactoría marina, a vista de dron.

Una piscifactoría marina, a vista de dron. / FFW

Primera, el sacrificio con hielo. El Consejo Consultivo sobre la Acuicultura, un órgano asesor de la Comisión Europea, considera que el aturdimiento por percusión y el aturdimiento eléctrico serían la mejor manera de garantizare los que literalmente califican como una “matanza humana”. Otro método que no sería cruel, para según qué especies, sería la perforación o disparo debajo del agua. El caso es que esos son métodos poco o nada empleados. Lo habitual, por más fácil y barato, es llenar las piscinas con hielo o, lo que es lo mismo, apostar por una muerte lenta y dolorosa.

Segunda práctica cuestionable. Afecta en concreto a las truchas. El mercado francés, gran consumidor de sus delicadas carnes, las prefiere con un sabor algo distinto. Las fuentes animalistas consultadas dicen que el propósito es que lleguen a las pescaderías “sin sabor a agua”, algo difícil de comprender, pero para lo que parece que se ha encontrado una solución. Las truchas son succionadas con una manguera industrial para ser trasladadas así a unos tanques en los que, hacinadas, serán sometidas a un tratamiento con ozono. Pasados tres días, de nuevo son succionadas con la misma manguera y, después, sacrificadas con hielo.

Una piscifactoría, en tierra, con, probablemente, cientos de miles de peces.

Una piscifactoría, en tierra, con, probablemente, cientos de miles de peces. / FFW

La tercera es el desove forzoso de los animales. Las hembras son anestesiadas para ello, pero la cuestión es que manualmente se les presiona la panza para extraer los huevos. No es un trabajo delicado. Sufren heridas y tampoco es extraño que mueran en manos del operario.

En España, la acuicultura es un sector en constante crecimiento que se presenta a sí mismo como un solución para preservar la biodiversidad marina. En este sentido, prevé que en 2030 dos terceras partes del pescado que se consuma en España sea procedente de piscifactorías, lo cual debería permitir, y es cierto, reducir las presión que ejerce la pesca en alta mar. Las organizaciones animalistas no cuestionan esa estrategia. Se limitan a reclamar al sector que se abra a compromisos de ética en el trato a los animales como ya han hecho, en algunos casos, las granjas de cría de otras especies.

 

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