Guerra en el este de Europa

El testimonio de un informático ruso refugiado en Barcelona: "He huido de Moscú porque soy incapaz de disparar contra mi familia"

La guerra de Rusia y Ucrania, en directo

Reportaje multimedia: Resumen de dos semanas de guerra en Ucrania

Malgrat 1

Malgrat 1 / Ferran Nadeu

Elisenda Colell

Elisenda Colell

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

¿Eres un refugiado? "No, los refugiados son estas madres con sus hijos en brazos escapando de las bombas. Lo mío es más... no lo sé". Calla, distrae la mirada en los ventanales y vuelve a la realidad. "Quizá sí lo sea. No estoy aquí por gusto: huyo de la represión, de la falta de la libertad, y sobre todo del miedo de tener que combatir en una guerra que no es la mía. No me planteo volver. Quizá sí soy un refugiado", asume D. V., un ruso de 26 años que el 3 de marzo logró escapar de un Moscú asediado por el hambre y la propaganda de Putin. La mayoría de su familia materna vive en Ucrania y trata de huir del conflicto. D. V. cuenta su historia desde un pueblo del Maresme, con un miedo terrible a que su entorno en Rusia sufra las consecuencias de su huida. Como D. V., decenas de jóvenes tratan de dejar atrás el país de Vladímir Putin en busca de cobijo en Barcelona. Es el otro exilio de la guerra en el este de Europa.

Los otros refugiados: jóvenes rusos que también huyen de la guerra

O.B, ciudadana ucraniana residente en EE.UU., con su hijo D.V. en un piso de Barcelona, dónde el joven, informático ruso residente en Moscú, se ha refugiado para huir de la guerra. / Ferran Nadeu

D. V. accede a hablar con EL PERIÓDICO junto a su madre, O. B., una doctora que desde hace años vive en Estados Unidos y que justo antes de la pandemia del coronavirus compró un apartamento en un pueblo del Maresme. Los dos piden anonimato, aturdidos porque la gente que han dejado en Moscú sea purgada o que "alguien" venga a por ellos y les haga regresar. "Nuestra posición no es fácil. Estamos en contra de la guerra, en Ucrania tenemos toda nuestra familia pero somos rusos", dice la madre. "La palabra guerra está prohibida en Rusia, es alucinante", interrumpe el hijo. La historia de la familia se entrelaza en lo que hoy son trincheras, bombas y destrucción.

O. B. nació en Crimea, lugar al que no ha podido volver desde 2014, cuando Rusia se anexionó esta península. Su madre, su hermana y sus sobrinos han logrado huir de Ucrania y ahora están a salvo en Rumanía. También en Crimea nació el hijo, D. V. "A los cinco años fuimos a vivir a Moscú y allí mi infancia fue de lo más normal. Tenía una buena vida", dice.

Madre e hijo conviven en el piso que tenía que ser un lugar vacacional y se ha convertido en un refugio.

Madre e hijo conviven en el piso que tenía que ser un lugar vacacional y se ha convertido en un refugio. / Ferran Nadeu

El chico estudió ingeniería física y trabajó de informático en varias multinacionales como Bayer y MSD y en un hospital gubernamental de Moscú. "Me di cuenta de que las cosas no iban bien hace tres o cuatro años, cuando empecé a seguir el líder opositor Alekséi Navalni, que ahora está en la cárcel", dice el chico. La madre le mira y asiente. "Todo se torció con la anexión de Crimea. Íbamos cada verano, pero dejamos de ir, ya no se podía hablar", sigue la madre. En Rusia, ella sí estuvo en manifestaciones opositoras. "¿Sabes lo que es ir a una protesta y no saber si vas a volver a casa?". Unas protestas a las que, después se unió el hijo de forma muy puntual. "En Rusia si callas, si no participas de la política, puedes vivir bien. Recuerdo que cuando trabajaba en el hospital me obligaban a ir a votar a Putin y debía mandarles una foto, lo hacías y estabas tranquilo", explica. El estallido de la guerra, la invasión de Ucrania, hizo todo insoportable.

Detenciones en la puerta de embarque

"El 24 de febrero fue una catástrofe. Fue ver los bombazos, oír el discurso de Putin y pedir a mi familia que se fueran. Al principio no quisieron. Era como si me agarraran por las dos manos y me rompieran por la mitad. En una tenía a mi hijo en Moscú, en la otra, a mi madre y el resto de mi familia en Ucrania", explica la madre. Aquella madrugada D.V rebuscó medios libres de comunicación y supo que Putin había bombardeado toda Ucrania, no solo el Donbás. Y que aquello era una invasión en toda regla, nada de despliegues militares. "Empecé a sentirme muy inseguro, ahora la policía puede hacer lo que quiera contra ti. La gente que protestó acabaron detenidos... En cualquier momento podían cerrar las fronteras y llamarnos a filas. Yo podría luchar si atacaran a mi país, pero no quiero disparar contra mis primos, mi familia en una invasión de la que estoy en contra", cuenta. Cuando habló con su madre, ambos acordaron huir lo antes posible. "He tenido suerte, logré salir, pero hay mucha gente que no se lo puede permitir o que justo en la puerta de embarque la policía le interroga y no pueden irse". "Ahora salir de Rusia es un delito, te ponen en la lista negra. Por eso no le he dicho a nadie que me he ido, no quiero que tengan problemas", añade el joven.

O.B. se abraza a su madre, en un paseo por la playa cercana a su nueva casa.

O.B. se abraza a su madre, en un paseo por la playa cercana a su nueva casa. / Ferran Nadeu

Para poder salir de Rusia, D.V. debía conseguir un visado como turista de algún país europeo. Al fin, logró el italiano, a cambio de una cantidad importante de dinero. Voló hasta Abu Dabi una semana después del estallido de la guerra. "Era una locura, no solo por la presión, la propaganda y la persecución. Los precios empezaron a subir, ir al mercado era una lotería, cada día había precios distintos", describe. De Abu Dhabi saltó a Milán como turista y de allí a El Prat, Barcelona. "Lo primero que hice fue meterme en un cajero y sacar tanto dinero como pude. Y suerte que lo hice, ahora me hubiera quedado sin nada".

Responsables de la guerra

Madre e hijo sienten los bombardeos como propios. Los soportan sus familiares, a los que quieren llevar hasta el Maresme lo antes posible. Pero a la vez, se sienten responsables del bombardeo. "Es una sensación como la de los alemanes que permitieron a Hitler hacer todas las barbaridades. De sentirte responsable porque no has chillado suficiente, porque has callado y optado por la vida tranquila. Y la bola se ha hecho tan grande que ya nos toca a nosotros. Si no te manifiestas en apoyo al Kremlin van a por ti. Y quizá sí que podríamos haber hecho más contra Putin", se sincera la madre.

El pasado ya no se puede cambiar. El futuro es incierto. "De momento sigo teletrabajando, pero mi jefe es el único que sabe que me he ido del país y me ha dicho que si salgo de Rusia tendrá que despedirme", admite D.V. Pero sobre todo teme por los amigos que ha dejado en casa. "Tienen dinero para sobrevivir, pero con la subida de precios y la huida masiva de multinacionales ¿qué van a hacer?", se pregunta. Se siente un privilegiado, pero tampoco tiene la subsistencia resuelta. "La prioridad es reencontrarnos a salvo con toda nuestra familia y que termine la guerra de una vez", insiste la madre. "Esperamos lo mejor, pero nos preparamos para lo peor". ¿Qué es lo peor? "No me lo hagas decir. Si lo digo se cumplirá".

Suscríbete para seguir leyendo