San Cristóbal de los Ángeles

La 'Universidad de la Calle' está en el barrio más conflictivo de Madrid: clases gratis de peluquería a la intemperie

Un grupo de chicos menores de edad aprenden el oficio de barbero en plena calle, en uno de los enclaves más deprimidos de Madrid.

El maestro es un joven de 18 años que enseña gratis para intentar evitar que sus amigos caigan en problemas de drogas o bandas.

Alexis e Ilyas le cortan el pelo a Badr, mientras Reda observa en una plaza de San Cristobal

Alexis e Ilyas le cortan el pelo a Badr, mientras Reda observa en una plaza de San Cristobal / David López Frías

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Anochece en San Cristóbal de los Ángeles, el barrio con el sambenito de ser el más conflictivo de Madrid. Concertamos la entrevista con los protagonistas de esta historia a las 19.15 de la tarde. Imposible quedar antes; todos los que van a participar en el reportaje están escolarizados y tienen clase. Son seis personas y solo uno es mayor de edad: Alexis, un joven madrileño de origen ecuatoriano que hace las veces de profesor y tiene 18 años. Los demás no pasan de los 15. Todos ellos, sin embargo, han hecho los deberes y aportan la autorización de sus padres para aparecer en este reportaje.

Hemos quedado en la calle de Godella, un punto céntrico del barrio con forma de plaza. Hace frío. A esas horas ya no hay niños que jueguen. Sí que queda algún adulto trapicheando y un sin hogar borracho, que nos increpa en árabe desde un banco. Los chicos llegan con cierto retraso, cerca de las 20.00, porque Alexis ha tenido que pasar por casa para coger los avíos de barbero. Una vez cuenta con todo lo necesario, se hacen con una silla de la asociación vecinal, la plantan en mitad de la plaza y empiezan la clase diaria. Badr, un madrileño de 15 años y padres marroquíes, toma asiento en la silla y se dispone a ser, un día más, modelo para sus amigos.

Alexis limpia con la brocha mientras su aprendiz se atreve con el degradado

Alexis limpia con la brocha mientras su aprendiz se atreve con el degradado / David López Frías

Alexis cubre su cuerpo con una manta de barbería, saca una maquinilla de cortar y se la presta a Ilyas, el más pequeño del grupo. Un madrileño de raíces magrebíes que sólo tiene 14 años y que fue tal vez el iniciador de esta actividad solidaria y altruista que han puesto de moda estos jóvenes de San Cristóbal: "Yo quería aprender a cortar el pelo para pode trabajar cuando tenga la edad y ganar dinero. Miré algunos tutoriales de Youtube, pero al final le pedí ayuda a Alexis y él me empezó a enseñar", cuenta Ilyas mientras intenta hacer un efecto degradado en el pelo de Badr.

A unos metros, Reda y Musta, otros dos chicos hispano-marroquíes de 15 años, observan con atención y mandan a callar al sin hogar que nos lanza improperios gratuitos. Que no obedece, pero modera su tono de voz. Los chicos demuestran tener una madurez impropia para su edad. Las circunstancias obligan; la vida en el barrio no es fácil. Lo que es fácil es caer en caer en cuestiones turbias, como ingresar en una banda o empezar con el menudeo de drogas. Estos chicos, sin embargo, han optado por apartarse de esa senda y ponerse a cursar una especie de FP callejero de peluquería.

Academia de la calle

Así es la Universidad de la calle. En San Cristóbal de los Ángeles, tal vez el barrio más deprimido de Madrid, este tipo de iniciativas son cada vez más recurrentes. Una vecina llamada Tania nos las resume: "Los martes hay una clase gratuita de acroyoga que se llena. Por allí arriba [señala un punto del barrio] hay una zona donde hay chicas que enseñan baile. Y allí en el parque [señala otra zona con el dedo], se juntan chicos a enseñar calistenia [un tipo de gimnasia que se practica al aire libre] también de forma desinteresada".

Pero los más populares, en los últimos tiempos, son los barberos. Todo empezó con Alexis, que también corta el pelo desde los 16 años: "En realidad empecé con 15 y mirando tutoriales de Youtube. Con el tiempo fui aprendiendo y desde los 16 me dedico. Ahora estudio bachillerato por las mañanas y trabajo en una peluquería del barrio por las tardes". Y en sus ratos libres, enseña gratis a quien le interese a cortar el pelo.

Musta y Reda observan el trabajo de sus compañeros durante una clase que ha tocado por la noche

Musta y Reda observan el trabajo de sus compañeros durante una clase que ha tocado por la noche / David López Frías

Así empezaron estas clases improvisadas de peluquería. En plena calle, en los ratos que Alexis tenía libre y el resto de chicos podían reunirse fuera de sus horarios lectivos. Al principio fue Ilyas, pero con el tiempo "se han ido interesando en esto más chavales y ahora le estoy enseñando a cinco o seis personas. Uno de ellos ya trabaja en una peluquería". Las tarifas de Alexis para impartir estas clases son de cero euros. Lo hace de forma totalmente desinteresada.

¿Por qué en la calle? "Porque no teníamos sitio para hacerlo. Ahora sí que nos ceden algún espacio en Cinesia [un edificio municipal usado para iniciativa vecinales], pero aquí en la calle nos ve la gente y así, si hay algún chico interesado en aprender, puede venir", concluye Alexis. Suelen ponerse a cortar el pelo a mediodía, tras las clases, porque la luz natural lo permite. Pero a veces toca dar la clase a deshoras. Tanto da; el improvisado alumnado responde igual. Si hace frío, se abrigan. Si falta luz, ellos mismos se acercan con las linternas de los móviles para alumbrar.

Alexis aporta todo el material: "Esta maleta con utensilios está valorada en unos 400 euros. Sólo la máquina cuesta 150. Yo antes cortaba el pelo con una de cable, pero ahora me he comprado esta inalámbrica para poder cortar el pelo en la calle y enseñar al que quiera", concluye. Su improvisada academia de peluquería tiene cada vez más adeptos; empezó a finales del año pasado y en sólo dos meses ya ha conseguido hacerse con un nutrido grupo de jóvenes del barrio. Y subiendo.

"No es tan malo como parece"

"El barrio es 'chungo'. Si no eres de aquí y no te conocen, puedes tener problemas. Aquí hay gente que no tiene para comer. Cuando no hay comida, eres capaz de hacer cualquier cosa", sentencia Ilyas a sus 14 años de edad, mientras repasa el contorno de las patillas de Badr. Algunos de sus amigos no comparten esta visión de San Cristóbal: "No es tan complicado. No es fácil, pero no es tan malo como parece. El problema es que aquí los medios de comunicación solamente vienen cuando pasan cosas malas", resume con precisión.

El problema es que aquí los medios de comunicación solamente vienen cuando pasan cosas malas

Recuerdan entonces que las últimas veces que han visto cámaras por allí fue por un crimen: "Había un hombre sin hogar con problemas mentales. Como ese", señala Musta al que nos insulta desde un banco. Y prosigue: "Era un chico ghanés bastante conocido por aquí. Tenía una navaja y la policía lo abatió. Aparecieron medios después por el barrio a contar que el chico había intentado rajar a los policías. Pero los testigos habían visto que no era cierto y por eso protestaron y le intentaron quitar el micro al reportero".

Entre vías de tren y carreteras

La definición que le da la RAE a la palabra gueto, "barrio o suburbio en que viven personas marginadas por el resto de la sociedad", es la que más se acerca a San Cristóbal de los Ángeles. Un suburbio periférico del sur de Madrid, encajonado entre vías del tren y carreteras, con la tasa más elevada de inmigración (por encima del 32%, cuando el resto de Madrid apenas supera el 14%) y de delincuencia, aunque este último punto no está refrendado con datos, dado que el gobierno madrileño no los publica por distrito y le pasa la pelota al Ministerio del Interior, que tampoco elabora ese ranking.

Por contra, este barrio también tiene una de las rentas per cápita más bajas de toda la capital de España. Según un estudio de Bankinter de 2019, el distrito de Villaverde-San Cristóbal ocupa la posición 52 de 54 distritos madrileños en esta clasificación. Su renta bruta media era de 22.823 euros al año. Por debajo sólo le superan Pavones y Puente de Vallecas. Muy lejos de los 91.154 euros del más rico, el distrito Salamanca-Goya. San Cristóbal está siempre en el furgón de cola. Y a perro flaco...

"Los vecinos de la calle San Dalmacio de San Cristóbal de los Ángeles, ubicada en Villaverde, viven atemorizados por dos bloques de 'narcopisos' y la constante violencia. Ya les dimos voz el mes de diciembre del año pasado porque ya estaban hartos de peleas, trapicheos, robos e incendios que se producían cerca de sus viviendas. Estos individuos se pasean por el barrio con armas a sus anchas, se pelean, acude gente a diario a comprar droga y sufren constantes amenazas" explicaban desde Telemadrid la última vez que entraron con las cámaras en San Cristóbal para hacer un reportaje. Corría el mes de abril y la cosa no parece haber mejorado mucho desde entonces.

Bandas latinas

La cuestión del narcotráfico sigue siendo el gran quebradero de cabeza de los vecinos, que ya se han manifestado en varias ocasiones para que la administración haga algo contra los narcopisos ubicados en el barrio. "Es una salida habitual para los que no tiene nada", remata un vecino, sin detenerse en dar muchas más explicaciones. Y a las problemáticas habituales de los barrios pobres se les suma la de las bandas latinas, que ha sido lo que más sucesos ha generado en los últimos tiempos.

El año arrancó con uno de esos episodios. El pasado día 1 de enero, la policía practicó una decena de detenciones entre miembros de una banda latina, acusados de haber asesinado a un chico de 19 años de una banda rival asestándole cinco puñaladas en el tórax. Un crimen que se daba como venganza a otro que había sucedido el año anterior en el mismo distrito.

La presencia de estas bandas es una de las grandes lacras de este barrio. En el distrito hay una guerra abierta entre Trinitarios y DDP, y cada uno se hace notar en su zona. Alexis e Ilyas le cortan el pelo a Badr en la oscuridad de la plaza. El equipo de este diario sostiene cámaras y focos para iluminar los retratos. Musta y Reda nos ayudan a aguantar las luces. El brillo atrae a seis chicos dominicanos menores de edad, que se congregan en torno a nosotros y empiezan a hacer comentarios jocosos y a reírse de los aprendices de barberos.

Ninguno de ellos se inmuta, a pesar de que se mastica la tensión. Los pandilleros suben el tono. Se acercan cada vez más. La situación se hace insostenible. Pero son varios los del grupo de aprendizaje de peluquería los que demuestran una madurez impropia y les contestan sin alzar demasiado la voz: "Por lo menos estamos aprendiendo a hacer algo para trabajar y no nos metemos en movidas". Al final, los de la banda latina ven que allí no pescarán pelea y se marchan a la orden de uno de ellos.

Nadie sabe nada

Les preguntamos después a los chicos si estos están relacionados con los sucesivos crímenes que se han ido dando en los últimos meses en el distrito. Pero ellos contestan que no lo saben. Porque no son unos chivatos y porque no les interesan las cuestiones relacionadas con este tipo de bandas: "No sé por qué les dicen bandas latinas, si hay metidos españoles, marroquíes, rumanos y de todas partes", es lo máximo que aciertan a declarar.

Por lo demás, se mantienen al margen. Sí que hay un dominicano del barrio que es un referente para estos chicos. Pero no pertenece a ninguna banda, sino a un equipo de fútbol. Se llama Peter Federico y es el atacante más prometedor de la cantera del Real Madrid. "Hemos jugado muchas veces con él a fútbol, es muy bueno y trabaja duro", coinciden todos.

Ya es de noche en San Cristóbal de los Ángeles. Los chicos deberían estar cenando en sus casas, aunque las horas pasan rápido entre lecciones de peluquería. En el grupo hay algunos chicos con vocación de barbero e incluso citan nombres de famosos peluqueros norteamericanos que crean tendencias y son sus ejemplo a seguir. Otros que tienen claro que no se van a dedicar a eso, pero consideran que el saber no ocupa lugar. O que si ocupa alguno será el que no le van a dejar al trapicheo. Chicas no hay... de momento. Pero serían igual de bienvenidas. Aquí no se discrimina por ningún motivo. Ni raza, ni sexo.

Nosotros nos marchamos del lugar entre los improperios del hombre sin hogar, que parece haberla tomado con nosotros. Los chicos vuelven a silenciarle con un par de gritos y siguen a lo suyo.

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