Crisis climática

No es por los osos polares

No es por los osos polares

No es por los osos polares / Sacha Myers / Save the Children

Carmela del Moral. Save the Children

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Tengo 30 años, y soy madre de una niña nacida en 2020. Mi madre, su abuela, nació aproximadamente en 1960. ¿Por qué os cuento esto? Porque, como muchas de las que me leéis, tengo una madre nacida cuando el cambio climático era una amenaza vaga y parecía afectar solo a osos polares y ballenas, y una hija que va a tener que convivir durante toda su vida con los peores efectos de la crisis climática. Lo sé, parte de ti piensa que exagero, otra parte se agobia, y otra quiere dejar de leer esto para no arruinarte el día, pero, por favor, déjame seguir contándote.

Este lunes, en Save the Children publicamos un informe que estima cuáles son las consecuencias de haber nacido en plena crisis climática. En concreto, damos respuesta a esta pregunta: ¿tiene más posibilidades un niño o niña nacido en 2020 de sufrir eventos climáticos extremos que una persona nacida en 1960? La respuesta es rotunda: sí, muchas. En concreto, a lo largo de su vida mi hija va a vivir más del doble de incendios que su abuela, más del doble de riadas, más del doble de sequías y 7 veces más olas de calor. Y no sólo mi hija, son todas vuestras hijas, hijos, nietos, nietas, los que ya han nacido, y los que están por nacer.

Lo sé, el escenario es escalofriante, parte el corazón. Quienes menos han contribuido a generar el cambio climático van a pagar sus peores consecuencias. Estamos dejando una herencia envenenada a las generaciones presentes y futuras en un acto de una terrible injusticia intergeneracional: recibimos un paraíso y, si no hacemos nada, les dejaremos un erial. Por supuesto, esta injusticia es aún más terrible en términos geográficos: serán los niños y niñas del Sur global, aquellos pertenecientes a los países que globalmente menos han provocado esta crisis, los que sufran en mayor medida sus consecuencias.

Tal vez te gustaría no haber seguido leyendo, y quieras borrar los datos de tu cabeza, porque te sientes impotente ante la magnitud de todo esto. Pero tengo una buena noticia: estamos a tiempo de paliar esta situación. De verdad, lo estamos. Si actuamos de forma contundente y exigimos a Gobiernos y sector privado que alcancen acuerdos y pongan en marcha políticas ambiciosas enfocadas a limitar el aumento de las temperaturas a 1,5º por encima de los niveles pre industriales en 2030, el futuro puede cambiar. La exposición adicional de los niños y niñas nacidos en 2020 a eventos climáticos extremos se reducirá: la exposición a olas de calor casi a la mitad, a las sequías al 39%, a las riadas al 38% y a los fuegos un 10%. La ventana de oportunidad es pequeña; el tiempo, justo. Pero de verdad, podemos conseguirlo.

Está en nuestras manos decidir qué mundo vamos a dejar para niños y niñas: una distopía de desierto, calor y carencias, o un mundo tal vez menos confortable que el que hemos tenido el privilegio de disfrutar, pero, al menos, habitable y esperanzado. Los niños y las niñas llevan años pidiéndolo; en todos los idiomas, desde todas las partes del mundo: necesitamos actuar, y necesitamos hacerlo ya. Tenemos que exigir compromisos ambiciosos a quienes toman las grandes decisiones, y reclamar que los niños y niñas tomen parte en estos procesos. Al fin y al cabo ¿a quién pertenece el futuro que nos estamos jugando?

Hacer cambios con efectos reales y contundentes tendrá consecuencias sobre el modo de vida que tenemos. No todo será rápido, ni comprensible, ni sencillo; requerirá cambiar patrones, modelos y conductas. Entiendo que no lo hayamos hecho por los osos polares, pero, ¿qué no harías por tus hijos? ¿qué no harías por tus nietas?