El problema de la soledad

La pandemia quintuplicó el número de personas que no tienen con quién hablar

El 16% de vecinos del área metropolitana sufrió "soledad relacional" en 2020, según un informe de l'Institut d'Estudis Regionals i Metropolitans de Barcelona

El 11,5% de los encuestados no suele hablar con nadie, mientras que la cifra en los años anteriores apenas llegaba al 2%

Ancianos visitan el teatro después de vacunarse contra el covid-19. FOTO: JOSÉ LUIS ROCA

Ancianos visitan el teatro después de vacunarse contra el covid-19. FOTO: JOSÉ LUIS ROCA / José Luis Roca

Elisenda Colell

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La pandemia del coronavirus ha extremado las alarmas sobre la soledad. En el área metropolitana de Barcelona, uno de cada diez habitantes no tiene con quién hablar, mientras que antes de la pandemia las personas en esta situación apenas llegaban al 2%, cinco veces menos. Son datos de una encuesta hecha por l'Institut d'Estudis Regionals y Metropolitants de Barcelona, que durante el año 2020 entrevistó a 5.000 personas y que muestran que el sentimiento de soledad no tan solo lo experimentan los ancianos, sino que también afecta a personas en edad de trabajar.

El 16% de los vecinos de Barcelona sufren soledad relacional. Es decir, viven aislados y apenas tienen contacto con otras personas. Son datos relevantes, ya que en 2018 y 2019 esta realidad apenas afectaba al 5% de la población, tres veces menos. Además, el 11,5% de los encuestados manifestó que no suele hablar ni con vecinos, familiares ni amigos, cinco veces más que el año anterior. Otras situaciones de aislamiento que aumentaron ligeramente fueron las personas que afirmaron que no tienen a nadie para comentar su día a día, un 5% de los vecinos del área metropolitana, y un 3,2% afirmó que no puede contar ni con amigos ni con familiares cuando les necesita. "Ni el teléfono, ni la videollamada ni el contacto esporádico con los vecinos han sido suficientes para cubrir las necesidades relacionales de la misma forma y calidad que permitían los contactos presenciales", comenta Carles Gonzalez Murciano, autor del estudio e investigador de l'àrea de Convivència i Seguretat Urbana del (IERMB).

Según el informe, quien más sufre de esta soledad relacional son las mujeres mayores de 75 años que viven en ciudades del extrarradio de Barcelona. "Hay quue considerar este colectivo con el que tiene mayor dificultad para contactar telemáticamente con los familiares", cuenta Gonzalez. Sin embargo, el estudio también demuestra que hay otras franjas de edad que carecen de relaciones con otras personas. Especialmente destacan las personas de entre 44 y 65 años. El 18% de ellos sufre soledad relacional, y el 13% no suele hablar ni ver a nadie en su día a día. Hace meses que las entidades sociales que atienden a las personas mayores que sufren soledad alertan que, a raíz del confinamiento, hay personas adultas que se han sentido solas durante la pandemia. Amics de la Gent Gran contaba los divorcios y el síndrome del nido vacío como unas de las causas de la soledad en esta franja de edad. "Las cargas educativas y laborales se incrementaron, especialmente en los hogares dónde se convivía con menores o personas que necesitaban atenciones especiales", justifica Gonzalez. De hecho, apunta que las mujeres que tienen personas dependientes en su cargo son las que más reportan malestar emocional.

El hecho de no tener a nadie con quien hablar o poder compartir el día a día afecta emocional y físicamente a las personas que viven en esta situación. Las depresiones, los suicidios, pero también el empeoramiento cognitivo, son algunas de las secuelas que se esconden tras este drama. Además, también existen riesgos que pueden hacer temer por la vida de las personas que vivan aisladas. Son más proclives a ser víctimas de extorsiones económicas, violaciones, maltrato y accidentes domésticos en el hogar.

El informe también se pregunta también sobre el cambio de hábitos y la situación de la vivienda en el área metropolitana a raíz del coronavirus. Según apunta el estudio, la pandemia ha afectado a la emancipación de muchos jóvenes. Los investigadores calculan que cerca de 160.000 personas han cambiado de casa, y remarcan que la principal tendencia que han observado es que muchos han vuelto a vivir con sus padres o se han buscado viviendas baratas.