Más de un año sin vida social
Los besos que la pandemia nos robó
Este martes se celebra el día internacional del beso, un gesto 'prohibido' que genera endorfinas, provoca placer y bienestar y cuya ausencia nos ha convertido en una sociedad más apática, desganada y triste
Olga Pereda
Periodista
Especialista en Educación de El Periódico. A los mandos de la sección 'Mamás y Papás' y del Club de Educación y Crianza. Te mando cada viernes una newsletter con contenidos clave para afrontar la maternidad y la paternidad. Escribo en la sección de Sociedad y tengo alergia a la pseudociencia.
Al igual que el cura de 'Cinema Paradiso', la pandemia nos ha robado los besos. El sacerdote de la maravillosa cinta de Tornatore (1988) cortaba y censuraba las escenas románticas de las películas que se ponían en el cine del pueblo para que nadie cayera en el pecado carnal. En mitad de la pandemia tiene más sentido que nunca emocionarse con el final de la película, una antología besos y caricias de la gran pantalla. Este martes se celebra el día internacional del beso, algo que tenemos ‘prohibido’ desde que el coronavirus empezó a amenazar la salud del planeta. Gracias a la vacuna, la crisis sanitaria tiene fecha de caducidad. ¿Volveremos a besarnos? ¿O nos obsesionaremos con la higiene y huiremos de todo contacto humano con extraños?
Día internacional
El día internacional del beso se celebra el 13 de abril para conmemorar el beso más largo de la historia. Fue en 2016 en Tailandia durante la celebración de un concurso que nos recuerda a la crueldad de ‘Danzad, danzad, malditos’. Si en la película de Sydney Pollack había que resistir bailando agarrado a tu pareja, el concurso tailandés consistía en besarse sin descanso. Una pareja lo hizo durante 58 horas, 35 minutos y 58 segundos. Se llevaron como premio un cheque de 2.500 euros y dos anillos.
"El beso es droga pura para nuestro cuerpo. Genera endorfinas, nos provoca placer y bienestar. Sentimos conexión y vínculo"
El beso no solo es una práctica sexual. También hay besos cuando una abuela achucha a su nieto, cuando una tía besuquea a su sobrino pequeño, cuando un psicólogo abraza a un paciente que se acaba de desmoronar en la consulta y cuando un amigo estruja a otro que acaba de recibir una mala noticia. “El ser humano es un ser social y el contacto físico satisfactorio es fundamental, es droga pura para nuestro cuerpo. Genera endorfinas, nos provoca placer y bienestar. Sentimos la conexión y el vínculo con esa persona”, explica la psicóloga y sexóloga Laura Morán, autora de 'Orgas(mitos)', editado por Next Door Publishers.
Más de un año de pandemia sin besos, ni vida social ni contacto directo con gente que no forma parte de nuestra burbuja nos está pasando factura emocional. “Llevo trabajando como psicóloga desde que tenía 26 años y nunca como ahora he tenido la consulta tan llena. Cada día veo síntomas como ansiedad, tristeza, desgana, apatía. A mis pacientes les explico que la vida emocional es como una cuenta bancaria en la que tienes ingresos y gastos. Unos compensan a otros. El problema de la pandemia es que solo tenemos gastos emocionales y cero ingresos emocionales. Y eso es algo que afecta a todas las edades”, explica la divulgadora científica.
Vida emocional pospandemia
Morán no se atreve a vaticinar cómo será la vida emocional pospandemia. Ella, personalmente, está deseando decir adiós al coronavirus para volver a dar besos y achuchones. De hecho, su experiencia en consulta demuestra que la gente -a pesar de todos los llamamientos a la prevención- se está saltando muchas normas y sigue tocándose, abrazándose y practicando sexo con no convivientes. “Creo que la pandemia agudizará nuestra manera de ser. Si antes del covid-19 éramos tocones, después lo seremos mucho más. Y si éramos escrupulosos con el contacto personal, pues también lo seremos más”, concluye.
El beso es una de las formas de comunicación humana más ancestrales para crear conexión emocional. Es “un disparador de neurotransmisores”, en palabras de Susana Fuster, experta en comportamiento no verbal, profesora universitaria y autora de 'Hijos que callan, gestos que hablan'. La mascarilla -fundamental para evitar los contagios- es el enemigo número uno de los besos. ¿Podemos trasmitir amor con la boca tapada? “Sí, con la mirada y con la voz”, responde la experta.
"A pesar de la mascarilla podemos trasmitir amor con la mirada y con la voz"
Mirar directamente a los ojos a la otra persona es hoy más necesario que nunca. A pesar de la mascarilla, Fuster subraya que somos capaces de trasmitir mucha información a nuestro ser querido con los ojos. Una sonrisa sincera se delata no solo por la forma de los labios sino por las arrugas que hacemos con los ojos. También las cejas son parte fundamental porque no es lo mismo tenerlas alzadas que fruncidas o encorvadas. Lo mismo sucede con la voz, uno de los principales indicadores emocionales que tenemos junto con el rostro. “Con la voz trasmitimos mucha información, pero tenemos que aprender a modularla para conectar mejor con la otra persona a pesar de la mascarilla”, explica Fuster.
Menos besos
La pandemia es una debacle sanitaria, económica y social. No nos ha traído nada positivo, pero puestos a rebuscar, Morán explica que quizá a partir de ahora -y eso sí que sería bueno- la gente desconocida dejará de dar besos a los niños y las niñas. La psicóloga añade que, entre adultos, la mejor opción sería preguntar a nuestro interlocutor si prefiere que le saludemos con nuestros dos tradicionales besos o con un saludo de manos, codos o puños. O con nada.
Sin necesidad de parecernos al obsesivo-compulsivo Jack Nicholson en 'Mejor imposible', recordemos que con un beso en la boca nos podemos llegar a intercambiar hasta 80 millones de bacterias en solo 10 segundos. Y no solo hablamos de besos sexuales. Muchos padres y madres dan ‘piquitos’ en la boca a sus hijos como signo de amor sin ser conscientes del peligro sanitario (caries incluidas) que implica. No todo iba a ser bueno en los besos.
Bebés sin besos
Abuelos, nietos, sobrinos, amigos… La ausencia de besos y contacto directo nos afecta a todos. Pero la psicóloga Laura Morán está especialmente preocupada por los bebés nacidos en pandemia. Son niños y niñas para quienes lo normal es que -quitando sus padres, madres o hermanos- nadie les acaricie ni bese ni les achuche. Los bebés necesitan toda esa interacción porque de esa manera se favorecen sus conexiones neuronales. La neuropediatra María José Mas, autora de 'El cerebro en su laberinto’ (Next Door Publishers) recuerda que hasta los tres años se producen entre 700 y mil conexiones neuronales por segundo. Si no interactuamos con los bebés, ¿qué estímulos va a recibir y cómo van a aprender a hacer cosas?
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