viaje al corredor playero catalán (2)

Lloret, de paraíso turístico a páramo de neón

zentauroepp55551054 lloret201105191740

zentauroepp55551054 lloret201105191740 / periodico

Rocco Muraro

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Con la persiana medio abierta para que entre la luz, Anfòs Jordà, dueño de la bodega Es Mirador de Lloret de Mar, limpia a conciencia las sillas de su local. Ha cambiado el delantal de camarero por el mono de trabajo para mantenerse ocupado haciendo tareas de mantenimiento, mientras el cierre de bares y restaurantes decretado por la Generalitat de Catalunya sea efectivo.

“Aunque si te digo la verdad, si estuviera abierto tampoco cambiaría mucho la cosa”. Su negocio, situado a la sombra del Hotel Samba, depende casi en exclusiva de la clientela que se aloja en el hotel, y este cerró las puertas a los visitantes el 30 de agosto. Su circunstancia personal es la viva imagen del tejido económico de Lloret de Mar; la locomotora es el parque hotelero, un mastodonte de 30.000 camas que atraía a casi un millón y medio de visitantes al año, y cuyo funcionamiento pone en movimiento al conjunto de la economía local.

Sin turistas prácticamente nada funciona en Lloret de Mar. A estas alturas del año, de los 122 establecimientos hoteleros solo mantienen las puertas abiertas cinco. De los 525 bares y restaurantes que hay censados, estaban funcionando 70 antes del decreto de la Generalitat; hoy tan solo tres decenas permanecen activos, ofreciendo servicios de 'delivery'. 

Uno de estos negocios irreductibles es el pequeño hotel familiar La bella Dolores, uno de los establecimientos más antiguos del pueblo, fundado en 1954 y pionero de la historia del turismo de la Costa Brava. El pasado fin de semana tenía 15 de sus 45 camas reservadas. Era un grupo de ciclistas 'amateurs' provenientes de Valencia que venían a competir en una carrera de bicicletas de montaña.

La medida de la Generalitat que, además del cierre de bares y restaurantes, prohíbe las competiciones deportivas no profesionales, tumbó la reserva de los ciclistas valencianos. El dueño del hotel, Max Illa, se lamenta: “Después de la pésima temporada que hemos tenido, la improvisación de las nuevas medidas es la puntilla”.

Lloret de Mar, que ha sido ejemplo paradigmático durante décadas del turismo de sol, playa y borrachera -una etiqueta contra la que ha estado luchando los últimos años a base de inversiones y diversificación de la oferta- ha visto cómo el coronavirus acababa con todo.

La misma indignación que hosteleros y restauradores la comparte el alcalde Jaume Dolsat, de Junts per Catalunya: “Seguramente es lógica desde el punto de vista epidemiológico, pero hemos adoptado una medida de ricos sin dinero para permitírnoslo. Si se cierra la restauración, tenemos que acompañar la decisión con ayudas que permitan la supervivencia del sector. Cuando llegue el dinero de Europa, es necesario que se destine una parte para un rescate general del sector del turismo”.

Familias sin nada

El dinamismo de los negocios ha dado paso al asistencialismo. Francisco Redel lleva una vida siendo camarero en Lloret: “Hará 25 años que trabajo los siete u ocho meses de temporada y con el dinero ahorrado y un poco de paro pasaba el invierno”. Este año es inédito en su biografía; es el primero en que no ha conseguido trabajo. Está a las puertas de la oficina de bienestar social del ayuntamiento, donde viene a pedir comida. Tendrá que esperar, porque el banco de alimentos no da abasto y hay lista de espera.

"Hay mucha gente que no tiene nada, en invierno aumentará" (Arantxa Jiménez)

Arantxa Jiménez, la regidora de bienestar social, está muy preocupada: “Durante los pocos meses en que los hoteles estuvieron abiertos, entre el fin de la cuarentena y septiembre, logramos contener la situación de necesidad, pero ahora estamos experimentando un fuerte incremento de la demanda de ayudas. Hay mucha gente que no tiene nada, y la previsión es que durante el invierno no haga más que aumentar”. Y añade: “Hasta donde lleguemos, intentaremos ayudar a todo aquel que lo necesite”.

Los servicios sociales de Lloret de Mar están empezando a recibir familias que siempre habían tenido una fuente de ingresos regular. Las cifras del banco de alimentos, iniciativa del ayuntamiento y Cáritas, son elocuentes; antes de que estallara la pandemia atendían a 240 familias instaladas en la pobreza crónica, herederas de la crisis financiera del 2008. La cifra se ha disparado y ha aumentado en un 80%. A día de hoy, no atienden a más de 420 unidades famililares porque no hay recursos para hacerlo.

Entre los voluntarios que hoy sirven al público en el banco de alimentos se encuentra Pauline Lameille. Esta parisina llegó a Lloret hace tres lustros, y desde hace nueve años regenta un bar, que cerró al acabar agosto: “La temporada fue muy mal y tuve que bajar la persiana antes de tiempo. Como no consigo quedarme parada, he venido aquí a ayudar”. Al igual que ella, todos los voluntarios que hacen funcionar el servicio se encuentran en una situación precaria, sin empleo o con ocupaciones de pocas horas.

Próxima etapa: Salou.

Suscríbete para seguir leyendo