El urbanismo de la 'era Covid'

París, Nueva York y Londres quitan espacio al coche para dárselo al peatón y a la bicicleta

Los alcaldes de las grandes ciudades apuestan por el urbanismo táctico en plena pandemia

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Irene Casado / Idoya Noain / Begoña Arce

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París, Nuerva York y Londres no son sólo tres de las ciudades más populares del mundo, y las más visitadas por el turismo, sino también las que antes se han lanzado a la revolución del urbanismo táctico para conseguir más espqacio para peatones y ciclistas y menos para los vehículos a motor. El objetivo es lograr urbes más saludables en plena pandemia global de coronavirus.

París apuesta por los carriles de bicicletas

En París, reinventar el espacio público pasa por reducir la circulación automovilística. En los últimos meses, los carriles bici se han multiplicado en la capital. La rue de Rivolí, en el corazón de la metrópoli, ha sido cerrada al tráfico. Decenas de calles son ahora peatonales. El objetivo de la alcaldía es claro: «Reequilibrar el espacio público».

El desconfinamiento en París marcó un antes y un después en la gestión del espacio urbano. La alcaldesa, Anne Hidalgo, apostó por la creación de «coronapistas», 50 kilómetros de carriles bici destinados a ofrecer una alternativa al transporte público. Esta red de vías dedicadas a los ciclistas, en principio temporal, fue incorporada de manera permanente al paisaje parisino el pasado 16 de septiembre. 

«Ensanchar las aceras, crear carriles bici temporales y cerrar ciertas calles a los automovilistas son modificaciones reversibles. La idea es revelar el potencial de un espacio para usos distintos a los relacionados con el coche. Esta planificación urbana nos permitirá pensar en una forma de construir y vivir la ciudad más ágil y más resistente ante futuras crisis», explica Sébastien Marrec, investigador en urbanismo y desarrollo de la alcaldía de París.

A través del ensayo y el error, el consistorio parisino promueve un cambio de paradigma urbanístico basado en la reducción de los automóviles, responsables de la congestión del espacio público y de la contaminación de su aire, y en el fomento de bicicletas y espacios peatonales.

«Cerca del 50% del espacio está al servicio de los coches -explica Marrec-. Las grandes avenidas no han sido recalificadas desde la posguerra, cuando sus aceras se estrecharon para dar cabida a los automóviles». Mucho ha llovido desde entonces. Según el investigador, hoy cerca del 65% de los trayectos se realizan a pie, mientras que los desplazamientos en coche representan menos del 10%. El desequilibrio entre zonas para peatones y coches parece evidente. 

Nueva York: Todo empezó con sillas de playa en Times Square

En Nueva York una pandemia que se ha cobrado más de 33.000 vidas en la ciudad ha acabado también contribuyendo a uno de los cambios más revolucionarios en su fisionomía y uso del espacio público: la reconquista de terreno dedicado a los coches.

En los primeros momentos de la crisis sanitaria en la urbe que fue su epicentro en EEUU, el ayuntamiento de Bill de Blasio respondió a las peticiones de la comunidad y cerró al tráfico 160 kilómetros de viales para ganar ese espacio para peatones y ciclistas. El mes pasado el consistorio anunció que se dará carácter permanente a las terrazas de bares y restaurantes que empezaron a improvisarse en plazas de aparcamiento y aceras y que han sido un salvavidas para más de 10.000 negocios y millones de personas.

Mientras algunos ciudadanos toman la iniciativa en sus propias calles, cerrándolas al tráfico o forzando con barreras que la circulación se limite o ralentice a un máximo de ocho kilómetros por hora, se hará permanente el proyecto oficial por el que 87 calles se cierren sobre todo en fin de semana.

Son algunos de los cambios que siguen en la línea que ha tenido durante más de una década el urbanismo táctico en la Gran Manzana, donde ese espíritu de «hazlo tu mismo», con proyectos e impulsos comunitarios puestos a prueba inicialmente con materiales baratos y carácter temporal, ha logrado sus mayores y más duraderos éxitos con la colaboración entre ciudadanía y las autoridades locales.

El sólido germen se plantó durante otra crisis, la Gran Recesión, cuando el alcalde era Michael Bloomberg y Janette Sadik-Khan su comisionada de Transporte. Fue entonces cuando miles de neoyorquinos abrazaron el experimento de peatonalizar y llenar de sillas de playa un lugar emblemático como Times Square, una transformación que acabó siendo permanente, se ha extendido por la ciudad y es el emblema de estas acciones a corto plazo que generan cambios duraderos. 

Londres y su permanente plan 'Streetspace'

La llegada del covid-19 ha dado un empujón a modificaciones urbanísticas tácticas en Londres, que ayuden a cumplir con la distancia social y la reducción obligada de pasajeros en los transportes públicos.  Se han introducido carriles temporales para circular en bici con barreras móviles y se ha reducido el límite de velocidad para los coches en algunas de las avenidas más transitadas, como es el caso de Park Lane para reducir el tráfico dentro de Hyde Park. 

El alcalde de Londres, Sadiq Khan, aspira a convertir lo temporal en permanente y ha lanzado el programa 'Streetspace', para potenciar el aumento de ciclistas y personas que están optando por desplazarse a pie.  

  El presupuesto de Streetspace se estima en 33 millones de libras (36 millones de euros). Los 33 distritos de la capital recibirán fondos. Una primera entrega de emergencia de 3,3 millones a 23 barrios se ha destinado a reducir el tráfico en 33 vecindarios, proteger 111 calles donde hay escuelas, remodelar seis espacios públicos y potenciar 11 rutas estratégicas para ciclistas. En zonas de bares y copas el cierre de calles ha facilitado la instalación de terrazas al aire libre. En el caso del Soho hay ahora 17 calles peatonales.

No todos están de acuerdo con los planes de remodelación de Khan.

La asociación de taxistas, junto a un sindicato del gremio han demandado al alcalde y el organismo a cargo del transporte (Transport for London) contra el cierre de más calles al tráfico. Alegan que sus trayectos serán más largos y más caros para los clientes. La flota de taxis ha invertido además 200 millones desde el 2018 para comprar 3.500 vehículos con cero emisiones y mejorar así la calidad del aire, a petición del alcalde. 

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