adiós a un referente del fotoperiodismo

Muere Carlos Bosch, heroico Ulises de la fotografía

Cronista con su cámara de la ultramontana ultraderecha española, de la invasión soviética de Afganistán y de la 'cara b' de la política peninsular, formó parte del equipo fundacional de EL PERIÓDICO

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Carles Cols

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Ha muerto a los 75 años Carlos Bosch, fotógrafo y, sobre todo, maestro de fotógrafos desde que en 1976 recaló en Barcelona recién huido de Argentina. Hace dos años, la revista colombiana ‘Gatopardo’ realizó un fantástico recorrido por su vida personal y profesional, con una entrevista incluida que merece la pena de la primera a la última línea. Decía allí Bosch que cuando ya mayor regresó a Argentina, se sintió como Ulises de vuelta a Ítaca, que al principio, disfrazado de mendigo, nadie le reconoce, con lo que él había llegado a vivir. Ulises estuvo en Troya y Bosch, que se dice pronto, estuvo en la invasión soviética de Afganistán, se infiltró en la ultraderecha española, también, cámara en mano, en reuniones clandestinas de ETA, fotografió el drama de la colza con una imagen no muy lejos del descorazonador dramatismo con el que W. Eugene Smith hizo de la enfermedad de Minamata…, y en Argentina, nada de aquella odisea era sabido. Carlos Bosch, lo cual es un honor, formó parte del equipo fundacional de EL PERIÓDICO. Era fotógrafo y, lo dicho, maestro de fotógrafos.

Un militar argentino, por respeto a su padre, le dio 24 horas para salir de Argentina. Así recaló en Barcelona

Se fue de Argentina porque un día su padre le dijo que con urgencia fuera a visitarle. Allí le encontró en compañía de un militar que, según le explicó, por amistad con su padre le aconsejó que en menos de 24 horas saliera del país. Nunca supo si la amenaza era cierta o una treta de su padre que temía por él tal y como degeneraba la situación en Argentina. Sea como fuera, aquel exilio permitió que un tipo como él, con una experiencia como fotoperiodista ya mayúscula, que se había colado en reuniones de la ultraderechista Triple A y que había cubierto terribles catástrofes naturales por Suramérica, aterrizara en España con todo ese saber en la maleta.

Madrid, su primera opción, no le convenció. “Madrid era gris. Todo el mundo con boina mirando 'Heidi' por televisión. Yo ahí no me podía quedar. Por lo poco que había visto, no me pareció que hubiera un movimiento fotográfico que mereciera la pena”. Era así cuando hablaba. Era argentino. Decidió que su ciudad sería Barcelona, si es que hay que creerle, por un señal del destino, como en una tragedia griega. Paseaba por el puerto y vio que uno de los muelles de la ciudad se llamaba Bosch Alsina. Eso le hizo quedarse en Barcelona, con una mirada fotoperiodística al alcance de pocos entonces, pero sin apenas medios. Entre las anécdotas del gremio de la canallesca se cuenta, por ejemplo, que sus primeros pasos en la prensa local barcelonesa los dio en el 'Correo Catalán' y que dormía en un colchón en el laboratorio de revelado. Es posible.

Pepe Encinas, otro que tal, fotógrafo ya jubilado de este diario, recuerda perfectamente cómo fue su desembarco en EL PERIÓDICO, pues, no en vano, a él personalmente le contrató y de él aprendió no pocos trucos del oficio. Por un lado –recuerda Encinas—estaban las fotos extraordinarias que conseguía, pero era incluso mejor cuando contaba cómo las había obtenido. “Le decíamos en broma que no hacía falta que nos enseñara la foto, que nos bastaba con que nos contara qué había hecho para lograrla”.

Las fotografías eran realmente sorprendentes. Eran dinámicas, con un uso de las ópticas prodigioso, poco habitual por aquí entonces. Pero es cierto, además, que la historia que había detrás de cada foto era igualmente deliciosa. Los tres años que pasó retratando la ultraderecha española los logró porque un día se subió a un autobús de falangistas. Se sentó en la última fila. Penso que si le pegaban, al menos lo golpes solo vendrían de un lado. La cosa, claro, se complicó cuando le vieron con cámaras. Se acercaron tres tipos con bates de béisbol. Improvisó rápido una patraña, que su padre había luchado en el bando vencedor de la batalla del Ebro y, cuando fue necesario cantar el 'Cara al Sol', resultó que se lo sabía porque un cura pederasta se lo había enseñado. Puede que hubiera algo de fabulación en su relato, pero las fotos, al fin y al cabo, estaban ahí como prueba material de su aventura.

Hoy en día, las fotos de aquellas exhibiciones de saludos fascistas, lo que son las cosas, parecerán menos meritorias de lo que en realidas eran. Quién le iba a decir a Bosch que en el 2020 la ultraderecha española sacaría pecho, en la calle y en el Congreso de los Diputados, pero, a caballo de los 70 y los 80, infiltrarse como uno más entre aquellos tipos de gatillo ligero requería buenas agallas. 

Retrató a Julio Cortázar poco antes de morir, en una foto estupenda, en la que al escritor le sale una bocanada de humo de tabaco por la boca como si fuera el alma. También captó los últimos días de Salvador Dalí. Fotografió a Juan Carlos I en una serie de irrepetibles imágenes porque el monarca le debía un favor. Descartó unos negativos en los que el Rey salía ridículo y espantoso y así, a cambio, obtuvo permiso para retratarle en varias fotos de portada. En otra ocasión desató la ira de Jordi Pujol, al que conocía tanto que sabía hasta cuándo sesteaba. Durante tres años fue su fotógrafo de cabecera y conocía hasta la medicación que tomaba. Unas pastillas causaban somnolencia al presidente de la Generalitat alrededor de las 11 de la mañana. Bosch, listo con la cámara como Maradona con el balón, le pilló dormido en mitad de una ceremonia militar. Aquella imagen ganó premios, pero el día de su publicación fue causa de un monumental enfado de Pujol, de quien por aquella época se decía en broma que era el redactor jefe de la sección de política de todos los diarios de Catalunya. Se decía en broma, pero él a menudo daba muestras de que se lo creía.

Carlos Bosch, fallecido esta semana en su Argentina natal, forma parte de la historia del fotoperiodismo. Que fue un referente con mucho que contar queda patente simplemente por el hecho de que 'Gatopardo' le quisiera entrevistar hace dos años. Aquella revista bimensual despunta por su buen paladar periodístico. Por ella han pasado firmas como las de Ernesto Sabato, Juan Villoro, Carlos Fuentes y Antonio Tabucchi. Entre ellos, Bosch no desentonaría jamás.

Su obra parece que si el coronavirus lo permite regresará Barcelona en forma de exposición retrospectiva. Algunas de sus mejores fotografías tal vez será imposible que ahí estén. Eran especiales y él lo sabía. Por eso, cuando generosamente las regalaba, cortaba con unas tijeras el negativo, para que ya no pudiera haber más copias. Qué lástima.