Epidemia
El miedo al coronavirus disparó un conato de motín en la prisión Ocaña I
Juan José Fernández
Redactor Jefe
Reportero.
Profesor en el Master de Periodismo Avanzado – Reporterismo de la Facultat de Comunicació i Relacions Internacionals Blanquerna (Universitat Ramon Llull).
Diplomado por el CESEDEN en Altos Estudios de la Defensa Nacional.
Fue jefe de Información y reportajes y jefe de Redacción de la revista Interviú durante 19 años.
Juan José Fernández
El miedo a la epidemia de coronavirus y la alta tensión que se vive en el interior de las cárceles fueron los causantes de un conato de motín en el penal de Ocaña I (Toledo), que este jueves santo se saldó con un incendio en el patio principal y seis horas de disturbios sin heridos.
Ocurrió en el patio grande de la prisión, que da a la enfermería y suelen frecuentar entre 310 y 320 presos. Al medio día, en un partido de fútbol, uno de los cautivos sufrió un desmayo, relatan fuentes de la cárcel. La enfermera de guardia acababa de abandonar el centro penitenciario, "pero no tardó en volver ni diez minutos", explican las mismas fuentes, aunque esos minutos se les hicieron eternos a los presos.
El desmayo ocasionó una revuelta encabezada por una treintena de internos, ante la que "se vieron muy mal" solo seis funcionarios que estaban de servicio, relatan esas fuentes. Los vigilantes de la prisión y la dirección analizan este viernes las cámaras de seguridad para ver quiénes exactamente comenzaron la algarada.
Ninguno de los internos se encaró contra los funcionarios, ni los agentes de la vigilancia penitenciaria sufrieron agresiones. Según testigos del centro penitenciario toledano, se trató de una protesta espontánea de los presos, nerviosos por considerarse poco protegidos ante la epidemia. De hecho, cuando el médico de guardia se presentó en la prisión, sus inquilinos le increparon largamente. Se habían creído que el desmayo de su compañero era por coronavirus, y no por una enfermedad nerviosa que padece el recluso.
La reacción de los internos fue prender fuego a dos contenedores y otro tipo de mobiliario del patio que encontraron a su alcance. En Ocaña, localidad de 11.000 vecinos, habitualmente plácida y estos días de confinamiento absolutamente silenciosa, enseguida se extendió la alarma. Mientras esperaba a que la situación degenerara en motín, la Guardia Civil montó un cordón de seguridad exterior al centro.
Seis horas después, y sin más intervención del Instituto Armado, los vigilantes y el subdirector del centro daban por definitivamente concluido el plante, controlada la situación y con los presos vueltos a sus celdas.
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