CRISIS SANITARIA INTERNACIONAL

Una empleada de un geriátrico: "Cada día me pregunto si les tocaba morir"

La auxiliar de enfermería Pilar Ceprián narra su "rabia e impotencia" por la llegada "con mucho retraso" de los equipos de protección contra el coronavirus

La auxiliar de enfermería Pilar Ceprián, empleada de un geriátrico, en Cornellà.

La auxiliar de enfermería Pilar Ceprián, empleada de un geriátrico, en Cornellà. / periodico

Elisenda Colell

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Pilar Ceprián lleva varios años trabajando como auxiliar de enfermería en un geriátrico. "Los ancianos nos necesitan, tenemos que estar ahí en estos duros momentos", explica. Aunque reconoce sentir "rabia e impotencia" ya que, como en muchos centros, los equipos de protección contra el <strong>coronavirus</strong> han llegado "con mucho retraso". Esta semana ha tenido que llamar a alguna familia para informarle del fallecimiento de internos. "¿Les tocaba? ¿Qué habría pasado si se hubieran tomado medidas desde el primer momento? Es una pregunta que nos estamos haciendo todas las trabajadoras", reconoce. 

La suya no es una profesión reconocida, ni social ni económicamente. "Pero creo que debemos estar allí, que estas personas nos necesitan, debemos acompañarles", defiende la auxiliar de enfermería, que trabaja en el turno de noche del geriátrico. 

"Hacemos los cambios posturales, les damos la medicación y las buenas noches", cuenta. "Ellos nos dicen que quieren salir... Yo trato de charlar con ellos, les pongo películas... para que no se asusten ni se angustien", cuenta. Pero la realidad es la que es, y da miedo. En su centro ya han muerto una decena de ancianos, pero a los trabajadores no les consta que se les haya hecho la prueba del virus.

"Tenemos que llamar a los familiares de las personas que han muerto durante mi turno... Es horrible, es frustante", explica. También le toca avisar a las empresas funerarias para que se lleven los cadáveres. "A veces hemos tenido que esperar hasta 10 horas", concluye. Al irse, de madrugada, se despide de todos hasta la noche. Aunque a algunos, sabe, ya no les volverá a ver.

Impotencia

Pilar, que también es delegada sindical de CCOO, admite que estar en primera línea le hace ver que "se podría haber gestionado mejor", algo que le provoca "rabia e impotencia". "Al principio nos decían que no nos pusiéramos las mascarillas, que creábamos alarma; luego nos dieron mascarillas de tela. Los equipos de protección, que ahora estamos reutilizando, no llegaron hasta el 30 de marzo, y los tests... aún estamos esperando", concluye.

Y cuando fallece un interno, se pregunta si era su momento, o si ha sido todo culpa de la falta de medios: "Cada día me pregunto si les tocaba morir". Porque a ver ancianos morir está "acostumbrada", dice. A lo que no está acostumbrada es a ver "masacres".