La pandemia inocua de las videollamadas

Consejos elementales para días de Skype

Una pequeña guía de etiqueta y protocolo para que las interacciones telemáticas durante el confinamiento no arruinen su prestigio social

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zentauroepp33784699 barcelona 06 05 2016 clases de ingl s por skype foto de 200324192234 / ÁLVARO MONGE

Rafael Tapounet

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En la era del confinamiento, la realidad adquiere la textura neblinosa e inestable de las videollamadas. Los afectos, las órdenes y las noticias se transmiten hoy a través de Skype, de FaceTime, de Zoom y de todas esas aplicaciones que nos permiten mirar a la cara a nuestros interlocutores aunque sea en una imagen de baja definición y con una conexión deficiente. Asistidas telemáticamente por sus hijos y nietos, cada vez son más las personas mayores que están descubriendo ahora el prodigio de las comunicaciones de voz y vídeo y se sienten así un poco menos solas. Aulas virtuales, reuniones de trabajo, conferencias, juegos, conciertos…, son innumerables los ámbitos en los que esta tecnología se ha convertido en una herramienta indispensable para minimizar en lo posible el coste económico y emocional de la pandemia.

También las televisiones recurren a las videollamadas para llenar de contenidos unos programas que a menudo no pueden reunir a presentadores, colaboradores e invitados en un mismo plató. Pero, 'hélas', con la multiplicación de las intervenciones vía Skype o similares, la oferta audiovisual no solo ha perdido en calidad de imagen sino que también ha propiciado la irrupción en la pantalla de un montón de gente desubicada o con escaso sentido de la puesta en escena a la que desde aquí nos permitimos orientar con una pequeña guía de etiqueta y protocolo que también puede resultar útil a todos aquellos que tengan que afrontar estos días alguna interacción de este tipo en su esfera laboral o académica.

1. La posición de la cámara

Este es probablemente el elemento que revela de una manera más cruda la brecha generacional. Las personas de cierta edad, que han llegado tarde y resoplando a las nuevas tecnologías, tienen una peligrosa tendencia a sentarse delante del ordenador sin hacer una mínima correción que permita que la cámara quede a la altura de los ojos, de manera que las imágenes resultantes son un festival de contrapicados a lo 'Ciudadano Kane' y de papadas que nadie desea ver. Lo ideal es elevar la posición del ordenador (o del móvil, o de la 'tablet') utilizando libros, aunque no tantos como para dejar desabastecida la estantería del fondo (ver punto 3). Tampoco conviene que la cámara esté demasiado alta, porque de ese modo el protagonista ofrece una inquietante imagen de sumisión, como si hubiera sido secuestrado o estuviera participando en alguna extraña ceremonia religiosa.

2. La indumentaria

Estamos en casa pero nos ven fuera, así que hay que buscar un equilibrio no siempre fácil de conseguir. Un combo de traje y corbata o un exceso de maquillaje pueden resultar un artificio poco acorde con la situación de emergencia, pero tampoco es necesario irse al otro extremo y adoptar la apariencia de un misántropo agorafóbico como ha hecho Jordi Évole en esas recientes apariciones en chándal que sin duda habrán sumido en la preocupación a sus familiares. Una camisa, un polo o un suéter (mejor si son de colores oscuros, que dan más contraste) parecen las opciones menos comprometidas y, por tanto, más recomendables. El pijama está absolutamente desaconsejado y el batín solo es aceptable si la conexión se realiza desde la mansión Playboy.

3. El fondo

No hay peor negligencia a la hora de participar en una videollamada que desatender lo que tenemos a nuestras espaldas. Cualquier objeto impropio o fuera de contexto puede ser detectado por un espectador ocioso y convertido en motivo de escarnio. La solución más socorrida es situarse delante de una estantería repleta de libros, aunque para ello haya que agrupar toda la letra impresa que tengamos por casa. Ojo, es sospechoso que los libros aparezcan ordenados por colores o alineados por tamaños. También es de buen tono mostrar alguna obra de arte vagamente moderno, nada demasiado explícito ni demasiado estridente (las escenas de caza y los cuadros de payasos no harán mucho por mejorar nuestro crédito social). Políticos y asociados pueden aprovechar la ocasión para colar algún elemento de atrezo que refuerce el sesgo ideológico de su discurso. Un ejemplo: cuando Javier Pacheco, secetario general de CCOO en Catalunya, interviene en TV-3 desde su casa, el plano nos muestra en la pared una reproducción del cuadro 'El abrazo', de Juan Genovés, icono de la transición española. Buen detalle. Al fin y al cabo, un sindicalista hablando de ertes no produce el mismo efecto si a su espalda tiene una réplica enmarcada de 'El cuarto estado' de Pellizza da Volpedo que si hay un póster de la película 'Ilsa, la loba de la SS' clavado con chinchetas. Un último apunte: ponerse delante de una ventana (o de cualquier otra fuente de luz) es siempre una pésima idea.

4. El lenguaje corporal

Algunas instrucciones muy básicas: hay que reprimir la tendencia a acercar el rostro a la cámara cuando se habla (si no se quiere presentar uno al mundo como un engendro macrocéfalo), hay que evitar en lo posible los movimientos bruscos y las gesticulaciones extremas y, sobre todo, hay que tratar de no mirar todo el rato a la ventanita en la que aparece la propia imagen (esto último te delata como un advenedizo en el mundo de las videollamadas o, peor aún, como un narcisista irrecuperable). 

5. El control del entorno

Probablemente recuerden a aquel analista político de la BBC llamado Robert Kelly que saltó a la fama cuando, en una conexión en directo para hablar de la situación en Corea del Sur, vio su despacho asaltado por dos risueñas criaturas de corta edad. No sigan su ejemplo y hagan suyo, por el contrario, el consejo de Alfred Hitchcock: "Nunca trabajes con niños ni con animales ni con Charles Laughton". Aségurense de que la puerta de la estancia desde la que se realiza la intervención está bien cerrada y comprueben que tanto sus retoños como sus mascotas han quedado del otro lado. Que aparezca o no Charles Laughton es algo que ya queda fuera de su control.