crisis sanitaria

Confinados en Igualada. Día 0

Nunca es fácil ser los primeros en estrenarse y los trabajadores de la cuenca de Ódena han vivido las horas iniciales del encierro con desconcierto

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Xavier Martínez Chico

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Nadie dijo que un confinamiento hubiera de guardar paralelismo con estar 14 días a la sombra, en la más añeja jerga carcelaria, pero el sol no ha querido darse por enterado y se ha ocultado en la primera jornada de la clausura de la cuenca de Òdena a causa del coronavirus.

Igualada, Vilanova del Camí, Santa Margarida de Montbui y la propia Òdena se han despertado bajo un cielo plomizo y con el silencio habitual de los domingos. Pero que tampoco nadie se imagine una ciudad desierta, las calles han ido cobrando vida, aunque las caras de los conductores y transeúntes fuesen las de la resignación ante una medida tan inédita como esperada, y considerada tan drástica como necesaria. De hecho, en las horas previas al bloqueo, ningún vecino dudó de que el trajín de furgonetas de Mossos d’Esquadra anunciaba el cierre.

Alud de compradores

Nunca es fácil ser los primeros en estrenarse y los trabajadores de la cuenca han vivido las horas iniciales del encierro con desconcierto por los interrogantes sobre si abrirían o no sus empresas en la zona cero y, en el segundo caso, cómo arreglar los papeles para cobrar el sueldo. Unos centros han abierto y otros no, pero como se había prometido, los comercios estaban prestos y cargados para soportar el alud de compradores de primera hora. Hacia las once de la mañana, el ritmo en las grandes superficies recuperaba la calma. Los estantes estaban algo mermados, pero sin ningún viso de desabastecimiento.

Compitiendo con las latas en conserva, el producto estrella de la jornada ha vuelto a ser el papel higiénico, un clásico en la era del virus. Resulta extremadamente paradójico que las ventas no estén encabezadas por las mascarillas y los botes de desinfectantes de manos, pero la razón es simple: no hay. Las farmacias siguen, también este día, sin recibir mascarillas y el desinfectante que llegaba con cuentagotas no ha venido o no ha podido pasar el cerco del aislamiento, como temía una profesional de la farmacia instalada en el polígono industrial de Igualada. Para el resto de enfermedades la situación mejora, ya que los camiones con medicamentos tienen vía libre de entrada y salida.

Ni mascarilla ni desinfectante

Alguna botica, como la histórica Bausili, ha optado por dejar claro mediante un cartel en la puerta que en el debut del encierro tampoco disponen de mascarillas ni de desinfectante, los dos bienes más reclamados por los vecinos y aconsejados por las autoridades sanitarias. En este local, por cierto, se ha despachado a través de ventanilla, pero lo más habitual ha sido que los clientes hagan cola manteniendo las distancias aconsejadas por la farmacia y que se lavaran las manos en el líquido desinfectante propio de la farmacia antes de pedir y recibir las medicinas.

Si algo destaca sobremanera en la primera jornada del confinamiento es que su decreto ha sido mano de santo para extremar la cautela de la población, quizá más por el puro respeto a la enfermedad que por miedo a ella. Nunca las casas han estado tan llenas en Igualada y sus poblaciones vecinas, como recomendaron ayer los alcaldes con insistencia y semblante grave. Como apuntaba uno de los vecinos, muchos están convencidos de que este encierro no solo ha de servir para no propagar el coronavirus, sino que también ha de convertirse en un futuro escudo de la cuenca de Òdena frente a la enfermedad importada. Es opinión de la mayoría, incluso de los pocos que han salido de su casa por ocio, por miedo al aburrimiento o por rutina.

Buena parte de los que han roto el enclaustramiento han sido personas mayores que con el oído y la confianza endurecidos por los años minimizaban los riesgos en un primer cruce de palabras. Pero a medida que avanza la charla convienen en que el lugar más seguro está en casa y que, a su pesar, el confinamiento es razonable. Tampoco han roto su rutina algunos paseantes habituales, para quemar el azúcar, el colesterol y el estrés, y ciclistas de ruta diaria. Pero lo visto y oído en el primer día de confinamiento presagia que se acentuará el amor por la familia, por el hogar y por los grupos de WhatsApp que, entre meme y meme, convierten la experiencia en una clásica reunión de fin de semana en casa de la abuela.

Bares que pierden clientes

Algunos restaurantes y bares abiertos han ido perdiendo convicción y clientes a lo largo de la jornada. Por experiencia, todos los locales gestionados por chinos en Igualada ya habían anticipado unos días atrás el confinamiento y habían decretado el cierre de sus negocios... y no por 14 días, sino por 30. Como admitía en el barrio de Sant Maure de Santa Margarida de Montbui una simpática joven de 81 años que paseaba su perro, ante el virus hay que tomar más medidas por exceso que por defecto.

En el Día 0 la asistencia médica en primaria ha superado la jornada a pesar de que los profesionales han tenido que tomar decisiones organizativas casi sobre la marcha. La mayor parte de visitas, alrededor del 80% se han podido atender por teléfono y se han suspendido si no eran relevantes. Pocas quejas y comprensión mayoritaria entre los pacientes. Entre las asistencias presenciales, en planta separada, quienes presentaban patologías respiratorias, por el riesgo de o ante el coronavirus. En el Hospital de Igualada, no obstante, se mantenía la carencia de personal médico a causa de los 36 profesionales con coronavirus y los más de 200 que están aislados. Alguno de ellos, impotente en su domicilio y sin síntomas de enfermedad, lamenta que las pruebas sobre el virus no puedan ser generalizadas y rápidas.

En el mar de dudas de la experiencia sin precedentes, los ciudadanos confinados siguen pendientes de la resolución oficial de sus bajas forzosas y los empresarios de la zona, con el temor a que esta crisis sea tan devastadora o más que las previas del sector de la piel y del textil en una comarca con las defensas ya muy tocadas. La alternativa propuesta, pendiente de la aprobación de los responsables de sanidad, es crear una zona blanca cercana pero exterior al confinamiento, en la que se instalaría un centro logístico para recibir las materias primas necesarias para seguir trabajando en las empresas afectadas y para distribuir los productos fabricados dentro. Los empresarios subrayan que, si no, muchas firmas deberán cerrar.

Son las luces y las sombras de un primer día de confinamiento en una batalla que la conca de Òdena juega con el campo cerrado.