SENTENCIA EJEMPLAR
Nueve años de cárcel por vender a su hija tras forzarla a robar
J. G. Albalat
Redactor
Ha trabajado en el Diario de Barcelona, El País y AVUI. Desde hace años en El Periódico cubriendo los acontecimientos judiciales. Premios Ortega y Gasset, Save the Children, Ramon Barnils y Josep Maria Planes por la investigación del 'caso Maristas' sobre abusos sexuales en los colegios. En el 2016, mención honorífica de la Generalitat en el Día de la Justicia. Colaborador de publicaciones jurídicas. Profesor asociado Master de Criminología de la Universitat de Barcelona.
J. G. Albalat
Nació el 19 de agosto de 1998 en el Hospital de Sant Joan de Deu de Barcelona, pero su nacionalidad es bosnia, igual que la de su familia. Cuando tenía 16 años, en julio del 2015, su padre se la llevó a la capital catalana desde el asentamiento gitano en el que vivía desde hacía tiempo en Roma para que se dedicara a trabajar para él hurtando. Después, ya en el 2016, la vendió por 5.000 euros a un francés para que hiciera lo mismo en el país vecino, aunque volvió a Barcelona porque el progenitor no cobró. Hace unos meses, la Audiencia de Barcelona condenó a ocho años y 10 meses de prisión a sus padres y al hermano por falsedad, inmigración ilegal y trata de seres humanos. Fuentes jurídicas aseguran que este fallo es importante ante la dificultad que existe para conseguir condenas cuando las víctimas de esta práctica son menores de edad, como es el caso.
El tribunal de la sección octava de la Audiencia de Barcelona ha impuesto al matrimonio formado por Hasim y Demila, así como al hijo mayor de ellos y hermano de la víctima, Fado, no solo una pena de prisión, sino también una multa y la prohibición de aproximarse a la muchacha, que ya es mayor de edad. Al matrimonio, además, se le condena a un año y medio de cárcel más por un segundo delito de falsedad.
"Dinámica delictiva"
La sentencia, a la que ha tenido acceso EL PERIÓDICO, sostiene que desde julio del 2015 y hasta noviembre del 2016, los tres procesados "integraron una estructura familiar" en la que, junto a terceros ajenos a esta causa, "configuraron como principal fuente de ingresos" la comisión de robos y hurtos. A esta "dinámica vital y delictiva", precisan los magistrados, "resultó introducida, aun siendo menor de edad", la hija y la hermana de los tres acusados. Estos, "prevaliéndose" de su superioridad sobre la víctima por la relación de parentesco, y con "anuencia" de la misma, que tenía 16 años, decidieron que la víctima fuera trasladada de Roma a Barcelona por el padre. El objetivo era "someter a la menor a la comisión de ilícitos penales".
Tarjeta de identidad falsa
Para ello, el progenitor proporcionó a la muchacha una tarjeta de identidad croata falsa con una foto de ella y datos ficticios como que ya tenía 17 años, cuando no era así. Con ese 'cambio' de nacionalidad se logró introducirla en España como ciudadana comunitaria, "sin necesidad de sujetarse a los requisitos de entrada de extranjeros" de fuera de la Unión Europea y "sorteando" con ese "subterfugio" cualquier "eventual obstáculo fronterizo", detalla la resolución judicial. Además, se facilitaba su estancia en nuestro país.
El 14 de julio del 2015, Hasim y su hija embarcaron en un buque en Roma, que llegó al día siguiente a Bacelona a las 18.15 horas. Al pasar el control de aduana, el padre fue detenido porque sobre él pesaba una requisitoria de un juzgado. La muchacha pasó a manos de la Direcció General d’Atenció a la Infància i l'Adolescència (DGAIA), aunque por poco tiempo, pues ante la reclamación de los progenitores, estos consiguieron el archivo del expediente de protección.
A partir de entonces, la menor "se vio inmersa en una dinámica vital, personal y familiar" en la que el "modo de vida impuesto" sería cometer de forma "abusiva" hurtos, cuyos réditos "servirían al sostén del clan" del que formaba parte. Así, fue identificada por los Mossos como presunta autora de dos delitos de hurto. La sentencia incide en que en ese entramado había un reparto de funciones: los hombres se especializaban en robos con fuerza y las mujeres, en hurtos. El procesado y cabecilla, Hasim, nutría al grupo con otras mujeres inmigrantes, a las que denominaban "ovejas", para trabajar hurtando para él.
Según los magistrados, Hasim mantenía también relaciones con otros clanes, de modo que en el 2016 vendió a su hija, aún menor, a una persona para que la usara en Francia para robar, o como ellos decían, para que "trabajase". El precio fue de 5.000 euros, pero el dinero no fue satisfecho por el colega francés y la muchacha fue devuelta en agosto de ese año en un autobús procedente de Marsella.
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