ENTREVISTA

Violeta Quiroga y David Rodríguez: "Los menas han permitido repensar el sistema de protección"

Violeta Quiroga y David Rodríguez, fotografiados en el campus central de la Universitat de Barcelona

Violeta Quiroga y David Rodríguez, fotografiados en el campus central de la Universitat de Barcelona / MAITE CRUZ

Elisenda Colell

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Violeta Quiroga es doctora en Antropología Social y Cultural, dirige la Escola de Treball Social de la Universitat de Barcelona y lleva 20 años estudiando la migración de menores marroquís en Europa. David Rodríguez es director técnico de la fundación Idea, una de las entidades más longevas en el sistema de protección de menores en Catalunya, y profesor asociado de la misma universidad. Ambos dirigen un posgrado centrado en la atención a los adolescentes inmigrantes no acompañados por segundo año consecutivo. Piden a las administraciones que den una oportunidad a los menas más allá de los 25 años para evitar su degradación en la calle. Este martes han organizado la primera jornada a estatal para abordar el fenómeno y coordinan un estudio entre varias universidades españolas.

¿Por qué decidieron, el año pasado, crear este posgrado?

David Rodríguez: Ante la llegada excepcional de niños inmigrantes a Catalunya, la Administración buscó respuestas rápidas, todo valía, y pensamos una fórmula para que los profesionales aportaran conocimiento.

Hace años que conocen este fenómeno y lo estudian. ¿Por qué emigran tantos niños solos?

Violeta Quiroga: Por las redes de traficantes de personas, esa es mi hipótesis. En el 2002, los niños se escondían en los bajos de un camión y se escapaban sin el consentimiento de los padres. Con la crisis económica dejaron de venir. Ahora llegan con la ayuda de redes criminales. Son los padres quienes contactan con las mafias y pagan el viaje en patera.

D. R.: También hay cada vez más niños que llegan por el aeropuerto de El Prat, ya sea del África subsahariana o de Asia, con pasaportes falsificados por las mafias.

¿Y por qué llegan a Catalunya?

V. Q.: Es una de las comunidades donde ven que hay más oportunidades para buscarse la vida.

D. R.: Para muchos, el destino final es Europa, y la proximidad con la frontera la tienen Catalunya y el País Vasco.

V. Q.: Hay otro factor que es que aquí tenemos mucha población marroquí asentada. Y la Generalitat debería implicar a este colectivo. Podrían ser un gran apoyo.

Algunas entidades en Tánger plantean que sean devueltos a Marruecos en caliente.

V. Q.: Estoy en contra. Hace años se intentó el retorno y los niños volvieron otra vez sintiendo el rechazo y el fracaso. Pero en Marruecos la emigración de los menores se ha normalizado.

D. R.: Estos chicos han objetado en mejorar su país. Pero, en cuanto llegan, solo les queda un 25% de lo que eran. Están dañados y aceptan cualquier cosa. El derecho a moverse no lo debemos limitar, estos chicos tienen que poder formarse y ayudar a sus familias legalmente.

¿El drama de los menas se explica por la ley de extranjería?

D. R.: Las familias saben que si vienen de niños se les tramitan los papeles y tienen más ayudas.

V. Q.: Cuantos más jóvenes, más posibilidades tienen, pero su deterioro madurativo es peor. Este fenómeno no va a parar hasta que no cambien las leyes de extranjería.

Hay quien dice que los niños deberían regresar con sus familias.

D. R.: Estas familias no los expulsan, con mucho dolor hacen lo que sea para que sus hijos prosperen. Es un acto de amor.

V. Q.: Y para los niños es una gran responsabilidad. Y, una vez aquí, solo los que se porten bien, que estén de acuerdo con todo, tendrán oportunidades. Tienen derecho a rebelarse, igual que nuestros hijos.

¿Se comportan mejor que los adolescentes nacidos aquí y con familia?

D. R.: Solo el 4% de los menas de origen rural han tenido contacto con la policía. En la franja de los nacidos aquí, este porcentaje es mayor.

¿El riesgo está a partir de la mayoría de edad? A finales del 2020 habrá casi 4.000 menas ya adultos.

V. Q.: La mayoría llegan con 16 o 17 años. Por mucho que haya opciones más allá de los 18 años, no se está dando cobertura a todos los chicos. No podemos dejarlos en la calle porque la integración empieza por asegurarles una protección. Los municipios dicen que no les toca, la DGAIA no llega y los jóvenes se quedan sin nada en un sitio donde no tienen nada. Hay que garantizar un proyecto hasta los 25 años. Y esto se resuelve con presupuestos.

Muchos acaban en la calle. ¿Serán una nueva bolsa de pobreza?

V. Q.: La sociedad no los reconocerá como “sus pobres”. Son diferentes, no son de los tuyos… Sin embargo, no volverán a Marruecos. O impulsamos políticas protectoras a pesar de la mayoría de edad, o tendremos jóvenes deambulando en las grandes ciudades que se irán degradando.

D. R.: Hay gente muy deprimida que aún siente que pertenece a algún sitio. Ellos tienen un riesgo de desarraigo importante. Y tratarán de sobrevivir como puedan.

Y, mientras tanto, los vecinos protestan contra la instalación de los centros de menores.

V. Q.: Ellos son lo mejor que sale de Marruecos. Son chicos muy resilientes, muy inteligentes y autónomos. Crearán vínculos aquí, serán catalanes y nos pagarán la pensión, estoy segura. ¿Hace falta que les hagamos sufrir tanto?

D. R.: Tenemos que entender que forman parte de nuestra juventud. Y su deterioro significa el deterioro de todo el colectivo juvenil. La aceptación del otro está en riesgo.

¿Qué opinan de los ataques que han vivido los centros de menores?

V. Q.: La Administración debe trabajar con las comunidades de vecinos y los municipios. A veces hay que saber decir no.

D. R.: Estos niños nos han dado la oportunidad de poner en jaque el sistema de protección para repensarlo. Ahora el Govern tiene esta voluntad. En el fondo, han sido un revulsivo.