TRAGEDIA EN LA CONCA DE BARBERÀ

L'Espluga de Francolí: hartos del río sucio

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Carlos Márquez Daniel

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La mujer no termina de creerse que en el porche de la casa de su vecino, un hombre que vive en una residencia, haya un ataúd. Cuando ve la foto, porque no puede entrar para comprobarlo porque una montaña de barro se lo impide, se queda helada. "No creo que sea suyo". No lo es. Resulta que la funeraria tiene un almacén un poco más arriba y la fuerza del río se ha llevado parte del género. Esto es L'Espluga de Francolí el día en el que todo ha cambiado, en el que todo el pueblo, sin tiempo para relamerse las heridas, echa una mano para recuperar el pulso tras una riada que, como suele pasar con las catástrofes naturales contemporáneas, ninguno de los mayores había visto antes.

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El paisaje recuerda mucho al que hace un año ya tuvieron que afrontar los vecinos de Sant Llorenç des Cardassar, en Mallorca, donde perdieron la vida 12 personas tras una tromba imposible que convirtió medio pueblo en una piscina. Hercúleos árboles rotos como si fueran palitos de pan, el agua abriéndose paso por todas partes, sin filtros, sin piedad, pero con mucho sedimento. Todos los vecinos consultados por este diario, y no han sido pocos, coinciden en que la lluvia ha sido excepcional. Nada que objetar ahí. Pero también señalan que el cajón del río estaba lleno de vegetación. "Había un montón de cañas, pero cuando pedíamos que las quitaran, nos decían que no, que eso es un arbolito autóctono y no se puede tocar. ¡Pues mira ahora!". Francisca, que tendré no menos de 75 años, se queja del nulo mantenimiento del caudal y se acuerda bien del último desastre llegado del cielo. Sucedió en 1994 "pero entonces no fue tan calamitoso porque, aunque cayó más agua que ahora, se espació durante todo el día". El martes pasó "de golpe, como un martillazo". 

Ahí al otro lado del puente había unos lavaderos antiguos que se habían restaurado recientemente. Junto a ellos, una hilera de huertos, e incluso unas sillas para tomar el sol. También una granja con animales. En la otra vertiente, un amable paseo de cemento y una zona de juegos infantiles. Un parque fluvial de toda la vida, el lugar ideal para el primer beso o para pasear al perro. No queda nada, solo un inmenso chopo, un clásico de río cuya base está repleta de troncos que han quedado asidos a las fuertes ramas, un tractor volcado y retales de destrucción por todas partes. El agua superó el nivel del puente, donde L'Espluga dibuja una leve curva hacia la izquierda. Un giro que ha resultado ser fatal para el pueblo. 

Un vino exclusivo

Fatal porque en ese punto, justo al lado del puente, estaban expuestas la bodega Rendé Masdéu y el restaurante Gatim, que han amanecido totalmente devastados por la violencia del agua y toda la munición que arrastraba. Igual que en Mallorca, igual que en la mayoría de desastres naturales, el pueblo se ha volcado en la tragedia y ha hecho de la empatía virtud echando una mano a los que más la han sufrido. Decenas de personas se han acercado a los casquetes de la bodega para retirar botellas. Entre ellos estaba Arnau Roig, nieto del fundador de estos vinos de la Conca de Barberà. Imposible hacerle una pregunta que no resultara incómoda, así que lo mejor era entrarle por la solidaridad de L'Espluga. "Es genial, ha venido mucha gente y nos están ayudando a llevarlo un poco mejor". Espera rescatar unas 5.000 botellas que van saliendo llenas de barro gracias a una cadena humana de vecinos, y cuyo precio, ni que sea por solidaridad, seguro que se disparará. 

Joan, el marido de Francisca, cuenta que a primera hora se ha encontrado con Josep Maria Rendé, el hombre que convirtió su afición por los vinos en un negocio familiar. "Les llegó el aviso de la alarma y el yerno y el nieto fueron para allá. Suerte que el agua ya pasaba por encima del edificio, porque si llegan un poco antes, la ola les pilla dentro". Tras narrarle los hechos, el bodeguero, que sobre todo fue banquero, se puso a llorar. Qué menos. Arnau dice que sus padres están destrozados y comparte que tanto él como su hermano (tienen 21 y 18 años) están estudiando con la idea de seguir con el linaje vinícola. "Tenemos que hablar con el seguro, pero queremos seguir". Este joven aspirante a ingeniero agrónomo colgó hace un mes en su cuenta de Instagram un vídeo en el que mostraba el mal estado del río, con todo ese verde que podía ser fatal en caso de riada. Lo acompañaba de un mensaje para el ayuntamiento: "Vergonya". No obtuvo respuesta. Hasta que la lluvia y la crisis climática sí le han dado la réplica. 

Muy pocos están sin hacer nada en L'Espluga de Francolí. Como si de una guerra se tratara, solo abuelos y niños se salvan de arrimar el hombro. Ya sea achicando agua de los bajos de la calle de la Font, donde el río alcanzó los dos metros de altura, arruinando todas las plantas bajas que encontró a lo largo de 100 metros de subida; limpiando aceras, manejando maquinaria pesada o repartiendo agua, galletas o caldo casero. "El pueblo lo hace el pueblo", defiende una de estas voluntarias, que niega a un chaval otro vasito de sopa, no se vaya a quedar alguien sin. 

Al otro lado del puente, Gloria se ha encontrado con su propiedad anegada. Vacía, de hecho, porque el agua se ha llevado el coche y los muebles del garaje. "Esto era de mi padre, que murió hace siete meses; por suerte no ha visto todo esto...". Josep María, vecino de Vilanova de Prades, sigue los trabajos con las manos en la espalda. Está ya mayor. Su frase permite cierra la crónica: "El fuego lo paras de un modo u otro, pero esta agua no la paras de ninguna manera, menos aún si baja llena de mierda".