Yemen, un país sin presente ni futuro para la infancia

Save the Children Yemen

Save the Children Yemen / Jonathan Hyams

MICHELA RANIERI. SAVE THE CHILDREN

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Los niños y niñas de Yemen tienen algo que contarnos. Cuatro años después de que las bombas empezaran a caer sobre sus vidas, nos dicen que están cansados de los bombardeos, de pasar hambre y frio, de ver morir a sus hermanos pequeños por enfermedades que podrían curarse con un simple tratamiento, de pasar miedo.

Ya han pasado demasiado miedo desde que un conflicto que no les pertenece, en el que participan países que ni siquiera podrían colocar en el mapa, trajo a sus vidas el sufrimiento y la muerte.

Yemen es un país destrozado por el conflicto, la mayor crisis humanitaria de nuestros días, según Naciones Unidas. Y no es difícil creerlo si se considera que el 80% de la población del país, 24 millones de personas, de los que 11,3 millones son niños y niñas, dependen completamente de la ayuda humanitaria. En Yemen no son solo las bombas las que matan: el hambre es aún más mortífera.

Y es un hambre que no se debe a ninguna sequía o calamidad natural, sino a la mano del hombre. Una hambruna intencionada provocada por la coalición liderada por Arabia Saudí y los Emiratos Árabes, que han impuesto un bloqueo de facto sobre los puertos y aeropuertos yemeníes. Ya no entra casi ninguna mercancía por el puerto de Hodeida, por el que anteriormente entraba el 80% de la comida que se comercializaba en Yemen, además de la ayuda humanitaria. Y es por ello que actualmente hablamos de 10 millones de personas que no saben cómo van a procurarse su próxima comida ni cómo van a alimentar a sus hijos y que están literalmente al borde de la inanición. Según Save the Children, desde la escalada de la violencia en 2015, unos 85.000 niños menores de cinco años han muerto de hambre en Yemen.

Y a todo esto se suman las bombas, las que caen de noche y que hacen que los niños y niñas yemeníes no puedan dormir por el miedo. Pero que también caen de día, y no es por “error” si caen sobre un mercado atestado de gente o sobre un autobús escolar lleno de niños que se van de excursión, como el que fue atacado el pasado agosto en Saad y en el que murieron 40 estudiantes y sus maestros. No son errores, sino ataques deliberados contra la población civil, contra niños y niñas que no tienen nada que ver con este conflicto. Violaciones flagrantes del derecho internacional humanitario, las normas que regulan la conducta de las hostilidades desde hace 70 años y que cualquier parte en conflicto conoce y está obligada a respetar. Se estima que entre julio y agosto de 2018 los ataques aéreos de la coalición alcanzaron el doble de ubicaciones civiles que de objetivos militares.

En este contexto, las escuelas no se libran de los ataques deliberados. Según el informe sobre niños y conflictos armados, que el Secretario General de la ONU publica todos los años, en 2018 hubo 20 ataques verificados a centros educativos. Además, al menos en 8 ocasiones, las escuelas habían sido utilizadas para fines militares, lo que las expone aún más al riesgo de ataques. El resultado, es que una de cada cinco escuelas en Yemen actualmente está sin utilizar, y una de cada tres niñas (uno de cada cuatro niños) está fuera del sistema educativo. Un sistema educativo que por su parte sobrevive solo gracias al esfuerzo de maestros y maestras y el apoyo de las organizaciones, ya que desde 2016 el gobierno ha dejado de pagar sus sueldos.

Por todo lo que acabo de describir, Save the Children ha querido dar la palabra a los niños y niñas de Yemen con ocasión del aniversario de la escalada del conflicto, que se cumple este 26 de marzo. Los niños y niñas nos han contado que quieren dejar de tener miedo y ser niños como cualquier otro, y poder salir a la calle sin el riesgo de no volver, jugar, dibujar, ir a la escuela, comer y desarrollarse como cualquier niño se merece. Por ello, piden a los líderes mundiales que les ayuden a tener un futuro, apoyando el diálogo entre las partes para que se llegue a un acuerdo de paz que tenga en cuenta sus voces.

Pero para que esto sea posible, es urgente que las potencias mundiales, incluida España, dejen de alimentar esta violencia, poniendo fin de forma inmediata a la venta de armas a las partes en conflicto. Hasta que esto no ocurra, todos seremos cómplices del sufrimiento de millones de niños y niñas yemeníes.