ESCÁNDALO EN LA IGLESIA CATÓLICA

El Vaticano dedica cuatro días a conjurar siglos de abusos sexuales

Papa Francisco

Papa Francisco / periodico

ROSSEND DOMÈNECH / GUILLEM SÀNCHEZ

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El encuentro para la Protección de la Infancia en la Iglesia que empieza este jueves en el Vaticano -y que se alargará cuatro días, hasta el domingo 24 de febrero- tratará por primera vez la cuestión de los abusos sexuales a menores cometidos por sacerdotes como "un problema global" de la institución religiosa. Pero la peor crisis que sufre la iglesia en su milenaria historia está lejos de resolverse.

Las víctimas de los crímenes sexuales perpetrados por curas durante décadas (y silenciados por obispos de todos los continentes, desplazados a Roma esta semana) admiten la relevancia de una reunión sin precedentes, pero desconfían de que cristalice en acuerdos significativos que extirpen una epidemia enquistada durante demasiado tiempo. Tampoco tienen esperanza alguna en que el Vaticano haga pública la cifra que conoce sobre los abusos cometidos por clérigos -ni mucho menos sus nombres y destinos- que constan en los archivos de la Doctrina de la Fe, el órgano encargado de investigarlos.

En el mejor de los casos, vaticinan, concluirá en un endurecimiento del protocolo a seguir por parte de las diócesis, que respetará la autonomía de cada país y que, en consecuencia, no será de obligado cumplimento. Un final que dejará insatisfechas a las víctimas y no librará al Vaticano de seguir por un via crucis que empezó con Juan Pablo II y que difícilmente finalizará con Francisco.

Una estructura dañada por la pederastia

La cumbre llega casi seis años después de que el actual Papa se pusiera al frente del Vaticano y tras constatar que cuantas medidas se habían tomado hasta la fecha, muchas decretadas por su antecesor, Benedicto XVI, habían resultado inútiles. Francisco ha organizado -ocupándose personalmente de todos los detalles del encuentro- una reunión planetaria que, en sus propias palabras, se celebrará "tarde por la gravedad del problema y tarde en la asunción de responsabilidades" por parte de la Iglesia católica. En esta cumbre, y eso será algo nuevo, se encontrarán víctimas, curas, responsables de todas las conferencias episcopales de planeta, jefes de las órdenes religiosas, 'ministros' del Vaticano, representantes de los cardenales y tres mujeres.

"Esta cumbre se celebrará tarde, por la gravedad del problema y por la asunción de responsabilidades "

Francisco

— Papa

Hasta el año 2000 nadie en la Iglesia había hablado públicamente de los menores abusados por curas. Todos los casos eran encubiertos por sus obispos, que trasladaban a los sacerdotes de parroquias, o de diócesis, con el fin de proteger la reputación de la institución. Un documento fechado en 1962 y firmado por Juan XXIII, cuyo nombre era 'Crimine Solicitacionis' y que fue publicado en el 2003 por 'The Observer', demostró que las órdenes del Vaticano, vigentes hasta finales del papado de Juan Pablo II, eran mantener en "estricto" secreto y bajo amenaza de "excomunión" todos los casos de abusos sexuales.

Los orfanatos de Irlanda

A finales de los años 90 estalló en Irlanda el escándalo de pederastia en orfanatos católicos, con más de un centenar de párrocos acusados que dejaron más de mil víctimas desde los años 30. El diario ‘Boston Globe’ publicó en el 2002 la investigación periodística sobre los abusos ocultos en el seno de las autoridades eclesiásticas de Boston. En los años posteriores, comenzaron a redactarse las primeras sentencias condenatorias en EEUU, que comportaron considerables indemnizaciones para las víctimas que llevarían a la quiebra a una docena de diócesis, y pusieron el problema definitivamente sobre la mesa en América. El asunto había empezado a alarmar en el Vaticano desde tiempo antes, durante el pontificado de Juan Pablo II, hoy santo, y cuando el prefecto de la Congregación de la Fe era el cardenal Ratzinger (quien años más tarde sería el papa Benedicto XVI), el órgano que recogía las denuncias de todo el mundo.

El escándalo de los orfanatos de Irlanda en los años 90 fue uno de los primeros en airear la polémica

Desde finales de los años 90, cada domingo, los familiares de numerosas víctimas de la diócesis de Boston (EEUU) se reunían debajo de la vivienda del cardenal Bernard Law para protestar por su silencio. Cuando las autoridades estadounidenses parecían estar a punto de detener a Law, por encubridor, Juan Pablo II lo trasladó a Roma y lo instaló en la basílica de Santa María la Mayor, destino del que le echaría Francisco. "No quiero verle nunca más por aquí", le dijo. Un solo cura de la antigua diócesis de Law, en Boston, John Geoghan, había abusado de un centenar de adolescentes saltando de una parroquia a otra.

Medidas insuficientes

Benedicto XVI, papa entre Juan Pablo II y Francisco, solicitó numerosas veces antes de llegar a Pontífice afrontar los abusos de maneras distintas a las del silencio y del encubrimiento. Cuando se presentó el caso de pederastia que afectaba al cardenal de Viena Hermann W. Groër, propuso a Juan Pablo II una comisión investigadora, que le fue negada. Ratzinger, en el funeral de Karol Wojtyla (Juan Pablo II), afirmó en Mundovisión que “la Iglesia es una barca que zozobra”. Ya en su primer via crucis en el Coloseo (2005), cuando Juan Pablo II estaba muy enfermo, había dicho que la Iglesia estaba “llena de suciedad”. Sucesivamente, Benedicto XVI había lidiado en la Doctrina de la Fe con la ruptura del silencio en Irlanda, Bélgica, Alemania o Estados Unidos. En Italia, España, toda Latinoamérica, Asia y África todavía no parecía haber síntomas y las denuncias enviadas a Roma habían sido mínimas.

Juan Pablo II conocía la existencia del problema de la pederastia. A sus manos habían llegado, entre otras, dos denuncias contra Marcial Maciel –sacerdote con dos hijos–, fundador de los Legionarios de Cristo Rey, con buenos amigos en la Curia (gobierno central de la iglesia) a quienes agasajaba con preciosos regalos.

El Jubileo Universal

Wojtyla fue también el mismo Papa que inauguró la primera conexión informática directa entre el Vaticano y varios estados asiáticos en una carta que fue tan famosa como ignorada en un aspecto: en ella pedía perdón por los abusos cometidos por los eclesiásticos. Tanto conocía el problema que en el año 2000, cuando ya había convocado un Jubileo Universal, llamó a Roma a los obispos de los EEUU y les echó un rapapolvo que oyeron hasta los bedeles desde el pasillo.

De aquel encuentro con los obispos americanos saldría la primera “guía” sobre cómo comportarse frente a los abusos a manos de eclesiásticos. La redactaron los obispos de aquel país un año más tarde, en Dallas. Sin embargo, no fue suficiente por muchas razones. La principal, entre otras, faltaba la obligación automática de denunciar al abusador a las autoridades civiles. En el 2018 los jueces de Pensylvania han sacado a la luz los nombres de 300 curas acusados de 1.000 casos de abusos. Y el cardenal de Wasington D.C., Donald Wuerl, dimitió del cargo.

Normas para las diócesis

Sin embargo, después de aquella guía, surgió con Benedicto XVI un documento vaticano que instaba a las conferencias episcopales a elaborar un vademecum de conducta de acuerdo con las distintas leyes penales de cada país dado que algunas prevén la acusación de oficio y otras no. Diez años después no todos la han elaborado, faltan sobre todo las de las conferencias africanas.

Tras ser elegido Papa (2005), Benedicto XVI mandó abrir una ventana dedicada al tema en el portal del Vaticano, que todavía existe, donde están todos los documentos oficiales y oficiosos sobre los abusos. “Tolerancia cero”, dijo, y elevó a 20 años –a partir de la mayoría de edad de las víctimas- el período de prescripción de tales delitos.

Francisco toma el relevo

Desde de su elección como Papa, cargo al que llegó “para hacer limpieza en la Curia”, según dijeron sus electores, Francisco se ha reunido numerosas veces con las víctimas de los abusos, tanto en Roma como durante sus viajes. Creó un tribunal para juzgar a obispos y cardenales abusadores o encubridores y arrancó una comisión para la tutela de los menores, que no ha funcionado.

La comisión, de la que formaban parte dos víctimas, era consultiva y debía proponer medidas prácticas contra los abusos. Pero la Congregación de la Fe las desoyó y ni siquiera respondió a sus cartas. Las dos víctimas dimitieron. También acabó dimitiendo el “ministro” de la Congregación, el cardenal Gerhard Müller, que desde entonces publica escritos contra Francisco. Lo mismo hace el exnuncio (embajador) en los EEUU, Carlo Maria Viganò, quien junto con los cardenales Raymond Leo Burke y Theodore E. McCarrick –reducido a laico recientemente por encubridor–, se han aliado con la ultraderecha estadounidense y con el mismo Steve Bannon, exjefe de la campaña electoral de Donald Trump, y son considerados los adversarios internos de Francisco.

“Hemos llegado tarde”, insistía el Papa meses antes del encuentro que comenzara este jueves, en una carta inédita dedicada a los abusos y dirigida a todos los católicos del mundo. “Seguiremos la vía de la verdad, nos lleve adonde nos lleve”, añadió.

Entre 8.000 y 10.000 curas abusadores

No existen datos oficiales y completos sobre el número de eclesiásticos que han abusado de menores. Pero cruzando los datos de las distintas fuentes vaticanas consultadas, se puede obtener una cifra: entre 8.000 y 10.000 curas, obispos y religiosos han sido denunciados internamente por pederastia en todo el mundo (en total son 410.000, actualmente). La mayoría de los hechos ocurrieron entre los años 30 y 80 del siglo pasado aunque el goteo de sospechas llega hasta el presente.