Triángulo mortal: El proxeneta, el electricista y su amante

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Guillem Sànchez

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Para comprender por qué acabó enterrado en cal viva, bajo un bloque de cemento, en una nave industrial de Argentona que escondía una plantación de marihuana, hace falta retroceder en el tiempo una década y detener el viaje justo cuando una prostituta moldava era obligada a ofrecer su cuerpo a los conductores del área metropolitana de Barcelona. Porque justo ahí es cuando comenzó esta presunta historia de amor entre un proxeneta albano y una de las mujeres a las que explotaba. No era un principio muy prometedor. Pero tampoco permitía presagiar el final que iba a tener.

Proxeneta y prostituta se fueron a vivir juntos en el 2012, a un piso de la Roca del Vallès. Se alejaron del mercado del sexo de pago y él se regeneró como narcotraficante. También tenía talento para eso y se convirtió en un miembro con galones dentro de una organización criminal dedicada a la exportación de marihuana. Otra más, de las que han encontrado en Catalunya el huerto ideal para cultivar cannabis y enviarlo al resto de Europa.

El electricista

Uno de los secretos de este entramado que montó el exproxeneta estaba en el electricista con el que se asoció. "Era muy bueno", reconoce el inspector Jordi Domènech, de los Mossos d'Esquadra. Era un artista pinchando la corriente de la red general y los acabados de la instalación en el interior de las naves en las que crecían las plantas de marihuana eran francamente profesionales. El problema era que el electricista estaba enamorado de la novia del exproxeneta, la exprostituta moldava. En junio del 2017, los celos estallaron.

El electricista, mientras acababan los trabajos para adecentar la nave de Argentona, que incluían insonorizarla, colocar una doble puerta en la entrada y montar extractores con filtros para el olor de la marihuana, decidió que iba a matar a su socio. Se acercó por detrás, colocó la pistola en la nuca y apretó el gatillo. Tras la ejecución, lanzó el cadáver del exproxeneta a un hoyo del suelo abierto para canalizar sus cables eléctricos. Le echó cal viva. Lo cubrió de cemento. Y se fue a vivir con ella, en la casa de la Roca del Vallès.

El padre no se resigna

La exprostituta moldava acudió a denunciar la 'desaparición' de su pareja a una comisaría de Barcelona, presionada por su suegro. A los Mossos les dijo que estaba preocupada poque su novio, "un albano a quien conocía desde hacía pocos días", se había marchado sin dar explicaciones y no podía contactar con él. Desapariciones como esta hay una media de diez al día, aclara el inspector Domènech, para explicar por qué un año antes no se había activado ninguna investigación policial.

Meses después, el padre del exproxeneta asesinado, voló a España y puso una segunda denuncia. Completamente distinta a la anterior. Él describió a su hijo como un hombre que llamaba "casi todos los días a su madre" y que vivía en pareja "desde hacía seis años". La contradicción entre las dos denuncias mosqueó a los agentes, que, además, encontraron en el domicilio de la Roca del Vallès las gafas miopes del desaparecido, sin las este que jamás saldría de casa. Los Mossos encargaron el caso a la Unidad de Personas Desaparecidas y empezaron a tratarlo como un homicidio.

Los seguimientos policiales acabaron descubriendo que el exproxeneta pertenecía a una banda de narcotraficantes, de la que también formaba parte el electricista. Hace pocos días, activaron una operación policial y desarticularon toda la organización, de arriba abajo. Uno de los doce arrestados, mientras se lo llevaban esposado, señaló el suelo de la nave de Argentona. "Está ahí".