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La gran ayuda de la 'tata' Conchi a pacientes de un centro de reproducción asistida

Esta mujer de 79 años asiste a aquellas personas que viajan al Institut Mèdic Avançat de Reproducció Assistida de Mataró

Conchi Frediani

Conchi Frediani / CARLOS MONTAÑÉS

Carla Riverola

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"¡Salud, tata Conchi! Un pequeño mensaje para presentarte a nuestra maravilla: Maël. Queremos darte las gracias por tu ayuda en este viaje que nos permite hoy vivir la inmensa felicidad de ser madres. Muriel y Chrystelle". Conchi Frediani muestra orgullosa este mensaje que recibió hace unos días de dos mujeres francesas que viajaron a Catalunya para ser madres. Dice que los recibe a menudo. A sus casi 79 años y tras jubilarse de profesora de educación física, Frediani colabora ahora con el Institut Mèdic Avançat de Reproducció Assistida (IMARA), en Mataró, donde asiste a las pacientes extranjeras que se someten a tratamientos de inseminación artificial o fecundación in vitro. Lo puede hacer gracias a su dominio del italiano y del francés.

"Mi ginecólogo de toda la vida, Vicente Font, que es el director de la clínica, me dijo que necesitaba una persona de refuerzo para las pacientes italianas o francófonas y también de acompañamiento y a mí, que me encantan las relaciones humanas, me pareció una muy buena idea", explica Frediani. La figura del asistente está presente hoy en la mayoría de las clínicas catalanas de reproducción asistida con pacientes internacionales. Su función, básicamente, es hacer de intermediarios entre el médico y la mujer y acompañarla en un país en muchos casos desconocido para ella.

Tranquilizar y reír

Su papel está presente desde el minuto cero. "Me dicen el día en que vendrá la paciente y la llamo para informarle, pero sobre todo para darle tranquilidad y hacerla reír porque a veces vienen muy nerviosas", detalla. Pero entre sus funciones también está recogerla en el aeropuerto, reservar el hotel y acompañarla hasta allí si viene en coche desde Francia. "Y si vamos bien de tiempo, y llegan en avión, les hago una visita por Barcelona y les explico los principales monumentos de la ciudad", cuenta entre risas. Después entra con las pacientes a la consulta para dar apoyo lingüístico al doctor, aunque él también habla francés e italiano. "Siempre me pregunta: '¿no te aburres escuchando cosas médicas todo el día?' Pero yo siempre contesto lo mismo: lo encuentro apasionante, todos los días aprendo algo", dice. Ahora ya sabe que la fecundación in vitro requiere más horas de descanso que la inseminación artificial y por eso está alerta al teléfono "por si necesita algo mientras está sola en el hotel", precisa.

Entre las pacientes hay mujeres solteras o matrimonios heterosexuales, pero predominan las parejas homosexuales que no tienen permitido inseminarse en sus países, como Francia o Italia. El trato, dice, es en todos los casos "personalizado y familiar". "Todas las clínicas de reproducción de Barcelona son buenas, pero para nosotros, al ser un centro muy pequeño, son un nombre y no un número", puntualiza. 

Ilusión, ilusión, ilusión

Lo mejor de este trabajo, relata, es "ver la ilusión de las mujeres": "Para venir al mundo, lo único que necesita un bebé es ser deseado y tener amor, más allá de si tiene un padre, una madre o dos madres; la ternura que veo aquí no la he visto nunca", reconoce. Sobre todo porque "sienten mucha ilusión cuando ven que están creando una vida".

Sigue manteniendo la relación con muchas de las mujeres que ha acompañado los ocho años que lleva colaborando con IMARA. "Nos mandamos mensajes para saber cómo estamos y me envían fotos de los niños", explica emocionada. Pero uno de los mensajes que más ilusión le hizo fue el que recibió de la madre de una paciente: “Nos daba las gracias por haberle ayudado a ser abuela, porque pensaba que teniendo una hija lesbiana nunca lo podría ser y estaba muy feliz porque su hija finalmente había conseguido ser madre”.