EL LUGAR DE LOS HECHOS

Hortichuelas, donde lo único que se secuestraba eran macetas

Es un lugar donde nunca había pasado nada, y donde seguramente nunca volverá a pasar

Depuradora en cuyos alrededores se encontró la camiseta.

Depuradora en cuyos alrededores se encontró la camiseta. / periodico

Manuel Vilaseró

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Hortichuelas no estaba  en el mapa. "¿Hortiqué?" Era la respuesta habitual  cuando uno respondía donde había pasado las vacaciones. No estaba en el mapa y esa era probablemente su  principal virtud. Una zona desconocida dentro de un Parque Natural, el Cabo de Gata, y muy a mano de las pocas playas sobre las que la especulación no ha hincado sus garras.

Al anonimato unía el ser un oasis de paz. Ni tiendas, ni cajeros, ni gasolineras, ni bares. Lo que a algunos decepcionaría se convierte en ventaja si lo que se busca es desconectar del frenesí de  la gran ciudad. Es también una desventaja para los investigadores de la desaparición de Gabriel. No hay ni una cámara en kilómetros a la redonda.

En Hortichuelas nunca pasa nada

En Hortichuelas no hacían falta. Cuando las familias que pasamos las vacaciones allí llegamos al destino lo primero que hacemos es dejar salir a los niños y cerrar la puerta, olvidando durante un tiempo (al fin) la condición de padres. Porque en Hortichuelas nunca pasa nada. Nunca había pasado nada y problamente nunca volverá a pasar nada. Los niños tienen aquí la seguridad que no tienen en la ciudad. No hay trampas ni nadie acechando. Al contrario, Rosa,  Carmen, Sonia, Consuelo  y los  otros vecinos que residen allí todo el año constituyen unos vigías que ya  quisieran para si algunas empresas de seguridad.

Sonia Corrochano cuenta que sí recuerda un delito cometido con reiteración. El autor era una vecino, ya fallecido del que no daremos su nombre, que tenía una cleptomanía muy especial. "Se dedicaba a robar macetas del resto de las casas. Pero la verdad es que era muy inofensivo. Todas sabíamos que si nos desaparecía una maceta solo había que ir a buscarla a su casa", recuerda.

¿Qué falló esa tarde? Probablemente nada. Solo que alguien había fijado su objetivo en el pequeño Gabriel y si no se lo hubiera llevado en Hortichuelas lo hubiera hecho en Las Negras o Almería. Si en algo están de acuerdo la familia y los vecinos es que no pudo ser alguien decidido a raptar un niño, fuera cual fuera al azar. Hubiera ido a otros sitios. Al fin y al cabo, en Hortichuelas apenas hay niños y la mayoría de los que forman la pandilla en la que jugaba Gabriel  ( Juan, Mabel, Gema, Mateo, Martín y Unai), solo pasan por allí fines de semana, puentes y vacaciones. Igual que Gabriel.

Ni siquiera en las concurridas playas y pueblos costeros de la zona en pleno verano se ha conocido en los últimos años ninguna agresión sexual a un menor. Quizás algún 'voyeur' en playas nudistas. Enfermo, pero, a la luz de los hechos, inofensivo.

No se perdió

Sólo con un conocimiento detallado del terreno y las costumbres de la familia de Gabriel y del pueblo es posible que se consumara el rapto.

La hipótesis del accidente o de que el pequeño se perdiera está completamente descartada. Es como si alguien se perdiera andando entre el número 20 y el 40 de la Rambla Catalunya. Gabriel no se alejaba del camino más que para jugar o recoger palos en el montículo de detrás de su casa o en el bancal de más abajo donde sus amiguitos habían contruído una casita del árbol o improvisado un columpio.

Gabriel era el más pequeño de la pandilla y cuando el grupo jugaba al escondite de noche iba siempre acompañado de un mayor. No porque se lo pudiera llevar el hombre del saco sino porque no se cayera entre piedras y riscos y taludes traicioneros.