La célula yihadista de Ripoll se forjó como una secta

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Víctor Vargas Llamas / Ripoll

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Un chaval con camiseta gris sortea a dos contrarios y empalma un trallazo que golpea contra las redes metalicas de las porterías de la plaza de la Sardana, en Ripoll. El súbito impacto hace vibrar con tremenda intensidad la estructura de las porterías, casi tan violentamente como se han visto sacudidas las estructuras cívicas de esta localidad tras saberse el origen de los atentados terroristas de Barcelona y Cambrils. Pocas semanas atrás, muchos de los yihadistas que han sembrado el pánico entre la opinión pública integraban los equipos que se retaban en esa cancha. Hasta que un mal día dejaron de hacerlo, se olvidaron de ser ellos mismos, abandonaron la pista y cambiaron la obsesión por el gol por la de golpear la confianza de toda una sociedad. Sus entonces compañeros y rivales sobre el terreno de juego fueron quizás los únicos en percatarse de que algo había cambiado en sus cabezas.  

"En los últimos meses ya no se relacionaban con nosotros como siempre. Dejaron de venir a la pista, podía pasar una semana sin verlos y eso antes era impensable. Y cuando te los cruzabas por la calle, hacían el gesto con la cabeza de saludarte, de lejos, pero poco más. Marcaban distancia, no eran los mismos", relata un joven que conocía a todos ellos. "Te quedabas descolocado. Al principio pensabas que quizás sería que estaban cansados, o rayados. Iban a la suya. Y te chocaba, sobre todo de [Mohamed] Houli, ¡con lo cariñoso que era siempre! Y de Omar [Hichamy], otro tío genial. También Moussa [Oukabir] y Said [Aallaa] eran muy habituales", añade. "Eran como cualquiera de nosotros. Salían de fiesta, aunque yo nunca les vi beber ni fumar. Y no veas si ligaban, ¡algunos un montón! Incluso muchas de sus novietas eran españolas", añade otro joven.

La influencia del imán

El cambio fue llegando de manera paulatina, hasta que se hizo evidente "en la pasada primavera", describe un adulto que observa a su hijo jugar en la pista. "Lo que te cuentan los mismos chavales de su comunidad es que no iban demasiado por la mezquita, pero que el imán los cogía aparte. Que este hombre hacía su trabajo en la mezquita ante los más mayores, y luego quedaba fuera con los más jóvenes", dice el padre. "Era una tapadera. Les lavó el cerebro, pero fuera del templo, porque ellos no eran demasiado religiosos. Seguían la religión de sus padres, pero no eran asiduos a los rezos", dice un joven marroquí que los conocía bien. En la calle, los jóvenes disimulaban su relación con el imán.

Aunque no tan taxativa, la versión de Alí Yassine, presidente de la comunidad islámica Annour, refuerza esa tesis, si bien blinda la responsabilidad del colectivo. "Lo que pasó fue fuera de la mezquita, seguro. El imán no levantaba sospechas, pero no podemos controlar lo que hacía fuera del templo", dice. Yassine detalla que había dos grupos de menores en el entorno de la liturgia: "A los que sabían algo de árabe les impartía enseñanzas el imán; a los que no, les dábamos clase una profesora, o yo mismo u otro miembro de la junta".

Patrón imprevisto

El testimonio de los chavales y padres de la pista de fútbol encaja con las líneas que siguen los investigadores, quienes van llegando a la conclusión de que los chicos no tenían un estrecho vínculo con el islam y que incluso llevaban "un tipo de vida occidental", según fuentes conocedoras de las pesquisas que han entrevistado a familiares de los terroristas. Es por la influencia del imán que se empezaron a alejar de sus conocidos y familias y "a tratarse solo entre ellos". Ahora se sabe por ejemplo que algunos de los más jóvenes comenzaron a recriminar a sus hermanos mayores que bebieran alcohol. 

“Todos ellos trabajaban o estudiaban; solo uno era usuario de los servicios sociales”

Maria Dolors Vilalta

— Concejala de Convivencia

Reacciones que revelan un aspecto clave a la hora de desentrañar la metamorfosis de estos chicos, que llevaban una vida aparentemente integrada entre sus conciudadanos. El patrón que se siguió parece alejado de los actuales modelos de captación del Estado Islámico, basados en su poderosa maquinaria propagandística a través de vídeos, o bien mediante la figura de ciberreclutadores que entran a las redes sociales para persuadir a jóvenes musulmanes occidentales. En este caso, no. A los investigadores les ha chocado la recuperación de una fórmula que se creía desfasada, la de la manipulación psicológica, siguiendo una hoja de ruta propia de las sectas. Así fue como el imán los reclutó, sobre todo a los más jóvenes, "los más influenciables y vulnerables", añaden fuentes de la investigación.

Integración

Y si la gestación de la célula sorprende a los investigadores, la sensación alcanza el grado de estupor al abordar el caso desde un punto de vista social, desde la cotidianeidad de una localidad en la que la comunidad musulmana, unos 600 de los poco más de 10.500 habitantes, estaba perfectamente asimilada, sobre todo las generaciones más jóvenes. "Aquí no hay ningún gueto. El modelo de convivencia funcionaba, estaban integrados. Todos ellos trabajaban o estudiaban, solo uno era usuario de servicios sociales", detalla Maria Dolors Vilalta, concejala de Convivencia y tercera teniente de alcalde.

“De Moussa solo llegaban buenas noticias por parte de los profesores”

Hafida Oukabir

— Hermana de Mousa y Driss

Hafida, hermana de Moussa y Driss Oukabir, no es la excepción en cuanto a la imprevisible reacción de los jóvenes. "De Moussa solo nos llegaban buenas noticias por parte de los profesores. Tenía buenas notas, era amable y educado en la calle... Nadie en la familia esperaba un desenlace así", dice. Tampoco lo podían prever sus compañeros de clase, como Marc, nombre ficticio de quien coincidiera con Omar Hichamy, El Houssain Abouyaaqoub y Mohamed Houli, en un grado de electromecánica. "Los dos primeros eran muy disciplinados, correctos, amables... Omar, hasta fue delegado de clase algún curso. Mohamed tenía un carácter un poco más complicado, pero tampoco se metía en problemas serios", recuerda.  

Cae la tarde y los chavales reanudan el partido tras una breve pausa. A su alrededor, todo un pueblo trata de seguir su ejemplo. Quieren volver a ser un equipo, pero nunca antes se habían enfrentado a un rival como el que tienen ante sí. Un adversario tan poderoso como desconocido, que siembra algo más que inquietud entre las filas locales. Saben que este partido solo lo pueden ganar juntando fuerzas, sumando empeños, jugando como un equipo. No será nada fácil, pero en sus manos queda. La pelota vuelve a rodar por las calles de Ripoll.