"Me pasé tres años sin salir a la calle, solo la veía desde la ventana"

Basi Millán sufrió una depresión cuando murió su madre, hasta que una voluntaria la sacó de su tristeza

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TERESA PÉREZ / BARCELONA

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Basi Millán (Jaén, 1938)  se pasó media vida cuidando a su madre y ahora la cuidan a ella. Francina Albiñana (Igualada, 1971) es una voluntaria de la asociación Amics de la Gent Gran que dedica dos horas semanales a conversar con Basi y a sacarla de su ensimismamiento. Es la cuidadora cuidada.

En la historia de Basi hay muchas lágrimas amargas. Las que vertió en sus 30 años de matrimonio, las que derramó por su familia y las que arrojó por su madre y que todavía asoman a sus ojos cuando habla de ella con una ternura que estremece. “Nos queríamos muchísimo, dormíamos con las manos enlazadas”, rememora.

Entre los siete hermanos de Basi, María, la madre, la eligió a ella para que la cuidara en la vejez. La asistencia filial se alargó 12 años y medio hasta que María falleció cuando le faltaban tres meses para cumplir los 104 años. “Su muerte me afectó mucho. Mi vida era ella y me quedé sola y además en misma casa donde vivíamos”, explica. Cuando iba a la cocina se la imaginaba sentada en una silla y lo mismo le sucedía cuando entraba en las otras habitaciones de su piso del barrio del Carmel de Barcelona. “Hasta tuve que quitar la cama donde dormía mi madre”, dice. Los recuerdos consumían a Basi Millán Santoyo; ella insiste en el segundo apellido. "No quiero perder el de mi madre".

VISITAS AL CEMENTERIO

La soledad estaba presente cada segundo.“Me pasé tres años sin salir de casa, la calle solo la veía desde la ventana. Me pasaba los días llorando”, recuerda. Sus únicas escapadas eran para ir al cementerio de Collserola donde estaba enterrada mamá María. “Había semanas que iba hasta tres veces. Me daba paz explicarle a mi madre cómo era mi vida sin ella y le preguntaba si la cuidé bien. Creía que con mi presencia mi madre se sentía más acompañada”, narra con lágrimas despuntando en sus ojos verdes, el mismo color que los de Francina, la voluntaria. La simbiosis entre las dos es de tan intensidad que hasta parece que se parecen. “Tenemos una relación intensa, como de familia”, explican. Hasta el punto que han sido elegidas para la foto con la que la entidad Amics de la Gent Gran festejará el día de Sant Jordi.

Las lágrimas de Basi las enjugó un día la asistenta social de su barrio. Se cansó de ver cómo la vida de Basi se consumía entre cuatro paredes y contactó con Amics de la Gent Gran para que le enviaran un voluntario con quien compartir recuerdos. “Me mandaron a Diego, después a Iván, que se tuvieron que ir por trabajo. Y un día apareció Francina y enseguida conectamos”, explica. “El primer día Basi ya me contó su vida”, dice la voluntaria.

LLAMAR POR TELÉFONO

La relación es similar a la de cualquier madre con su hija. “Me pega broncas, pero yo, como suelen hacer las hijas, paso de ella”, afirma entre risas Francina. Y así llevan ya dos años, viéndose dos horas semanales. "Cuando me voy de viaje y esa semana ni puedo ir a verla, le llamo por teléfono para ver cómo está”, cuenta la voluntaria y explica cómo Basi se ha puesto sus mejores galas para la entrevista con el diario. "Y eso que no sabía que le iban a hacer fotos", se mofa Francina.

Cuando están juntas hablan por los codos. La voluntaria le cuenta cosas de su familia y sobre todo de su hijo Pol, de 12 años, que tiene tan presente la relación entre las dos mujeres que le dice a su madre: "Se nota mucho que Basi es alguien importante en tu vida". La madre de Francina también lo tiene claro y dice que "todos los mayores deberíamos tener una Francina en nuestras vidas". Basi y Francina no solo hablan, también se ríen mucho y Basi echa juntas todas las carcajadas que le ha escamoteado la vida.