Ratonera en la operación salida de Sant Joan
Carlos Márquez Daniel
Periodista
Periodista especializado en Barcelona. En 'El Periódico' desde principios de siglo. Los últimos 15 años, dedicados a la información local: movilidad, urbanismo, infraestructuras, política municipal, barrios, área metropolitana y medio ambiente. Colaborador habitual en los programas de televisión 'Planta Baixa' (TV3) y 'Bàsics' (Betevé).
Fin de semana largo, verbena y previsión de buen tiempo. Suena fantástico, pero antes hay que llegar a destino, y con esas premisas, el lío viario está garantizado. Entre el jueves y el viernes se espera que cerca de 525.000 vehículos abandonen el área metropolitana de Barcelona. "Que todo el mundo avance su salida en la medida de lo posible y los que no puedan que vayan preparados ante una posible retención de tráfico”, advertía el miércoles el 'conseller' de Interior, Jordi Jané. Según Trànsit, hasta las 16.00 horas solo habían abandonado el área metropolitana unos 40.000 vehículos, un 7% de los que se marchan fuera a disfrutar de la noche de Sant Joan. Los problemas se concentran sobre todo en la AP-7, en las salidas de Barcelona y en las vías costeras.
La situación, al borde de las 19.00 horas, permitía ya hablar de auténtica ratonera. La Ronda de Dalt registraba 10 kilómetros de retenciones en sentido Trinitat, por 15 de la Ronda Litoral para salir en dirección Girona. Lo mismo sucedía en el interior de Barcelona, con Gran Via y la Meridiana a reventar. Pero lo más grave se estaba produciendo en la autopista AP-7, donde se acumulaban más de 74 kilómetros de retenciones en varios tramos y en ambas direcciones. Hacia Tarragona, en Sant Sadurní d'Anoia, 19 kilómetros de cola, 32 más en dirección Girona a la altura de Mollet, y 12,5 kilómetros en El Papiol sentido sur. En las carreteras que conducen a las localidades de playa ya se experimentaban los primeros problemas. Así, la C-65, que enlaza la AP-7 con el Baix Empordà, avanzaba con circulación lenta y registraba 10 kilómetros de retención, y la GI-600, en Blanes, presentaba otros tres kilómetros de coches parados. En el sur, en la N-340, a la altura de Francàs, cuatro kilómetros más.
También se registraban seis kilómetros en la C-58 para acceder a Barcelona y otros dos en la C-17 en los dos sentidos de la marcha a su paso por Parets del Vallès. Se espera que la situación se complique conforme vaya avanzando la tarde. En la C-31, en Castelldefels en sentido Sitges, seis kilómetros de paciencia. Un poco más adelante, en la C-32 a la altura del Port Ginesta, 14 kilómetros de congestión.
SIN HUELGA DE METRO
Por la mañana, en la capital catalana se habían registrado las retenciones propias de un día laborable, más suaves que los días anteriores después de que el miércoles finalizara la huelga de cinco días sin metro que empujó a muchos usuarios del transporte público hacia el vehículo privado. Los problemas han empezado después de comer, aunque sobre las 14 horas ya se registraban 10 kilómetros de retención en la Ronda de Dalt en sentido Trinitat, y otros siete en la Ronda Litoral en dirección norte. Un accidente al filo del mediodía también ha generado siete kilómetros de cola en la N-340, a la altura de Torredembarra, pero la vía se ha podido recuperar antes del grueso de la operación salida y a las 13.30 horas ya había recuperado la normalidad.
A medida que han ido pasando los minutos, el mapa de tráfico ha ido mutando del verde al rojo, hasta llegar al clímax de esos 74 kilómetros de AP-7 con retenciones, registradas hacia las 18.15 horas. Por suerte, no se ha llegado a los registros alcanzados en 1988, cuya verbena cayó también en jueves. Ese miércoles por la tarde, un trayecto Barcelona-Sitges requirió cuatro horas y media de coche, y hasta Sabadell, más de dos horas y media. Muchos se quedaron sin coca ni petardos ni nada: las colas en la autovía de Castelldefels se alargaron hasta las tres de la madrugada.
Los Mossos d'Esquadra despliegan la noche de la verbena a 3.477 agentes, y las dotaciones de bomberos se ampliarán con 185 efectivos más. La venta de petardos ha crecido este año un 10%, así que toda precaución es poca ante el riesgo de incendio, agravado por las altas temperaturas y la escasez de lluvia en las últimas semanas y la última moda importada de China: los farolillos de fuego.
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