Inseminación sin fronteras
Mariana Gómez-Turri logra permiso para que el semen congelado de su marido, muerto en París, pueda viajar a España
La malagueña Mariana Gómez-Turri ha ganado este martes la batalla judicial que inició para lograr el sueño de tener un hijo con el hombre que la muerte le robó de manera abrupta. El 9 de julio del 2015, la vida de su marido, el italiano Nicola Turri, se apagó a los 30 años debido a un cáncer linfático. La pareja vivía entonces en París y, consciente de que la quimioterapia podría dejarle estéril, Nicola congeló sus gametos antes de iniciar el tratamiento.
Meses antes de morir también dejó escrito en su testamento su voluntad de ser padre. Si hubieran residido en Málaga, como era su intención, nada habría impedido a Mariana llevar adelante su proyecto, porque la legislación española permite la inseminación post mortem si se hace antes de cumplido un año del fallecimiento.
Sin embargo, en Francia está prohibida. De ahí que la joven haya tenido que pelear para conseguir que el esperma de su marido pueda viajar a España. Tras una primera negativa de un tribunal administrativo, este martes el Consejo de Estado francés le ha dado la razón alegando que no se puede atentar contra el derecho al respeto de la vida privada y familiar.
“La aplicación de la ley francesa conllevaría consecuencias claramente desproporcionadas”, sostiene el alto órgano administrativo francés en un dictamen que ordena a las autoridades francesas adoptar las medidas necesarias para que los gametos de Nicola Turri, conservados en el Centro de Estudios y Conservación de Esperma del Hospital Tenon, sean trasladados a España.
UNA SITUACIÓN EXTRAORDINARIA
"Se trata de una decisión extraordinaria ligada a una situación extraordinaria. Estamos muy satisfechos y esperamos el traslado de los gametos en el menor plazo posible y en las mejores condiciones", ha declarado David Simhon, uno de los abogados de Mariana, al conocer la noticia.
El carácter excepcional del caso ya había sido puesto de relieve el pasado 27 de mayo por una ponente del Consejo de Estado, que había dado su visto bueno a la petición de Mariana al entender que la demandante no tenía la intención de incumplir la ley francesa, porque su residencia permanente está en España, su marido no era francés y ni ella ni su hijo tendrán vínculos con Francia.
No se trataba por tanto de cuestionar la legislación francesa sino de hacer una excepción por un caso imprevisible en el momento en el que se congelaron los gametos.
"Nicola era más que mi marido. Era mi otra mitad. Siempre quisimos tener un hijo", confesaba Mariana hace meses al diario ‘Le Monde’. Toda su familia y todos sus amigos dicen lo mismo: Nicola y Mariana querían ser padres. Los últimos días de la vida de Nicola fueron una carrera contrarreloj para lograr una inseminación pero falleció una hora antes de la cita programada para hacerla.
En Francia la inseminación post mortem está prohibida para proteger el interés del niño -a quien se priva deliberadamente del padre- y el de la madre, que llevará adelante un embarazo sola cuando acaba de perder a su pareja y se encuentra en una situación psicológica vulnerable.
¿Cómo le explicará al niño que su padre estaba muerto en el momento de la concepción? "Le diré que era un deseo compartido. Que su padre lo quería y que tuvo un accidente. Era nuestro mayor deseo", replicaba Mariana.
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