Gente corriente

Laia Terrón: «Ahora puedo decir que me gustan los lunes»

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GEMMA TRAMULLAS

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La pasión por la literatura, la fascinación por los números primos y una crisis vital convergieron de tal modo en la vida de Laia Terrón (L'Escala, 1984) que la empujaron a dejar un trabajo estable como profesora de matemáticas y pasarse a las letras. Hace cuatro años fundó el Laboratori de Lletres en un entresuelo del Eixample de Barcelona, un espacio para la creatividad literaria en el que, además de perder el miedo a escribir, se aprende a ser persona.

Emprendedora social. Renunció a la seguridad de un buen sueldo para hacer lo que le gustaba en la vida. No fue fácil.

-Hace cuatro años usted daba clases de matemáticas en un instituto. Los números siempre me han gustado. Me ganaba bien la vida y aprendí mucho de mis alumnos, pero no era lo que yo deseaba hacer en la vida. Había estudiado Económicas y cuando terminé mi tesina me entró tal angustia que desconecté totalmente.

-¿Quién no ha querido cambiar de vida alguna vez? Mucha gente. Te dicen que escuches tu interior, que confíes y encontrarás tu camino. Pero es una imagen demasiado fácil. Yo dejé un trabajo estable por un proyecto que ha costado tres años que me diera un sueldo. Tres años trabajando sin parar y sin sueldo. ¡Cero! Hay que ser fuerte para aguantarlo.

-¿Pensó en abandonar? Llegué a tal nivel de estrés que me desmayé en tres ocasiones. La última me desperté en el hospital y el médico me advirtió de que aunque fuera joven también podía tener un ataque al corazón. Entonces decidí confiar en otra persona y codirigir la escuela con la escritora Laia Fàbregas.

-¿Compensa tanto esfuerzo? Cuando empecé tenía 26 alumnos, de los que cinco eran amigos míos, y el curso pasado tuvimos más de 400. Ahora puedo decir que me gustan los lunes, no solo por el proyecto del Laboratori -que me gusta describir como un gimnasio de la mente- sino por toda la gente que viene aquí no solo para crear, sino para compartir inquietudes e intentar mejorar un poco el mundo.

-¿Mejorar el mundo? ¿Cómo? El proyecto se basa en la economía del bien común, donde lo principal son las personas. Trabajamos con la banca ética, con proveedores de proximidad y tenemos un código de colaboración ética con los profesores que dan las clases.

-¿En qué consiste ese código? En hacer lo que consideramos justo y no lo que digan las leyes. Por ejemplo, si un profesor, que es autónomo, se rompe una pierna y no puede venir a trabajar deja de cobrar. Aquí ponemos un sustituto y un porcentaje de su sueldo es para la persona que está de baja.

-¿Sus profesores de Económicas hubieran aprobado este plan de empresa? Todo lo que estoy aplicando aquí es como no debería hacerse una empresa [Ríe]. He cometido una larga lista de errores, errores de manual, pero he aprendido a equivocarme cada día y a asumirlo. Está claro que hay que ganarse la vida, pero yo prefiero tener en cuenta otros indicadores que no son económicos sino que valoran la riqueza personal.

-Matemáticas y arte tienen más en común de lo que dice el currículo de la ESO. A mí lo que me fascina de las matemáticas es hallar la coherencia y la belleza en la resolución de una fórmula, igual que cuando miro un cuadro o leo un libro. Yo empecé a devorar libros a los 11 años e inauguré el Laboratori a las siete de la tarde del día 3 del mes 11 del año 2011. ¿Lo ve?

-¿El qué? El 3, el 7, el 11... ¡Todos son números primos! [Solo divisibles entre ellos mismos y el 1] Para mí fue descubrir que los números cuadraban, que había una belleza, una coherencia en el proyecto. Lo interpreté como un mensaje de que iba a funcionar.