Las fallas iluminan el Pirineo

Hoteleros y comerciantes confían en que la declaración de la Unesco impulse el turismo

Fallas en una celebración de Andorra La Vella

Fallas en una celebración de Andorra La Vella / periodico

CARME ESCALES / BARCELONA

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Querían visibilidad y la han logrado. La semana pasada, la Unesco iluminó una tradición ancestral de 63 pueblos del Pirineo catalán, aragonés, andorrano y francés, que dan la bienvenida al verano con un descenso, de la montaña hasta la plaza mayor, cargando a la espalda troncos de sus bosques, como enormes cerillas en llama.

Albert Castellarnau, de 47 años y de la Casa Coix de Escalarre, ni se acuerda de la edad que tenía cuando empezó a bajarlo, en Isil, el pueblo de su madre. “En cuanto pude sostener el peso de una falla”, imagina. “Mi abuelo, Pepito, me las hacía y no me las he perdido nunca, cuando estudiaba en Barcelona incluso falté a algunos exámenes para participar”, explica este 'fallaire'. “Ahora no tenemos la agilidad ni los reflejos de los 20 años, parecíamos locos entonces, pero es una tradición que llevamos dentro. Cada vez que las bajamos vuelven todos los recuerdos”, afirma Castellarnau.

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Ese es el retrato del 'fallaire': heredero de un ritual que hace aflorar emociones y que hoy ya es oficialmente Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. De padres a hijos, de abuelos a nietos, se mantiene la tradición de subir a esperar la puesta de sol –la noche del solsticio de verano– y, cuando oscurece, la de iniciar el camino de vuelta dibujando grandes ‘zetas’ luminosas. “Se ha hecho toda la vida”, expresa Josep Antoni Aura, de 68 años y de la Casa Periple de Isil, el mayor de los 'fallaires' de la localidad de Valls d’Àneu, donde nunca se ha interrumpido la celebración.

BUENOS AUGURIOS

“Esta declaración abre nuevas perspectivas de comprensión del territorio y, a través de ellas, el Pirineo se puede amar más. Estas montañas seducen y atraen turismo, la principal economía de la zona”, puntualiza Ferran Rella, presidente del Consell Cultural de Valls d’Àneu, el ente que impulsó la creación de la Associació de Fallaires d'Isil y que ya motivó la declaración de la fiesta como Patrimoni d’Interès Nacional, en 1991. También recuperó, a través de Dansàneu, la música y las danzas vinculadas a la celebración de las fallas.

“Tenemos que saber explotar este sello a nivel mundial”, declara Carlos Cortina, del hotel La Morera, de València d’Àneu, que preside el Consorci Turisme Valls d’Àneu. “Esto puede impulsar proyectos como la futura Casa del Foc, un centro de interpretación de las fallas en Isil, una idea que perseguimos hace tiempo”, explica. “Esperemos que la repercusión incremente la clientela”, apunta Josep Lladós, propietario del Hostal Montaña, de Alins y alcalde de esta población de la Vall Ferrera, que recuperó sus fallas hace una treintena de años.

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“Aquí todos los abuelos están emocionados”, expresa desde la Vall de Boí Cristina Bros, técnica del Patronat de Turisme de l’Alta Ribagorça. “Las fallas son una tradición muy arraigada y nuestra comarca es la que tiene más pueblos -diez- donde se hacen. Durro abre el calendario, a mitad de junio”, explica Bros.

Estos habitantes tienen “la emoción a flor de piel” porque la declaración mundial garantiza “que todo perdure”, expresa el presidente del Consell Comarcal de la Alta Ribagorça, Josep Lluís Farrero. Augura beneficios para todo el Pirineo, “es un patrimonio transversal”, dice. Ahora mira con ojos de político pero siente con corazón de 'fallaire'. Es una satisfacción “emocional y cultural”, un reconocimiento “merecido” que los sitúa “en el mapa del mundo”, añade. “He corrido las fallas toda la vida, en mi pueblo, Barruera, y en otros de la comarca". Farrero cree que la declaración “atraerá más visitantes" pero "sin masificaciones”.

La medida del impacto real de esta declaración quizá la tenga la panadería de Llesp, sobre la carretera que lleva a la Vall de Boí. El número de panes vendidos por Núria Castells, elaborados con su horno centenario, son un termómetro fiable de turistas que visitan un valle que también cuenta con un románico declarado hace quince años patrimonio de la Humanidad.